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Reportaje:

La ruta del corazón

España es número uno del mundo en donación de órganos. Reconstruimos, a partir de testimonios de especialistas y trasplantados, el recorrido de un órgano hasta que llega a su nuevo cuerpo

MARÍA OCAMPO

Fue pasadas las 20.30 cuando Juan perdió el control de su coche y, después de uos el golpe seco. Él quedo inconsciente y yo empecé a latir cada vez más fuerte para bombearle sangre a todo el cuerpo. Pero mi esfuerzo resultaba insuficiente. Pasados unos 15 minutos llegó una ambulancia que nos trasladó al hospital y, tras 20 minutos de shocks eléctricos, 20 minutos a la espera de un milagro, tres médicos (los dos que llegaron al lugar del accidente y el neurólogo del hospital) declararon la muerte de Juan a las 21.10. La causa: traumatismo craneoencefálico.

"Es un acto de amor"

A Juan lo conectaron a un respirador artificial para que yo continuara llevando oxígeno. Su cerebro estaba muerto, ya no volvería a funcionar; yo, en cambio, seguía latiendo. Mientras, el coordinador de trasplantes del hospital comunicaba a la esposa y a la madre de Juan la trágica noticia de su fallecimiento y les pedía una autorización para extraernos a mí, a los pulmones, al páncreas, al hígado, al intestino y al resto de órganos vitales para ser trasplantados a otros cuerpos enfermos. Les explicó que la ley reza que todos en España son donantes potenciales, a menos que hayan expresado su negativa, y que lo único que necesitaban era firmar una autorización. Ellas dudaron. Terización. Ellas dudaron. Temían que el cuerpo de Juan quedara ahuecado, incompleto. Pero el coordinador les explicó que llenarían los espacios que quedaban tras extirpar órganos y tejidos. Que no se notaría.

"Donar los órganos es un acto de generosidad y de amor", dice el coordinador de trasplantes de un hospital
Pasaron cinco horas desde que dejé de trabajar en el cuerpo de Juan hasta que volví a hacerlo en el de María
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"Juan habría querido salvar vidas con la suya", concluyeron entre lágrimas. "Es un acto de generosidad y de amor", las respaldó el doctor. Luego corrió al quirófano para preparar nuestra extracción y llamó a la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) para que los dos enfermeros de guardia coordinaran a qué hospital nos iban a llevar para entrar en otro cuerpo. Dependía de la lista de espera de órganos y de la urgencia de cada uno de los pacientes. Ellas, mientras tanto, rellenaban un formulario en el que les preguntaban la nacionalidad de Juan, si era fumador, si padecía diabetes, si tomaba antibióticos, si donarían también las córneas y los huesos...

A mí me metieron entre dos bolsas plásticas estériles y me encerraron en una nevera de cámping repleta de hielo picado que precintar amarillo que decía de dónde venía y cuál era mi hospital de destino. Volé desde la ciudad riojana en la que vivía Juan, Logroño, hasta Madrid, en la cabina de un avión de Iberia (después me enteré de que habría podido viajar en un helicóptero o en un coche alquilado si la distancia hubiera sido menor de 200 kilómetros). En Madrid me esperaba una ambulancia para llevarme a un hospital público (como todos los autorizados para realizar trasplantes). Allá estaba mi nuevo cuerpo.

Era el de María, una señora de 60 años con serios problemas cardiacos. Cuando llegué, ella me esperaba ya dormida por la anestesia, rodeada de un equipo de tres cirujanos, tres enfermeras, un anestesiólogo, un celador, el coordinador de trasplantes y dos estudiantes de Medicina. La operación duró alrededor de tres horas. Pasaron cinco desde que dejé de trabajar en el cuerpo de Juan hasta que volví a hacerlo en el de María. Según explicaron los médicos, es el tiempo máximo aproximado que puede durar un corazón sin flujo sanguíneo. Un hígado aguanta hasta ocho horas; un pulmón y un páncreas, seis. Se llama tiempo de isquemia.

Sin cigarrillo, ni fritos, ni alcohol

Al otro día, sentí que latía por mí mismo. Eso fue hace tres meses y María ya hace algo de ejercicio. Por ahora algo de ejercicio. Por ahora anda 20 minutos diarios y hace estiramientos. Dicen que duraré bien más de 20 años si María deja el cigarrillo, el alcohol, los fritos... Y si sigue haciendo ejercicio, por supuesto. Yo cada día me siento más cómodo en este nuevo cuerpo y lato con más confianza. Ya pasaron los mayores sustos. El de María, morir esperando un nuevo corazón. Y el mío, que el cuerpo de María me rechazara.

Ahora soy uno de los más de 65.000 órganos que han sido trasplantados en la historia de España. Lo que recuerdo con mayor claridad de todo el proceso es que, al levantarse rodeada de sus familiares, María dio las gracias al donante anónimo por tenerme a mí y dijo: "Tengo un nuevo amigo". Es Juan, al que ella ha prometido rendir homenaje todos los 14 de julio, fecha en que me recibió a mí, encendiendo una vela en la entrada del hospital. Dice que ese día volvió a nacer.

CARLOS ROSILLO
Vídeo: F. FERMOSO / D. RUBIO (ESCUELA DE PERIODISMO EL PAÍS-UAM)

Más accidentes, menos donantes

La disminución de los accidentes de tráfico en España tiene consecuencias para la sanidad: el promedio de edad de los donantes es ahora de 53 años; siete más que en 2000 y 18 más que en 1992. Además, los menores de 40 en lista de espera deben esperar, en ocasiones, hasta cuatro años para un órgano. Los profesionales de la salud opinan que dicha disminución es positiva desde todo punto de vista y creen que la solución para que los jóvenes puedan disponer de más órganos está en el desarrollo de técnicas como la donación en vivo (de una persona viva), que el año pasado permitió realizar 137 trasplantes renales, y las donaciones de quienes mueren por fallos en el corazón.

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