_
_
_
_
_

Preparados para picar y morder

Erizos, orugas, tábanos, avispas, serpientes y otros bichos fastidian los placenteros días veraniegos. Tratar de no molestarles es el mejor consejo para no sufrir sus ataques

Hay gente que tiene fobia a los viajes, en especial a los realizados en avión, y con ello se pierde la posibilidad de conocer en vivo y en directo nuevos lugares, gentes y costumbres. También hay personas que tienen un miedo incontenible a animales que pican, o pueden picar, y con fama de venenosos. La patología más extendida es la aracnofobia, pero también hay insectofobia y ofidiofobia. Todos los que la sufren se pierden igualmente disfrutar de las salidas a la naturaleza, ya que entienden que un paseo campestre lleva asociado inexorablemente el encuentro con un animal dañino.

Escorpiones, arañas, serpientes, mosquitos, medusas, erizos de mar, abejas, avispas, orugas, tábanos, garrapatas, ciempiés... El verano es el periodo de máxima actividad para gran parte de esta fauna, la mayoría invertebrada y diminuta, pero que despierta recelos y hasta pánico nada proporcionales a su tamaño. Justificados o no, lo cierto es que por estas fechas damos más manotazos al aire y se utilizan más repelentes antiinsectos.

La picadura de abejas y avispas es problemática en los alérgicos a estos bichos

Si comenzamos el "recorrido urticante" por las zonas costeras, además de las medusas (ver despiece), erizos de mar y arañas de mar también pueden ocasionar encontronazos desagradables. En ambos casos, la lesión no pasa de efectos locales, al clavarse alguna espina en el primer caso y soltar un veneno que daña el sistema nervioso y causa dolor en la zona afectada en el segundo. La araña de mar es realmente un pez que visita con cierta asiduidad los fondos someros de las playas. Pasa inadvertido porque se entierra bajo la arena del fondo y solo deja al descubierto los ojos.

Ya hemos hablado de veneno, y parece que su simple mención hace saltar las alarmas y demonizar al animal y el ambiente en el que se desenvuelve. Arturo Valledor de Lozoya, médico y especialista en toxicología animal, ha viajado por gran parte de los lugares con mayor biodiversidad del planeta y ha escrito un libro con la experiencia recogida en este campo: Envenenamientos por animales. Animales venenosos y urticantes del mundo (Ediciones Díaz de Santos). Aparte de relativizar la existencia y peligro real de esta fauna en nuestro país, Valledor de Lozoya confirma que "España no pasa de 1,5 casos fatales con muerte tras mordeduras venenosas de víboras y culebras, muy poco si tenemos en cuenta que se constatan centenares de mordeduras al año".

Aunque son las víboras las que arrastran peor fama, este médico señala que las tres especies presentes en nuestro país (hocicuda, áspid y de Seoane) "son criaturas tímidas y poco agresivas, por lo que sus ataques resultan muy raros y casi siempre se deben a intentos de capturarlas". Suele contar que todos los pacientes que ha atendido con síntomas de mordeduras de víboras han reconocido que previamente intentaron capturarlas sin saber de qué especie se trataba. Lo mejor es no molestar a ninguno de los ofidios con los que nos encontremos, se esté o no seguro de tener delante a una víbora, porque hay culebras en España como la bastarda o de Montpellier, que une a su gran longitud (puede llegar a los 2,5 metros) un carácter muy agresivo y la capacidad también de inyectar veneno a sus presas.

La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) alerta de los animales más dañinos con diferencia, aunque solo sea por el número de picaduras al año que provocan, que son las abejas y avispas. Como los ofidios, solo pican si se ven amenazadas. Las abejas dejan el aguijón "de recuerdo" y mueren, y las avispan pican, pero lo mantienen. Este dato es importante para identificar el origen de la lesión. Pero el problema no es la picadura, cuyos efectos se palían con hielo y algún antihistamínico, sino que esta afecte a personas alérgicas. Según cifras de la SEAIC, este tipo de reacciones se cobran en España la vida de entre 15 y 20 personas entre las 800.000 alérgicas al veneno de estos insectos. Sin embargo, también recuerdan que el tratamiento preventivo disponible tiene una eficacia superior al 95%.

