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Los expertos demandan más investigación básica ante el problema energético

Ingeniería genética, nanotecnología y física electrónica ayudan a mejorar la eficiencia

La química del CO2 , la catálisis, la ingeniería genética, la ingeniería molecular, la matemática de los sistemas complejos o la física electrónica son áreas clave de ciencia básica que requieren especial atención de la investigación mundial si se pretenden tener respuestas eficaces al problema de la energía en el mundo a lo largo del siglo. Éste es el panorama que analiza hoy la prestigiosa revista Science en una sección especial dedicada a Energía y desarrollo sostenible, en la que evalúa las contribuciones que pueden hacer las diferentes tecnologías energéticas.

Si en los años setenta la subida del precio del petróleo impulsó la investigación en diferentes fuentes de energía, cuya aplicación en muchos casos es realidad actualmente, como la eólica, los expertos señalan que un nuevo elemento se ha añadido ahora como incentivo a la inseguridad energética: el cambio climático y la necesidad de contener las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmosfera que generan, sobre todo, los combustibles fósiles.

Los retos científicos también han cambiado y ahora ganan protagonismo, por ejemplo, la ingeniería genética que puede facilitar la utilización de determinadas plantas para producir biomasa o incrementar la fotosíntesis, la nanotecnología y la física electrónica que ayuden a superar las pegas de las pilas de combustible, la ciencia de materiales para aumentar la eficacia de los paneles solares, la computación para rediseñar plantas nucleares o la tecnología del secuestro de carbono. También ideas más antiguas, como la fusión nuclear o los materiales superconductores a temperatura ambiente para producir nuevos acumuladores o evitar la pérdida de energía en las conducciones eléctricas, han adquirido una nueva perspectiva.

"Hay un acuerdo sorprendentemente amplio (aunque no universal) acerca de que no existe una solución única para el doble problema de satisfacer la demanda futura de energía y gestionar las consecuencias medioambientales de la producción energética. Cualquier estrategia que emerja será un conjunto de piezas que representarán prácticamente cualquier tecnología imaginable", escriben en Science George M. Whitesides (Universidad de Harvard) y George W. Crabtree (Laboratorio Nacional Argonne, EE UU). Ellos advierten que hay que invertir ahora en investigación básica o fundamental a largo plazo para poder contar en las décadas futuras con las soluciones tecnológicas derivadas.

La sección especial de Science recoge el estado de la investigación y las perspectivas de varias tecnologías: diferentes enfoques de la energía solar, biocombustibles, tecnologías del hidrógeno, energía maremotriz, combustible nuclear y conversión de carbohidratos en biocombustibles.

Como contribución de política económica, el comisario europeo de Ciencia y Tecnología Janez Potocnik escribe un artículo en esta revista estadounidense acerca de la estrategia de la UE respecto a las energías renovables. En él explica que el objetivo es que, en 2020, al menos un 20% de la energía en Europa proceda de fuentes renovables. Para esa fecha Europa consumiría un 13% menos energía que ahora, ahorrando 100.000 millones de euros cada año y emitiendo unas 780 toneladas métricas de CO2. "Para que esto sea realista hay que dar grandes pasos desde el punto de vista tecnológico", dice Potocnik. "Las energías renovables son hoy, en general, costosas e intermitentes", recuerda, aunque "la investigación y el desarrollo tecnológico nos está ya acercando a soluciones, como la mejora de las pilas de combustible o el rediseño de las redes de electricidad para tener una generación eléctrica más descentralizada".

'Secuestro' de carbono

Varias estrategias Las energéticas mundiales cuentan con el secuestro de carbono como una vía futura útil para reducir las emisones de gases de efecto invernadero. Esta tecnología de introducir y almacenar CO

2 en el subsuelo todavía necesita investigación para demostrar su eficacia, dice Daniel Schrag (Universidad de Harvar), pero será necesaria dadas las grandes reservas de carbón que tienen EEUU, China, Rusia, India y Australia.

Pocos estudios han medido con precisión la incógnita de los escapes del CO2

almacenado durante mucho tiempo o la viabilidad y estabilidad de los depósitos geológicos u oceánicos. Pero Schrag dice que incluso sumando el precio del secuestro de CO2

al carbón para generar electricidad, la fórmula podría ser más barata que muchas fuentes de renovables.

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