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Valencia ensaya un programa socio-sanitario para mayores fuera de los grandes hospitales

"Hace dos meses estuvo ingresada 15 días en La Fe, y se negó a comer durante todo este tiempo". El comentario es de un familiar. Narcisa es una enferma frágil. El adjetivo es de los médicos. Su cuerpo breve apenas alcanza a llenar una pequeña cama en el domicilio de su hija. Sin duda, lo prefiere a las habitaciones de La Fe. Para ella, ingresar en un hospital se había ido convirtiendo en una pesadilla cada vez más recurrente. La pulmonía, "unas calorías que le suben", en una explicación gráfica de Claudia, la hija, o sencillamente la presión de sus 95 años eran la tarjeta de visita para entrar cada vez con más frecuencia en un centro sanitario para enfermos agudos.Sin embargo, y desde que salió de la clínica, un programa auspiciado por el Servei Valencià de Salut mantiene a Narcisa, natural de Jerez de los Caballeros y ahora en Valencia, lejos de sus peores sueños hospitalarios. Una estampa familiar de la Virgen de la Macarena sustituye el alicatado forzoso del hospital y una pareja de médicos la visita diariamente en su casa. Es como tener el hospital en casa.

"La hospitalización domiciliaria es únicamente una parte de un nuevo modelo asistencial que pretende un concepto de sanidad global, multidisciplinar. La enfermedad no es sólo un proceso biológico y reversible, en el que el médico sólo se preocupa de curar. Existen enfermedades irreversibles, como el exceso de edad, que precisa un cuidado no sólo sanitario, sino también social. Cada paciente necesita estar en el mejor espacio, terapéutico posible", sentencia casi de carrerilla Miguel Herraiz, encargado de este proyecto en el hospital La Fe, de Valencia.

Amparo y Tomasa, con 74 y 62 años cada una, no tienen tanto pánico a los hospitales como Narcisa. Ellas están ingresadas en el centro Doctor Moliner. Rodeado de naturaleza, más parece un centro de reposo al estilo del descrito por Thomas Mann en La montaña mágica. Cada mañana dedican la mayor parte de su tiempo a la rehabilitación de la vida diaria. Así se denomina una curiosa sala donde las barras, pesas y aparatos típicos de rehabilitación son sustituidos por los utensilios más comunes de una casa: un baño, una cocina, un cuarto de estar, estantes con todo tipo de pulsadores, cerraduras, cremalleras... "En este centro, tan importante como los médicos lo son los psicólogos, los fisioterapeutas, los asistentes sociales y los enfermeros", dice la directora médico, Santidad Soriano.

Los servicios sanitarios valencianos han puesto un nombre a este ensayo: Programa

PALET (Pacientes Ancianos de Larga duración y Terminales). Más interesante que el vocablo son las soluciones que ya procura. Casi dos años lleva funcionando éste en el mayor centro sanitario de la Comunidad Valenciana, La Fe (del que depende el servicio de hospitalización domiciliaria y el hospital Doctor Moliner) con la aspiración de que llegue a funcionar en toda la Comunidad.

Logros en cifras,

"El enfermo tiene que comprender que no siempre el hospital de agudos (los macroedificios con todo tipo de tecnologías para especialidades médicas como La Paz en Madrid o Vall d'Hebron en Barcelona) es la mejor solución", dice Herraiz, para, a continuación, extenderse sobre el modo de funcionamiento del PALET y sus logros en cifras. El recorrido de un enfermo de los denominados frágiles (ancianos en su mayoría), que antes de que se instaurara este sistema acababa inexorablemente ocupando una cama del hospital de agudos, se modifica sensiblemente. Desde el departamento de urgencias, este tipo de enfermos se desvían a la sala de media y corta estancia del hospital para finalmente optar por una de las dos alternativas: hospitalización domiciliaria u hospital de larga duración (Moliner).

Después de tres días internado en una macroclínica, un anciano empieza a sufrir lo que gráficamente se describe como "una cascada de acontecimientos": delirios, fracturas, descenso de la masa muscular,, incontinencia urinaria... "Todo un rosario de padecimientos que, lejos de ayudar, convierten al paciente en un adicto del hospital", comenta Bernardo Valdivieso, uno de los doctores en el programa.

"Tenemos el convencimiento de que la asistencia es mejor, y las encuestas de satisfacción así lo reflejan", dice uno de los autores del proyecto, Eduardo Zafra. De momento, uno de los fines perseguidos ya se ha logrado: "Descargar La Fe de los pacientes que se pueden considerar incurables y que precisan, además de cuidados sanitarios, una asistencia social", insiste Zafra.

De las 10.000 personas que entraron por urgencias en La Fe -el 70% de todos los pacientes ingresados en el primer semestre de este año, 2.000 fueron seleccionados para el programa PALET. Esto. significa que se liberaron 9.500 estancias. "El ahorro es considerable, aunque no sea lo que se persigue de forma exclusiva", destaca el autor del programa. Los doctores de La Fe se encargan de un seguimiento de los pacientes en la atención primaria, una vez que han sido dados de alta. Visitar a los doctores de cabecera y explicarles con qué enfermos cuentan es la última fase del sistema: "Se establece un seguimiento completo porque, con toda probabilidad, se quedan como clientes nuestros para siempre", concluye una doctora.

Por un bien morir

A las 8,30 de la mañana comienza el despliegue de historiales- clínicos. Los médicos, en parejas, se disponen a visitar a sus enfermos. distribuidos en un hospital tan grande como da de sí la propia Valencia. Un taxi les espera a la puerta de La Fe.Poco después empiezan su giro. Elisa Tarazona y Berta Martí visitarán a cuatro pacientes a lo largo de la mañana. Josefina, Narcisa, Salvador y Domingo. El último de ellos es un enfermo deshauciado de 53 años. Un cáncer de próstata se ha instalado en su cuerpo y le ha ido devorando.

Su historia es una detallada descripción de un repertorio interminable de errores de diagnóstico. Desde el verano de 1993 hasta noviembre estuvo acudiendo, con la regularidad en que se iban reproduciendo unos dolores "salvajes", a la sala de urgencias del hospital La Fe. Ni una sola vez se le encontró mal alguno. Un analgésico tras otro fue la única respuesta médica que encontró durante la media docena de meses que el cáncer se fue encargando de minar un cuerpo delgado y activo.

"Mediante un conocido conseguimos que ingresara en el hospital a finales del año pasado", dice Aria, su mujer. La noticia del cáncer detonó en sus oídos con la la misma contundencia con que se desarrolló un horror a los hospitales. Desde hace mes y medio se encuentra internada en la unidad de hospitalización domiciliaria.

Ana espera agradecida la visita de las médicos y sólo confía "en el buen morir de su marido. En casa como debe ser". "En determinados casos, no se trata tanto de aumentar la calidad de vida como la calidad de la muerte", dice Elisa.

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