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La ausencia del artista

Eduardo Chillida ha estado ausente en los actos de presentación de su gran proyecto de Zabalaga. En su nombre han hablado, ante los medios de comunicación, su esposa y sus hijos. Los problemas de salud que ha arrastrado en los últimos dos años le han relegado al refugio de la casa familiar de la ladera de Igeldo, en San Sebastián, ajeno a un barullo público que nunca le ha gustado. "La pena es que Eduardo no esté aquí con nosotros", lamentó ayer Pili Belzunce. Su esposa explicó con delicadeza que el escultor "no es el mismo que ha sido". En vísperas de la inauguración de su gran exposición antológica en el Museo Reina Sofía de Madrid en diciembre de 1998, el propio artista reconocía que estaba luchando por vencer la depresión que le afectaba.

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Sin embargo, su salud ha seguido empeorando. "La depresión siempre trae cola", continuó Belzunce. "Le ha alejado del mundo en el que estamos todos nosotros". La familia repite su compromiso por seguir las pautas del escultor. Y en su lugar se oye a Belzunce. "Siempre hemos estado unidos en todo", dijo. "Seguimos siendo una sola voz".

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