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Un revolucionario sistema de reeducación permite a los sordos hablar por teléfono normalmente

José Ramón Hidalgo y Esther Pita, otorrinolaringólogo y logopeda, respectivamente, presentaron ayer en Madrid un nuevo sistema para la reeducación de sordos profundos. Aprovechan la audición residual que poseen éstos y que les permite distinguir la presencia de algunos ruidos. El descubrimiento de unos sensores especiales en los sistemas de retroalimentación nerviosa y el desarrollo de un prototipo de decodificador patrocinado por Fundesco, hacen el resto. El resultado es que Israel, Miriam y Alejando, sordos de nacimiento, escriben al dictado y hablan por teléfono como cualquier niño.

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El método, denominado por sus descubridores MAERS (Método Actualizado Español de Reeducación de Sordos Prelocutivos), descubre un nuevo canal de estímulo de la corteza cerebral, diferente a la vía auditiva tradicional, mediante el cual el signo sonoro residual sumado a la información procedente de otros sentidos permite al niño sordo interpretar el lenguaje. "Es como si hubiéramos descubierto el sexto sentido", afirma José Ramón Hidalgo, otorrinolaringólogo de 49 años, ocho en el servicio de otorrinolaringología infantil de La Paz, en Madrid, y actualmente facultativo en el centro municipal de urgencias de Carabanchel. "Utilizamos estructuras sensoriales del sistema de retroalimentación nerviosa y amplificamos sus funciones hasta agotarlas", explica.Se trata de conseguir una vía alternativa para que puedan detectar y discriminar sonidos a partir de esos ruidos que perciben gracias a la audición residual que permanece intacta en la mayoría de los sordos prelocutivos.

El método MAERS se ha aplicado hasta ahora en afectados de sordera bilateral prelocutiva, es decir, niños sordos de nacimiento por problemas hereditarios, congénitos o por accidentes en el parto.

La historia comenzó hace casi 25 años, los mismos que José Ramón Hidalgo y Esther Pita llevan dedicados al tratamiento de las sorderas. Hace 15 años iniciaron la investigación de forma sistemática con algunos de sus pacientes, entre ellos con un niño que hoy ya tiene 25 años y está totalmente integrado en el mundo laboral. Desde entonces se han acuartelado en una pequeña consulta de Madrid, sumando experiencias. "Ya no podíamos guardar los resultados por más tiempo", dice Esther. "Consideramos que puede constituir un avance importante para el tratamiento de las sorderas", agrega. "Creo que es la alternativa para la verdadera integración del sordo en la sociedad, porque, aunque no nos guste admitirlo, no están en condiciones de convivir entre los oyentes normales", añade Hidalgo.

Los 30 niños que son tratados actualmente por los dos especialistas han acudido pronto a su consulta, generalmente apenas cumplidos los dos años y medio. El tratamiento se aplica durante los primeros tres meses, en tres o cuatro sesiones a la semana, para ir distanciándose hasta una hora semanal a lo largo de ocho o nueve años. La mayoría de estos pequeños están escolarizados en los niveles propios de su edad y no requieren aulas de integración. "Los resultados son siempre positivos, sólo dependen del tiempo empleado en el aprendizaje", señalan los dos expertos.

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