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Los tribunales de Estados Unidos juzgan y castigan a los niños como si fueran mayores

70 presos esperan su ejecución por delitos cometidos antes de cumplir la mayoría de edad

Hay un buen número de países que contemplan la pena de muerte, pero, de todos ellos, EEUU es uno de los pocos que permiten ejecutar a reclusos que cometieron su crimen cuando eran niños. Al menos 70 presos esperan en el corredor de la muerte fecha para su ejecución por un delito cometido antes de cumplir la mayoría de edad. La condena a una posible cadena perpetua a un niño de 13 años por un homicidio que cometió cuanto tenía 11 ha movilizado a los detractores de un sistema capaz de convertir la edad en un elemento superfluo en cualquier proceso judicial.

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Desde 1992 todos los estados, a excepción de seis, han adoptado leyes que permiten a la justicia local juzgar a los niños como adultos, amparados en un eslogan acuñado en el Partido Republicano: "Delito adulto, condena adulta". De hecho, el gobernador republicano de Michigan, John Engler, no dudó en avalar la condena por homicidio al niño de 13 años que cometió el crimen cuando tenía 11; según Engler, un niño de 11 años es "suficientemente maduro" para entender la gravedad de disparar un arma. De nada sirvió que los psicólogos, durante el juicio, explicasen a los miembros del jurado que a esa edad el niño sólo ha desarrollado dos tercios del cerebro que tendrá cuando sea adulto. Jed Rubinfeld, profesor de Criminología en la Universidad de Yale, está entre los muchos expertos que consideran escandaloso el tratamiento penal a los niños en EEUU. Según declara Rubinfeld a EL PAÍS, "no sé si la mayoría de edad penal debe estar en los 18 o en los 16, porque no soy un experto en psicología y no sé si hay tanta diferencia; pero tratar como adulto a un niño de 11 años es un error gravísimo"

Sin límites

Las leyes permiten que ahora sea el juez el que, a petición de los fiscales, determine si un menor debe ser juzgado como adulto. Hasta ahora las diferentes legislaciones impedían que esa prerrogativa que se concede al juez se aplicase si el niño era menor de 14 años; varios estados han reducido esa edad a los 10 años, y otros, como Michigan, han suprimido cualquier limitación.En los últimos 10 años las sillas eléctricas y las inyecciones letales han acabado en EEUU con la vida de 12 presos detenidos, encarcelados y condenados a muerte cuando no habían llegado a la mayoría de edad. Son casi tantas ejecuciones de delincuentes juveniles como las llevadas a cabo en el resto de los países del mundo con sistemas igual de severos, principalmente Irán, Pakistán, Irak y Arabia Saudí.

En 1992 EEUU ratificó un tratado internacional de protección de derechos humanos que prohibía la condena a la pena capital a un delincuente que hubiera cometido su crimen antes de cumplir 18 años; al ratificarlo se reservó el derecho a no trasladar a su legislación algunos de los artículos, como queda evidente en el caso de los menores juzgados como adultos. Más revelador es el hecho de que sólo dos países no hayan ratificado todavía la Convención de Derechos del Niño, adoptada por 192 gobiernos: Somalia y EEUU.

Hay una estadística sobrecogedora que hace referencia al número de detenciones de menores en EEUU y la desproporción con la que son tratados. Cada año llegan a los tribunales estadounidenses 750.000 casos de delitos cometidos por menores. Un estudio realizado en el Estado de Georgia reveló que en los centros de detención había niños internados por delitos que podían llegar a parecer ridículos: un niño de 11 años cumplía sentencia por haber amenazado a su profesor en un momento de ira; otro de 12 estaba ingresado por haber intimidado a un amigo en una llamada de teléfono; una niña de 14 años estaba allí por haber sido detenida cuando hacía una pintada en un muro de la calle, y, todavía más sorprendente, una menor de 16 años estaba detenida por "no obedecer las órdenes de su padre", arrojar objetos en su habitación y faltar al colegio.

