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Salvaje atentado terrorista contra nuestro periódico

Angustiosa espera en el Francisco Franco

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, telefoneó ayer, sobre las tres menos cuarto de la tarde, a la Ciudad Sanitaria. Francisco Franco para interesarse sobre el estado en que se encontraban los tres compañeros de EL PAIS heridos en el atentado. A media tarde, alrededor de las cinco, volvió a repetirse la llamada de Presidencia para conocer la evolución de los heridos. Según pudo saber EL PAIS, existía gran preocupación en el palacio de la Moncloa por el atentado.Ante la entrada de la sección de urgencia de la ciudad sanitaria, los familiares de los heridos esperaron ansiosamente noticias durante largas horas. La tensión v el dolor eran patentes entre los que se encontraban a la espera, trabajadores del periódico y periodistas de otros medios.

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Allí estaban también el director del periódico, Juan Luis Cebrián; el presidente del consejo de administración. José Ortega; el consejeros delegado. Jesús Polanco, y miembros de la dirección administrativa de EL PAIS. Varios consejeros de PRISA hicieron acto de presencia en la ciudad sanitaria.

Cerca de cuatro horas duró la intervención quirúrgica a que fueron sometidos Juan Antonio Sampedro y Andrés Fraguas. Tres equipos médicos tuvieron que operar simultáneamente. A las dos y diez minutos del mediodía, el doctor Salas, subdirector del Francisco Franco, comunicó que el estado de Juan Antonio y Andrés era gravísimo, especialmente en el segundo caso. Cuando estos dos compañeros llegaron a los quirófanos el estado del primero de ellos parecía más preocupante, prácticamente sin manos y con el estómago fuera. Sin embargo, las heridas internas de Andrés, los dos pulmones perforados por esquirlas de madera y encharcados de sangre hacían que su estado fuese lamente alarmante y obligó a que se le practicasen dos drenajes para evacuar la sangre.

Poco después de tener conocimiento del final de la intervención apareció Carlos Barranco, el tercer herido en el atentado. Se sentía nacer de nuevo; medio en serio, medio en broma se había precipitado debajo de la mesa del despacho de Sampedro. «¡Esto es una bomba!», dijo, tirándose al suelo. Inmediatamente explosionó el artefacto y la mesa le protegió. Al verle, presentaba pequeños rasguños en la cara, tenía dificultad para oír y le dolían los ojos, que tuvo que protegerse con vendas al salir a la calle.

Poco antes de abandonar el Francisco Franco para trasladarse a la Dirección General de Seguridad a prestar declaración, se presentó el vicepresidente de la Diputación Provincial de Madrid, Leopoldo Matos, que saludó personalmente a Carlos. En la ciudad sanitaria se recibieron llamadas del gobernador de Madrid. Juan José Rosón y del alcalde de Madrid. José Luis Álvarez interesándo se por los heridos.

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Durante la tarde, el estado de Juan Antonio y Andrés no ofreció variaciones, seguían gravísimos. Andrés tenía los pulmones prácticamente colapsados. Juan Antonio recobró el conocimiento, tras recuperarse de la anestesia y recibió la visita de su esposa, con la que pudo conversar algunos minutos. Dijo que le dolían las manos y preguntó si aún las tenía. En la operación. los médicos tuvieron que amputarle una de ellas y la otra la tenía araveniente afectada. Tenía la cabeza vendada y los médicos no se aventuraban a pronosticar si perdería totalmente la visión. La ángustia de los familiares subía conforme iban pasando las horas.

Miembros del comité de empresa de la ciudad sanitaria se ofrecieron voluntarios para colaborar en donde se les necesitase. En los pasillos del Francisco Franco, conserjes, mujeres de limpieza, personal del centro, el atentado era tema central de conversaciones.

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