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Secuestro emocional en la Antártida

El gran reto físico y psicológico que afrontan Iñurrategi, Vallejo y Zabalza es todavía mayor por la convivencia extrema entre los tres alpinistas

Del ensayo general en Groenlandia, escala obligada antes de atreverse a cruzar la Antártida, Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza regresaron asustados. No fue el frío extremo, las palizas infernales, los problemas con las cometas o el hambre lo que les puso en guardia ante lo que sufren estos días: fue el desgaste emocional de la convivencia, su roce claustrofóbico, la novedad que les obligó a replantearse su viaje. Los tres son amigos hechos en la montaña, donde han superado escollos tremendos como la travesía del Broad Peak (8.047 m), en la que alcanzaron un punto de no retorno: o pisaban cima o caían en el intento, ejercicio de trabajo en equipo, de una lucha conjunta por sobrevivir que tiende puentes fraternales. Unos puentes que la Antártida vuelve a poner a prueba.

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Si todo discurre según lo planeado, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza seguirán la misma monótona rutina durante casi 80 días: tirar de un trineo de unos 150 kilos de peso cuando no hay viento; pelear con las cometas para que sus cordajes no se enreden y para que el trineo no vuelque; apurar así 10 o 12 horas al día y encerrarse en una tienda de campaña compartida para cenar y descansar otras 12 horas. No verán otra cosa que un blanco infinito o el color vivo de su tienda. No verán más caras que las suyas y solo el teléfono vía satélite les mantendrá conectados a otras voces. "En Groenlandia casi acabamos asesinándonos los unos a los otros", se ríe Vallejo. Nada que pueda romper su amistad, pero sí un problema que añadir a su aventura, que estos días transcurre con temperaturas de hasta 45º grados bajo cero.

"Desde el punto de vista de la convivencia, el mayor error en el que pueden incurrir es confundir el cansancio, que es un estado físico, con el enfado, que es una emoción. No deberían entrar en esa espiral: si un día reciben una respuesta airada del compañero deben pasar página sin darle importancia, relativizar, porque cuando implicamos las emociones es cuando viene el lío", explica Julieta Paris, psicóloga especializada en alto rendimiento deportivo.

Al otro lado del teléfono vía satélite, la voz de Mikel Zabalza suena metálica pero alegre: acaban de instalar la tienda y mientras uno calienta la comida, otro trabaja con el material gráfico y el tercero habla por teléfono. "Hemos estado varios días sin ver el Sol, con un frío tremendo, pero al menos ya vamos encontrando viento y el sábado recorrimos 72 kilómetros, nuestro récord", se felicita Zabalza. Lo cierto es que para recorrer sus primeros 500 kilómetros, el trío ha sufrido mucho más de lo esperado y ha tenido que abandonar la idea de escalar en la Tierra de la Reina Maud: avanzaban tan lentamente que el tiempo empieza a ser su principal enemigo, y más sabiendo que solo cuentan con comida para 70 días. ¿Se hacen largas 12 horas al día en una tienda de campaña? "La verdad es que no", asegura Zabalza, "porque después de cenar y acabar con el ordenador, caemos desmayados. Eso sí, la rutina es tremenda".

Julieta París asiente: "La rutina afecta de manera negativa porque altera la percepción del tiempo. Sería interesante que cada uno pudiese encontrar un momento de ejercicio concreto de visualización: tiempo para imaginarse en otras situaciones, con otras personas, en otros lugares. Cuando uno visualiza, el cuerpo no diferencia si está viviendo, recordando o imaginando. Imaginar algo bueno tiene un efecto muy positivo sobre nuestro estado físico. El esfuerzo de visualizar ayuda mucho a los secuestrados, por ejemplo, e incluso hubiese sido interesante que tuviesen preparado un diario de visualización para acudir a él cada día".

Al desgaste de la rutina se añade el cansancio. "Los días que hemos tenido que tirar del trineo como perros han sido espantosos. Un día anduvimos cerca de 10 kilómetros hacia un costado para encontrar un paso que nos permitiese sortear una grieta que tenía hasta 30 metros de ancho. Yo hay días que creo que no voy a tener fuerzas suficientes como para llegar al lugar donde montamos la tienda", confiesa Zabalza. Además, el cansancio es un arma de doble filo, explica Julieta París: "Cuando estás cansado, se pierden las habilidades sociales y uno es más elemental. El cansancio es como una borrachera: el que es alegre y bebe, es más alegre; el que es violento, se comporta con violencia, el que es gamberro, hace más gamberradas... El cansancio es un desinhibidor del córtex cerebral, apaga nuestra parte racional, y en consecuencia uno es mucho más emocional. El reto psicológico que los tres tienen ante sí es un asunto de gestión emocional".

A las seis de la mañana, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza desmontarán la tienda en el gélido exterior, ordenarán sus trineos, se calzarán los esquís y buscarán el viento que arrastre sus cometas. Como cada día, con el mismo horizonte de frente y a sus espaldas. Secuestrados en extenuante movimiento y sin consuelo a la vista.

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