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Columna
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Botella

Ni los encuentros en la tercera frase de Aznar y su bwana, ni los cabezazos solícitos del ministro del Baúl de la Piqué ante Bush, ni el amparo oficial español al escudo antimisiles lograrán apartarme de lo que he descubierto como mi verdadera vocación: convertirme en anabotellóloga.

He de confesar que he corrido como una galga a comprar los cuentos ajenos que la más intrépida de La Moncloa ha publicado con su firma en portada. Cuesta más de tres mil calas, pero no es mucho: me he pesado con él en la báscula del baño y he descubierto que sale a una peseta y media el gramo. Pero ello no es todo: si pesáramos las palabras que la dama desparrama por las páginas, llegaríamos a la conclusión de que el volumen es una verdadera ganga.

No voy a detenerme en análisis morales, que ya me gustaría dado que, si los niños son atacados a partir de ahora por unos padres que, libro en ristre, se empeñan en enseñarles los cuentos clásicos à la Bouteille, váyanse animando los supervivientes para abandonar este país dentro de quince o veinte años, pues se habrá convertido en el paraíso de la glucosa.

Ahora bien, desde el punto de vista de profesional o colega de las letras, así como de mujer a mujer y entregada sin recato a la ciencia de la anabotellología, sí tengo algo que decir: me pasma el derroche de adjetivos y gerundios que la dama reparte con fruición, sobre todo en las acotaciones al margen de los textos ajenos. Cualquier escritor serio lucha contra la pésima costumbre de adjetivar, pero el Botella's Secret consiste en dar la vuelta al argumento: ha escrito sus comentarios aprovechando los adjetivos desechados por los autores españoles, del Siglo de Oro hasta nuestros días. Como casi todos los escritores a quienes honra con sus comentarios son buenos (de los hermanos Grimm a La Fontaine), la dama se pone ciega añadiéndoles los adjetivos que ellos mismos no osaron incluir. Sin embargo, es incapaz de acotar el texto de Heidi, que la cursi de Juana Spyri, adelantándose a Botella, ya ornó con su verborragia.

En fin, que me encanta el giro de los acontecimientos y sólo ansío que contraten a Ana Botella para que comente la colección de La Sonrisa Vertical como si fuera Blacanieves.

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