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El 'caso Madeleine'

Todo son preguntas sobre Maddie

Las pruebas que vinculan a los padres con la desaparición dan un vuelco a uno de los sucesos más globales de la historia

¿Cree usted que Madeleine McCann está viva o muerta? ¿Considera a sus padres, Gerry McCann y Kate Healy, médicos británicos, católicos, perfectos, inocentes o culpables? ¿Por qué mucha gente pensó que estaban implicados desde el principio? ¿La matarían accidentalmente y luego ocultaron el cadáver, como sostiene la policía? Las respuestas a estas preguntas plantean otras nuevas: si la niña murió accidentalmente, ¿no resulta una empresa casi imposible montar en apenas unas horas una coartada de rapto creíble? ¿No era más sencillo admitir el accidente que fingir un secuestro y organizar después una campaña mediática de proporciones planetarias? ¿Hay gente capaz de mantener el tipo como víctima por cuatro meses, bajo los focos de medio mundo, sabiendo que su hija está muerta?

El padre, también sospechoso, volvió a expresar su letanía: "Madeleine está viva"
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Las preguntas levantadas por la desaparición, la noche del pasado 3 de mayo, de la pequeña Madeleine McCann, nacida hace 4 años y tres meses, recorren el globo. Larry King Live, el programa estrella de la CNN, fue emitido ayer de madrugada desde Portimão, donde cerca de 300 periodistas tratan de desentrañar para un público entregado las numerosas zonas de sombra que marcan este suceso.

Ayer, la portavoz de los padres de Maddie, Justine Mc Guinness, declaró en Praia da Luz que la madre sigue "enfadada y triste" por haber sido declarada sospechosa formal de la muerte accidental de la pequeña; y que su padre, también sospechoso, volvió a tener fuerzas para expresar la letanía que ayuda a la pareja a seguir adelante: "Madeleine está viva".

Los próximos días se presumen claves en la investigación. Según fuentes cercanas a la policía, la pareja va a afrontar esta semana el interrogatorio del fiscal, que, si viera indicios de delito, podría pedir al jueces medidas cautelares más rigurosas. Además, la policía quiere escuchar otra vez a los amigos que cenaron con los McCann la noche del suceso. Sus contradicciones fueron el motor inicial de las dudas policiales sobre el rapto.

La noche del 3 de mayo esconde todo el enigma del caso. El relato resulta siempre confuso e incompleto. Nadie sabe todavía quién fue la última persona que vio a la niña. Distintos testigos aseguran que Madeleine tomó un helado en el centro de Praia da Luz hacia las seis de la tarde. Los McCann llevaron después a la niña y a sus hermanos mellizos, Sean y Amelie, de dos años, a su apartamento del Ocean Club, una especie de pueblo andaluz sólo para británicos, y salieron a cenar al filo de las siete de la tarde dejando a los niños en la casa, durmiendo en la misma habitación. Cruzaron la piscina hasta el bar Tapas, a unos cien metros, donde se reunieron con las tres parejas que les acompañaban esas vacaciones. Russel O'Brien y Jane Taner, padres de dos niños; Mathew Oldfield y Rachel, con otros dos; David y Fiona Payne, con un bebé de 22 meses, y la madre de Fiona, Dianne Webster.

El grupo dejó a los niños, como siempre hacían en el Algarve, en los apartamentos. Según la prensa portuguesa, la cena fue regada con 14 botellas de vino. Ante la policía sostuvieron que cada media hora alguno se acercaba a los apartamentos a comprobar que todo estaba en orden. Los empleados del restaurante no coinciden con esa versión. La policía duda del testimonio de O'Brien, que declaró que hacia las ocho de la tarde abandonó la mesa porque su hija vomitaba. De camino, se paró a escuchar tras la puerta de los McCann y, al no oír ningún ruido, volvió al bar. Hacia las nueve fue el turno de Kate McCann. Se acercó al apartamento, vio que Maddie no estaba, dejó a los mellizos durmiendo y volvió al restaurante gritando: "¡Se la han llevado!".

