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Tribuna:Elecciones 3 de marzo
Tribuna
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La noche del sábado

En una pieza de este nombre, a mi juicio muy representativa de su talante, Benavente formuló todo un programa: "No pongas en tu obra ni un, adarme de pensamiento". Tan sugestivo proyecto está en trance de realizarse en la presente campaña electoral, donde cualquier atisbo de ideas ha sido sustituido por el enfrentamiento entre la tautología y la descalificacíón.¡Y no será porque las condiciones objetivas no reclamaban algo distinto! Por una parte la notabilísima mejoría de la situación económica por todos reconocida y la lógica aspiración de los grandes partidos políticos a ganar el voto centrista, permitía esperar una objetivación en los mensajes y una moderación en las actitudes, algo ciertamente distinto de la permanente y siempre incumplida enfática afirmación de ser moderados. De otro lado, los grandes problemas que el nuevo Gobierno deberá afrontar después de las elecciones -reformas institucionales como la electoral, pactos autonómicos, correcciones estructurales de la economía necesariamente negociadas, etcétera- aconsejaban a todos y especialmente a los posibles vencedores, lanzar, no de palabra sino con hechos, cuantos puentes fuera posible para facilitar, al día siguiente de los comicios, el establecimiento de amplios consensos políticos capaces de pilotar consensos sociales aún más amplios. La democracia es conflicto y servicio y si se hipertrofia lo primero se dificulta sobremanera lo segundo.

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Para esto precisamente sirven las ideas. Para establecer las bases objetivas de un acuerdo. Y, lo que es tanto o más importante, para no pelearse sobre las personas, los afectos y las palabras. Especialmente las palabras de presa, todas pico y garras, cuya jaula los españoles harían bien en cerrar de una vez.

Pero desdichadamente se está siguiendo el camino contrario, especialmente por los grandes partidos. De un lado el PP, después de seis años de acoso, derribo e improperio, ha optado por no contestar y ni siquiera debatir. Se limita a afirmar y enfatizar sus propias afirmaciones, reducidas éstas al enunciado de metas deseables, sin, por supuesto, explicitar nunca los medios, los plazos, los costes y las prioridades que, por definición, han de suponer postergaciones. Lo demás es tautología que nadie puede negar, puesto que incluye el predicado en el sujeto, pero que nada nuevo quiere decir.De otro lado, el PSOE, tras más de un lustro de andar a rastras de los acontecimientos y de su explotación por par te de la oposición, se ha lanzado a una campaña a la contra que se limita a descalificar de manera bastante burda a sus oponentes.- Ni una sola nueva idea, sino tan sólo los viejos fantasmas y la vieja retórica... y un sinnúmero de errores y torpezas. No hablo, claro está, de IU, a la que no sobran ideas, pero sí la más anacrónica y arbitrista de las ideo logías. Por tales vías lo más probable es que los socialistas no consigan la movilización del voto que dicen les haría falta para ganar a las encuestas y que los populares venzan ampliamente, aunque no convenzan. Desde un punto de vista mecánico, la solución no está mal. Pero la política con mayúsculas es algo más que mecánica electoral. Para dar un fruto algo más sazonado que el turno (¿pacífico?) de los partidos, necesita comprometer a los ciudadanos, esa especie animal que se mueve por los intereses comunes que las ideas políticas están llamadas a explicar y generalizar. Que en la democracia representativa otorgan un mandato electoral expreso para afrontar una situación grave como la que, según todos dicen, vivimos los españoles.

Pero en esta campaña se les convoca, mediante consignas, al cambio o a la continuidad, sin abundar en su contenido. Se les hace votantes siempre resignados. Para quienes aspiran sólo a ganar o, lo que es lo mismo, a seguir aun después de perder, eso basta y sobra. Pero el Gobierno democrático de la mañana siguiente necesitará de una ciudadanía despierta. Y eso no se improvisa.

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