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Reportaje:LOS LIBROS DE LA SEMANA

Verano clásico

Ante las vacaciones de verano, el ánimo lector se ensancha. Confía en disponer de tiempo para la lectura y acaricia la idea de afrontar otros retos. Confía en enfrascarse en relatos que le atrapen y que, a la vez, le permitan regodearse en textos de segura calidad. Uno de los mejores recursos son los clásicos. Y como han aparecido unos cuantos en este final de temporada, nada más adecuado que seleccionar y comentar brevemente algunos para abrir el apetito.

Casa desolada, de Charles Dickens (Valdemar), es sin duda la más compleja novela de su autor y quizá la mejor de todas. El Dickens que escribe esta novela es un hombre ya entrado en años y desencantado de la sociedad; es una novela grupal, esto es, sin un protagonista destacado y, entre la niebla, descarga su crítica sobre el mundo de la Justicia, pero también lo amplía a la injusta, engreída e ineficiente sociedad victoriana. Hay una historia de amor, dos narradores complementarios que son un gran acierto, un repaso durísimo al sistema de clases, desde el aristocrático sir Dedlock hasta el barrendero Jo, y unos personajes de mayor densidad que en la primera etapa de su producción. Novela simbólica, de fuerza extraordinaria, pesimista y grandiosa donde, por cierto, aparece uno de los primeros detectives de la literatura.

'Casa desolada', de Dickens, es una novela simbólica, de fuerza extraordinaria, pesimista y grandiosa

Almas muertas, de Nicolái Gógol (Planeta), es una de las obras mayores de la literatura universal y una lectura obligada. La que Nabokov definió como un poema épico es una portentosa narración donde se mezclan a la perfección el humor más corrosivo, la fantasía más audaz y la más descarnada crítica de una sociedad esclavista. "Dios mío, qué triste es nuestra Rusia", exclamó Pushkin al escuchar algunos capítulos; mas por encima de la crítica social está la crítica moral, verdadera ambición del libro. Contiene una galería de personajes extraordinarios (empezando por el traficante de almas, Chichikov) y conjuga de manera asombrosa el realismo con una imaginación desbordante. No hay escritor satírico ruso que no descienda de esta obra maestra.

La vida de los marineros y pescadores de un pueblo de Normandía, frente al canal de la Mancha, es el escenario de Los trabajadores del mar, de Victor Hugo (Espasa), escrita durante su exilio en Inglaterra. Minuciosa y, en ocasiones, excesiva, tiene todo el empuje romántico y crítico a la vez de su autor, con toda su capacidad de creación de personajes y de ambientación desplegadas. Ésta es la novela que inspiró al joven Joseph Conrad su vocación marinera y en esta edición cuenta, además, con una firma ilustre al pie de la traducción: la del gran poeta Manuel Altolaguirre. Por feliz coincidencia, hay otra edición reciente del mismo libro en la muy interesante editorial El Olivo Azul.

Hijas y esposas (Alba) quedó a falta del último capítulo por el fallecimiento de su autora, Elizabeth Gaskell. Contemporánea de las Brönte y espléndida biógrafa de Charlotte, alcanza en esta novela su madurez. La historia de las dos hermanastras zaheridas por el desastre familiar que ocasiona un segundo matrimonio es un tratado de supervivencia en la frustración y la infelicidad cotidianas. La vida provinciana es, una vez más, el centro de su universo narrativo, en el que no faltan intrigas, secretos, amores y, en general, todas las incidencias propias de la cerrada vida doméstica, un tanto a lo Austen aunque más cercana al realismo y aderezada con un suave toque de humor.

Quien constituye una sorpresa es May Sinclair, escritora posvictoriana semiolvidada. Ostenta el mérito de haber acuñado el término "stream of consciousness" ("flujo de conciencia", un concepto central en la literatura del siglo XX) en un artículo sobre las novelas de Dorothy Richardson. Pero la sorpresa viene de la mano de sus narraciones, una selección de las cuales contiene el libro Vida y muerte de Harriet Frean (Alba), escritas en una prosa muy directa, sin arabesco, decantada, directa al asunto; y el asunto es siempre la relación sentimental de las personas, mas dentro de una atmósfera donde muertos, fantasmas, cielos e infiernos, eternidad y cotidianidad conviven con toda soltura en manos de esta extraña y audaz narradora de claros misterios y oscuras intenciones. El relato que da título al libro, el titulado 'Donde el fuego no se apaga' o el jamesiano 'La grieta en el cristal' son tres joyas.

Y ya que hablamos de relatos, que no quede sin mencionar una entretenidísima recopilación: los Cuentos y relatos libertinos (Siruela), que recoge una variada y excelente muestra de la literatura libertina del XVIII, cuando la aristocracia francesa posterior al reinado de Luis XIV se entrega al deseo y al amor con extrema licencia. Los cuentos y relatos dan cuenta de ese ambiente y ese siglo en el que la búsqueda de libertad se ramifica, como bien explica Mauro Armiño en su excelente prólogo, en libertad de pensamiento (que da lugar a la filosofía de la Ilustración) y libertad sensual, que propicia el libertinaje de costumbres, que es la materia de este precioso libro.

Pero los clásicos se extienden hasta el siglo XX. Empecemos por mencionar el Teatro completo de Oscar Wilde (Valdemar), traducido y muy bien prologado también por Mauro Armiño. Aunque la lectura de teatro pueda suscitar recelo, en el caso de Wilde no hay problemas: se lee con verdadero deleite y, además de sus títulos más famosos, contiene también otras piezas menores de indudable atractivo. Es libro de biblioteca, para ir leyendo con el tiempo y disfrutando de uno de los espíritus más agudos e inteligentes que ha dado la literatura.

Casi desconocido en España (sólo hay otra obra suya editada), Gyula Krúdy es el gran novelista húngaro del pasado siglo. Periodista y narrador, bohemio, noctámbulo, amante de la buena vida... su retrato de la sociedad húngara de su tiempo y de la decadencia de la Vieja Europa es magistral. En Girasol (Espasa) cuenta ese mundo entre finisecular y moderno partiendo de un tono realista que, poco a poco, se va convirtiendo en una fantasmagoría carnavalesca, una especie de ronda o carrusel de figuras en el que el ritmo de la narración va creando por sí mismo el contenido del relato. Es una escritura de imágenes audacísimas ("perpleja como la mujer que acaba de rociarse con queroseno y no encuentra las cerillas para prender fuego a su ropa") de sensaciones sugerentes ("las ligas negras estaban tan tirantes como los deseos de los jóvenes"); una escritura voladora, llena de humor, subyugante, arrebatadora, excesiva y con personajes (como el falstaffiano Pistoli) memorables. -

Ilustración de Elsa Suárez.
Ilustración de Elsa Suárez.

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