En medio de la conmoción general, el grupo fue al apartamento. Alguien sugirió llamar a la policía, pero los McCann prefirieron esperar "para organizarse". Hasta las diez no alertaron a la Guardia Nacional Republicana. Mientras los amigos buscaban a la niña por la urbanización, Kate y Gerry se quedaron con los hermanos, que no se despertaron ni cuando llegó la policía, que puso en marcha el protocolo de búsqueda de desaparecidos. Durante 15 días, peinó la zona en un radio de 15 kilómetros y desplegó más de 200 efectivos. Ni rastro.

El primer sospechoso formal, un vecino británico de Praia da Luz, Robert Murat, fue investigado exhaustivamente, sin éxito. A principios de agosto, la tesis del secuestro empieza a ceder ante la falta de resultados, aunque aparecen docenas de pistas falsas en diversos países. Para entonces, la familia McCann, asesorada por la Embajada británica en Lisboa y profesionales próximos al primer ministro, ha lanzado ya una campaña mediática sin precedentes.

Contra la opinión de la policía, la pareja recorre Europa en el jet privado de un empresario escocés; van al santuario de Fátima, consiguen que el Papa les dedique un minuto en la audiencia de la plaza de San Pedro, Gerry visita Estados Unidos y se ve con el fiscal general, ambos son recibidos como estrellas mediáticas en Marruecos. En Madrid piden ayuda al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba... Maddie está ya en el corazón de millones de personas y su rostro es famoso en el mundo.

Pero nadie sabe dónde está. La policía portuguesa, que no altera su paciencia habitual, recibe a finales de julio la ayuda de Scotland Yard, que manda al Algarve a dos perros especializados en detectar restos de sangre y olor a cadáver. La pareja de english springer spaniel encuentra un vestigio de sangre en la habitación de Maddie, otro en el maletero y uno más en la llave del coche -un Renault Scenic- que los McCann alquilaron 25 días después de la desaparición. Además, detectan olor a cadáver en una camisa y un vaquero de Kate y en el peluche preferido de Madeleine, Cuddle Cat, que su madre no suelta. Las muestras son analizadas en Birmingham. El miércoles se conocen los resultados parciales. Los restos hallados en el coche son compatibles con el ADN de la niña.

La policía cita a declarar de nuevo a la pareja, que ya preparaba las maletas. Kate entra como testigo y tras 16 horas de interrogatorio, sale como arguida (sospechosa formal). Aunque la tesis policial la señala como autora de la hipotética muerte accidental de su hija (probablemente por un sedante), Gerry corre la misma suerte. Desde el Reino Unido, la familia acusa a la policía de ofrecer un pacto a Kate y de colocar pruebas falsas para incriminar a los McCann.

La madre de Madeleine no tiene explicación para la presencia de sangre de la niña en el maletero. Sobre el olor a cadáver, declara que en su trabajo como médico en el ambulatorio de Melton Mowbray, a veces está en contacto con muertos y que, antes de sus vacaciones, seis pacientes fallecieron.

Los McCann dijeron ayer que no abandonarán Portugal. Su situación legal se lo permite de momento, porque se les han aplicado las medidas cautelares mínimas, pero quieren "limpiar su nombre". Se acabaron la colaboración y las buenas formas. Aunque no hay cargos contra ellos, la guerra ha estallado ya. Irritada por las recurrentes críticas, y convencida al 100% de que la solución del caso está en el entorno íntimo de la niña, la policía portuguesa quiere llegar al final. Sabe que necesita reunir pruebas sólidas para doblegar la impresionante maquinaria de libras y afecto que nació hace 127 días alrededor de los inocentes ojos redondos de Madeleine McCann, la primera niña global.

Madeleine McCann con una camiseta del equipo de fútbol del Everton.
Madeleine McCann con una camiseta del equipo de fútbol del Everton.EFE

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