Tábanos e insectos son otros dos molestos acompañantes veraniegos, pero, al contrario que las avispas y abejas, estos no pican con aguijón como defensa, sino que utilizan prolongaciones de su aparato bucal para chupar la sangre de la víctima. A ambos (realmente son las hembras las que pican) les apetece mucho más la sangre de los animales, especialmente al tábano, pero si un humano se cruza en su camino no dudan en saciar su hambre. La manga larga, la ropa no sudorosa ni pegada a la piel y plantas aromáticas como el romero, el espliego, la menta y el tomillo son algunas de las medidas más naturales para luchar de forma preventiva contra los mosquitos.

Si hubiera que colgar el cartel del más mortal de todos los animales referidos hasta ahora, ese sería el mosquito y sus diferentes especies repartidas por todo el mundo. Su efecto letal, que supera el millón de muertes en todo el planeta, está asociado a su poder transmisor de los virus que ocasionan enfermedades como la malaria, el dengue o la leishmaniasis. Ninguna de ellas afecta directamente a España, pero la expansión desde 2004 del mosquito tigre, originario de Asia y transmisor del dengue y la fiebre amarilla, mantiene en vilo a parte de Cataluña y el norte de la Comunidad Valenciana. Una actividad humana, el comercio internacional de neumáticos usados, ha propiciado la expansión de este insecto.

Como ocurre con las serpientes, los mosquitos cardan la lana y otras que se llevan la mala fama son las arañas. Solo algunas decenas de especies de las casi 40.000 del orden Araneae al que pertenecen inyectan venenos mortales para el ser humano (siempre que no se actúe con rapidez para impedir sus efectos), y la gran mayoría de estas se encuentran en zonas tropicales o desiertos. Lo mismo pasa con un compañero de clase (Arachnida) de las arañas, el escorpión común o amarillo. De hábitos nocturnos, solo ataca cuando se ve amenazado, y una manera de propiciar este malestar es levantar las piedras de terrenos áridos bajo las cuales descansa durante el día. Como con la gran mayoría de los animales, sale más a cuenta no ser tan curioso ni fisgón.

Las medusas llegan con la sobrepesca, la contaminación y el calentamiento

El régimen de lluvias primaverales, más abundante este año, hace albergar esperanzas en la reducción de la invasión de medusas en las playas. En el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM), responsable hasta el pasado año de la Campaña Medusas, prefieren ser más cautelosos, ya que consideran que, además de concentrarse en zonas cercanas al talud continental por ser estas ricas en plancton, su presencia masiva en las playas depende de otras condiciones meteorológicas, como vientos y corrientes marinas.

En lo que coinciden el MARM y los científicos es en las causas de la proliferación de los últimos años. Una de ellas está asociada al cambio climático, con una disminución en el régimen invernal de lluvias y el aumento de la radiación solar. Otra es la contaminación por hidrocarburos. Diversos estudios demuestran que en las zonas donde se producen vertidos de petróleo se inician procesos de degradación de los hidrocarburos por bacterias, que a su vez sirven de alimento a copépodos, una de las principales fuentes de sustento para las medusas. Los datos del MARM también exponen que un efecto similar podría achacarse a fenómenos de eutrofización costera característicos del mar Adriático y el Mar Menor, donde los aportes de nutrientes orgánicos e inorgánicos favorecen la desaparición de algunas especies, pero no de las medusas.

Por último, la sobrepesca se tiene como la causa más probable del incremento de estas poblaciones, pero no de que lleguen con más frecuencia a nuestras costas. Peces y medusas compiten por el mismo alimento del plancton (copépodos, larvas de crustáceos, etcétera), y al disminuir los primeros se favorece el desarrollo de las poblaciones de las segundas. Otro de los efectos de la sobrepesca es la disminución de los potenciales predadores de medusas, como las tortugas marinas, que se capturan de forma accidental en palangres y otras artes de pesca.

Todo ello hace que el litoral español reciba más a menudo la visita de este tipo de organismos marinos. Y no solo en el Mediterráneo. Los tentáculos de algunas carabelas portuguesas alcanzan los 30 metros de longitud. Este curioso organismo gelatinoso tiene apariencia de medusa, pero realmente es una colonia de hidrozoos. Su presencia es habitual en Canarias, donde ha dado más de un susto, aunque ninguno mortal. Ante estos sustos, como en los provocados con roces con medusas, Arturo Valledor de Lozoya recomienda "rociar la zona afectada con vinagre o agua de mar, despegar los tentáculos que aún estén adheridos a la piel con el filo de un cuchillo o unas pinzas finas, y en ningún caso frotar con arena, papeles o toallas".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_