Los mileniales sueñan con Tejas Verdes

El clásico de Lucy Maud Montgomery se convierte en fenómeno viral gracias a Netflix. La obra, ilustrada ahora en español por Antonio Lorente, ha vendido 52 millones de copias

Dibujo de Antonio Lorente para 'Ana la de Tejas Verdes', editado por Edelvives.

El mismo día que se anunció que los platos rotos del divorcio entre Netflix y la cadena pública canadiense CBC los pagaría la cuarta temporada de Anne with an E comenzó una contraofensiva global. En pocos días se recaudó dinero suficiente para pagar anuncios en Times Square, en Nueva York, y en el centro de Toronto para instar a la continuidad de la serie. Casi un millón y medio de devotos del viejo mundo de Avonlea han firmado una petición en el mismo sentido en change.org. CBC y Netflix han recibido miles de tuits y comentarios que reclam...

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El mismo día que se anunció que los platos rotos del divorcio entre Netflix y la cadena pública canadiense CBC los pagaría la cuarta temporada de Anne with an E comenzó una contraofensiva global. En pocos días se recaudó dinero suficiente para pagar anuncios en Times Square, en Nueva York, y en el centro de Toronto para instar a la continuidad de la serie. Casi un millón y medio de devotos del viejo mundo de Avonlea han firmado una petición en el mismo sentido en change.org. CBC y Netflix han recibido miles de tuits y comentarios que reclaman la continuidad de los episodios de Ana Shirley, heroína del siglo XIX que nunca había removido tan a lo grande y al mismo tiempo como en el XXI. La aldea global ama Tejas Verdes, por más que algunos especialistas hayan maldecido los cambios introducidos en la serie por la guionista Moira Walley-Beckett, ganadora de un Emmy por Breaking Bad.

A pesar de que el clásico de Lucy Maud Montgomery, Ana la de Tejas Verdes, se publicó en 1908, la actual generación hipertecnologizada ha conectado masivamente con esa mezcla de ensoñación y espartanismo. En ese mundo sobrio y sacrificado, con estrictas reglas sociales, Ana se debate entre el encaje y la transgresión. Un pie en el XIX y una cabeza en el XX. La obediencia y el protofeminismo. La aceptación y la diferencia. “No ha cambiado tanto desde que se publicó hace 112 años por primera vez. El mundo de Ana está repleto de vida cotidiana: el hogar y el cariño, las flores y la naturaleza, la amabilidad y la tranquilidad, también las emociones tormentosas de niños y adultos. En su mundo hay tristeza y soledad, amor y aceptación. Todos estos temas continúan hoy y posiblemente son más importantes que nunca”, subraya por correo electrónico Kate Macdonald Butler, nieta de la autora de Ana la de Tejas Verdes. Aunque Netflix y CBC han forzado la novela, yendo a terrenos que no están en el original, ella defiende el resultado: “Ahondan en temas a los que se aludía en el texto original pero que no se destacaban. Hay algunos asuntos en la serie que no se mencionan en la novela, debían ser temas actuales aunque de difícil discusión en aquella época”. A pesar de las infidelidades del guion, Kate Macdonald Butler aprecia el impacto que ha tenido para forjar una nueva generación de lectores que ha buscado el original literario tras el descubrimiento audiovisual. Desde 1908 se han vendido 52 millones de copias de la novela. Un no parar. Se ha traducido a 34 idiomas y no ha cesado de llevarse al teatro, al cine, a la televisión y a los colegios.

La actriz Amybeth McNulty, en el centro, caracterizada como Ana Shirley en la serie de Netflix y la CBC 'Anne with an E'.

El dibujante Antonio Lorente acaba de ilustrar una nueva versión en español, publicada por Edelvives. Su Ana es romántica y moderna, incluso “algo surrealista”. Dibujarla le resultó más complejo que Peter Pan, otra de sus obras. “Ana empieza con 11 añitos en la novela y termina con 16. Ese crecimiento fue un gran reto, el tener que cambiar su aspecto físico y el del resto de personajes era algo a lo que no me había enfrentado nunca”, cuenta por correo electrónico Lorente.

Hacer travesuras

Puede que las claves de la universalidad y longevidad de Ana la de Tejas Verdes residan en lo que no es. Ni niña modelo ni niña demonio. Obedece y hace travesuras. Quiere cumplir unas normas y quebrar otras. Es una rehén de la imaginación, ese timón del romanticismo que ella utiliza como una puerta hacia la resiliencia. Si Ana ha sobrevivido a una sucesión de maltratos antes de llegar a Tejas Verdes ha sido gracias a una capacidad de ensoñación fuera de serie. Así que Ana es buena pero a veces hace cosas malas. Va a la iglesia pero se atreve a cuestionar sermones. Sueña con el amor romántico sin caer en la dependencia. Ana lee, hace teatro y escribe. Imposible juntar tres cosas más peligrosas para una preadolescente canadiense de hace más de un siglo.

Irradia luz pero viene de la oscuridad. “En el mundo real, a diferencia del literario, habría corrido un gran peligro de acabar embarazada y deshonrada, violada por los hombres de las familias en que la habrían colocado”, escribió Margaret Atwood en 1999, en un texto recogido como epílogo en la nueva edición española.

El desdén hacia los huérfanos ha desaparecido al tiempo que se extinguió el mundo de Avonlea. Y, sin embargo, su poder de atracción sigue vivo. “Parte de ese interés”, continúa Atwood, “tiene que ver con que parece ser un mundo más feliz e inocente, perdido hace tiempo y muy diferente al nuestro”.

Una atmósfera y unos personajes que Lucy Maud Montgomery, nacida en 1874 en una pequeña comunidad de la isla del Príncipe Eduardo, en la costa atlántica canadiense, extrajo de su propia vida: huérfana, soñadora, lectora febril, escritora precoz y maestra. Ana la de Tejas Verdes, su primera novela, es otro de esos éxitos que arrancaron con mal pie: estuvo dos años en un cajón tras sucesivos rechazos editoriales hasta que L. C. Page & Company la publicó en 1908. Y ahí sigue, 122 años después, coleccionando fans.

Retrato de la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery, a los 34 años, cuando publicó 'Ana la de Tejas Verdes'.
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