_
_
_
_
_

Mónica Narbona Ruiz

Una bailarina española de 17 años en tierras flamencas

Ha puesto lo que se dice una auténtica pica en ese sitio al entrar en la Escuela del Real Ballet de Flandes, en Amberes, para cursar estudios de danza en el nivel más avanzado. En las pruebas de acceso compitió con 13 aspirantes belgas, y sólo ella fue elegida. Mónica Narbona, de 17 años, es parte de un nutrido grupo de jóvenes que, al terminar la carrera oficial de danza en España, salen a otros países para perfeccionar y, en muchos casos, para tener la posibilidad de bailar de verdad, de pisar un escenario.

Aunque en Amberes sólo hay otra bailarina española, Eva Ponte, de 16 años, todos los amigos más amigos" de Mónica se han ido: a Canadá, Bruselas, Nueva York, París.A pesar del tanto conseguido, es precisamente en Bélgica donde Mánica ha empezado a relativizar la importancia del ballet y, como dice ella misma se ha abierto a otras facetas y otras personas no relacionadas con la danza. "En España, todo lo que pensaba, hablaba o hacía era en función del ballet. Era sólo la Mónica bailarina. Ahora me he dado cuenta de que me estaba cerrando mucho y que una persona necesita expresar muchas más cosas y de más formas, expresar amor, miedo, enfado, dolor... Y hablar de todos los temas. De ropa, de películas, de chicos".

Mide 1,60 metros y pesa 43 kilos. Nació, un 18 de junio en Roma, de padre sevillano y madre madrileña. Ha vivido después en Sevilla y en Madrid des de los 14 años. Comenzó a bai. lar a los 10 "muy por hobby'; pero con el tiempo fue renunciando cada vez a más cosas "normales" con el objetivo de parecerse cada día un poco más a la soviética Makarova, su bailarina preferida. Ha estudiado BUP a distancia, y este año se examinará de COU en el consulado. A Mánica le gustaría seguir la carrera de Psicología.

Quien le ha enseñado prácticamente todo lo que sabe de ejercicios en media punta y punta ha sido el español Víctor Ullate, que fue primera figura de algunas coreograflas de Maurice Béjart. Ahora, en la escuela de Amberes, baila seis horas diarias: clásico, repertorio, jazz moderno, carácter (folclor de Europa oriental), drama y español con una profesora vasca Aparte quedan los ensayos para las actuaciones semanales. En febrero, Mónica comenzará con sus 22 compañeros de clase 25 representaciones de Cascanueces, de Chaikovski, por toda Bélgica. Maquillarse y salir al escenario es su gran pasión, "bailar para alguien que después te va a aplaudir". "Siempre me parece corto el tiempo y me quedo con ganas de continuar".

Exageradamente observadora y de sonrisa casi permanente, cree que la alegría con que se comportó en las pruebas fue decisiva para que la escogieran. "Como hablan en flamenco y no entendía lo que me decían, resultó todo muy gracioso, me reí mucho. Lo peor de todo fue animarme, porque la prueba era sin música". Sólo ocho jóvenes no belgas estudian el presente curso en esta escuela estatal.

El día más grande lo sueña como un paso a dos con Barishnikov en un escenario norteamericano bailando Don Quijote, de Minkus. Sin embargo, hay algo que le da miedo a Mónica Narbona, que sabe perfectamente que la vida de una bailarina es muy dura, porque, lo repite, se ha de renunciar a muchas cosas "normales". Le da miedo "dejar de bailar y encontrarme sola".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_