La lacra del sistema

Otra lacra del sistema es el racismo con el que se aplica. Las cifras demuestran que los menores negros doblan a los hispanos y quintuplican a los blancos en los centros de detención. Una investigación publicada en 1995 recogía entrevistas con policías en todo el país. La mayoría relataba que sólo interrogaban y detenían a los menores que levantaran sospechas; varios policías de Michigan definieron la palabra "sospechoso" como "un muchacho negro en un barrio blanco".Andrea Lyon, profesora de Derecho en la Universidad de Michigan, asegura que el elemento racista es implacable en todo el país. "En un barrio blanco nadie llama a la policía por algo de poca importancia que haya hecho un niño; los padres se ocupan. En un barrio negro o hispano el niño va a la cárcel por el delito más nimio".

Este otro dato de Amnistía Internacional, que con respecto a Estados Unidos clama en el desierto en un tema como éste, resulta abrumador: hay más de 6.000 niños o jóvenes menores de 18 años internados en prisiones de adultos por falta de centros de detención de menores.

Cadena perpetua para un 'adulto' de 11 años

Cuando Nathaniel A. cumpla 19 años -dentro de seis-, los psicólogos examinarán su nivel de rehabilitación social en el centro de detención de menores en el que estará internado. Dos años después harán un nuevo análisis y decidirán si puede quedar en libertad o si merece una condena a cadena perpetua con posibilidad de beneficios penitenciarios, lo que en la práctica le obligaría a pasar más de veinticinco años en la cárcel por un delito de asesinato cometido cuando tenía 11 años.Nathaniel se ha convertido en el adulto más joven de la historia judicial de EEUU. Un juez de Michigan decidió que podía ser juzgado como tal, a pesar de su corta edad, porque así lo permiten las estrictas leyes del Estado; es el primer menor al que se le aplica la nueva legislación endurecida.

Nathaniel mató a un joven con una escopeta que disparó a más de sesenta metros de distancia. Sus abogados aseguran que fue un accidente; los fiscales demostraron que el muchacho había alardeado ante sus amigos sobre su intención de matar a alguien. Los miembros del jurado decidieron que el muchacho -que tiene ahora 13 años pero "tenía una mentalidad de seis" cuando cometió el crimen, según su abogado- es culpable de homicidio en segundo grado, es decir, sin premeditación. El portavoz de los 12 miembros del jurado (de los cuales sólo uno era negro como el acusado y la víctima) aseguró que Nathaniel "sabía que el arma era peligrosa y que podía producir daño". El jurado tenía la posibilidad de haber optado por un homicidio involuntario que habría impedido la posibilidad de una cadena perpetua.

Para su abogado, Geoffrey Fieger, el veredicto es tan "repugnante" como para poner en ridículo el sistema judicial estadounidense. Amnistía Internacional ha lamentado que EEUU "promueva el respeto a los derechos humanos y no trate a los menores como niños, sino como adultos".

Dentro de un mes se celebrará una vista oral en la que la fiscalía deberá proponer una sentencia que posiblemente consistirá en el ingreso en un centro de detención de menores hasta que se evalúe dentro de unos años su grado de rehabilitación. Las leyes permiten que entonces Nathaniel sea puesto en libertad o sentenciado como un adulto, lo que llevaría consigo una cadena perpetua con derecho a libertad condicional dos décadas después.

Según Amnistía Internacional, que denuncia constantemente estos desequilibrios judiciales en EEUU, hay más de 6.000 niños o jóvenes menores de 18 años internados en prisiones de adultos por falta de centros de detención de menores. Las estadísticas demuestran que los niños ingresados en cárceles de adultos multiplican por cinco la posibilidad de ser asaltados sexualmente y duplican la posibilidad de ser golpeados por el personal de la prisión o atacados con un arma, en comparación con un centro de detención de menores.

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