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TOUR 2000 16ª etapa

La última reverencia de un bravo aragonés

Carlos Arribas

Fernando Escartín es un hombre Tour que aprendió después de muchos años de aprendizaje que en la carrera francesa no hay grandeza (y con ella el triunfo, la popularidad) sin riesgo. Hay que atreverse a ganar para ganar. Lo vio en el 99, cuando a su gran triunfo pirenaico (ataque lejano) en Piau Engaly le venía adherido un puesto en el podio de París. Lo quería volver a ver en el Tour 2000. "Y llegué a los Pirineos, tuve un desfallecimiento y aparecieron de repente los Beloki, Heras, Mancebo... y parecía que yo ya no existía", contaba ayer Escartín, satisfecho de su intento rompedor, triste por lo poco fructífero que resultó. "Y no es eso. Siempre ha habido gente nueva que se revela en el Tour".No. Escartín no se sentía amargado. No era el viejo al que los jóvenes dejan de lado; la reliquia a la que la prensa sólo acude por compasión. No. Escartín, después de ayer, aunque sea el tercer mejor colocado de su equipo es octavo en la general. No. Su Tour no es el de un fracasado. No. Su ataque de ayer detrás del Pirata que rompió los esquemas de todos los tácticos no fue un ataque de rabia, soberbia u orgullo mal medido. No fueron los celos del Pirata hacia Armstrong. No. El suyo fue un ataque de honor. "Salí porque no podía irme del Tour así", explicó. "Era mi última oportunidad, la última etapa de montaña. Había que morir matando". Fue, así, una última reverencia, un homenaje a la carrera que le ha hecho sentirse campeón.

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Fue un ataque mal medido. Un ataque desmedido. Un ataque sin futuro. "Sabía que no podíamos llegar porque veíamos que no nos dejaban. No nos dejaban subir la ventaja del minuto". Pero no fue un ataque sin sentido. Ni alocado. Fue, finalmente, un ataque provechoso. Armstrong, el que se negó a que aquella aventura con Pantani llegara nunca a destino, pagó su pecado de soberbia. Acabó, por culpa de Escartín también, y según propia descripción como un púgil salvado por la campana. Así, Escartín, en su ataque de honor dejó la etapa, la grandeza, el podio, todo lo que él consiguió en su sexto Tour, al alcance de su compañero de equipo, Roberto Heras. Sembró para que el de Béjar cosechara ya en su primer Tour. Una caída lo impidió.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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