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Dos genios se encuentran

Orson Welles se encontró con Antonio Ordáñez, y eran dos genios, cada uno en lo suyo. Seguramente ellos lo sabían también y habrían de contemplar el arte ajeno admiratíva,mente, tanto como les poseería la autos atisfacción de que el otro genio era incapaz de reaflzar-el arte propio ni aun mal. ¿Ordóñez comunicando al auditorio la aterradora crispación epiléptica de un 0telo mordido por los celos! ¿Welles estremeciendo vísceras cordiales al metamorfosear en suave cadencia la acometida fiera del toro? No me diga.Se encontraron e hicieron amistad. Eso sabemos ahora. Porque encuentros, mutuas lísonjas, copeos, tuvieron muchos ambos famosos, entre sí y con otros famosos, sin que cupiera deducirse amistad de esos encuentros. 0 al menos tanta qué uno llegara a querer que le enterraran en casa del otro. Y de tales extremos, el aspecto que más maravilla es que un torero acepte en su casa las cenizas de un muerto. Las supersticiones son casi tan fuertes como la religión en gran parte dé los toreros.

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Entierro intimo de las cenizas de Orson Welles

Una vez, un periodista le planteó a Ordóñez cómo afrontaría, si llegara a aquejarle, la soledad; una angustia que, hasta ahora, le es desconocida, para su bien. Y no quiso hablar del tema: "Déjelo, no hablemos de ello siquiera, pasemos a otra cosa". La soledad, la muerte. Para un torero son cuestiones inabordables; el mal Jario, ni mentarlo. Y sin embargo, este torero, en este momento preciso de su vida, acepta el símbolo de la muerte, lo asume, lo acoge en su propio hogar, lo convierte en acontecimiento.

Hay fotos de Orson Welles con Antonio Ordóñez, hay referencias de que estuvieron juntos, pero no hay testimonios de amistad profunda. Sí los hay, en cambio, de la amistad profunda de Ordóñez con Hemingway, incluso con Gilbert Roland, de quien dijo en una entrevista que era su mejor amigo porque le salvó la vida cuando sufrió una cornada en México.

A Orson Welles, que era un esteta y tenía metida en el alma la gran escenografia de la vida, debió quedarle grabado con indelebles trazos el cuadro de la tauromaquia, su drama convertido en estética, la figura paradigmática de esta recreación del juego de la gloria y la muerte que fue durante su época dorada -y aún lo sigue siendo en el recuerdo- Antonio Ordóñez: torero valiente entre los más valientes que jamás hubo; torero especialmente dotado para engrandecer ese juegoá la categoría de arte; torero contradictorio y temperamental, en cuyo carácter caben todas las gamas de la condición humana, desde la soberbia a lahumildad, desde la ternura a la agresividad hiriente.

Hubo de intuir Orson Welles, cuando manifestó dónde habían de reposar sus cenizas, que en ese carácter contradictorio del torero la generosidad es el valor dominante sobre todos los demás, o el legado habría sido otro. Extraña, sin embargo, que los albaceas hayan tardado tanto en cumplirlo. No obstante, ésta puede ser distinta temática, que en nada desdice lealtades y afecXos. Ayer pudo ser el día luminoso que fijaron los augures para el reencuentro de los genios; ayer pudo ser el día luminoso de las exclusivas y las promociones, en cuyo caso miel sobre hojuelas.

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