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Un paso atrás de 400 años

Hasta el 1 de enero de 2001 se tuvo en el Colegio de Corpus Christi de Valencia como valores el entrar en el refectorio antes que el rector e incluso ayudar a los sirvientes a poner las mesas. Hasta el 1 de enero durante las comidas fue el diálogo, pausado y sin gritos, un valor, en un mundo en que tan poco se habla y dialoga. Hasta el 1 de enero el cobijar obispos en el Seminario del Patriarca Ribera se consideraba enriquecedor. Con el cambio de milenio, de nuevo, seminaristas y superiores, como párvulos, esperan y saludan la llegada del rector. De nuevo, se come en monacal silencio, roto por la anacrónica monotonía de la lectura, desde el púlpito, de las Constituciones (reglamento del Colegio), elaboradas por san Juan de Ribera, aprobadas por el papa Clemente VIII y tenidas, en la 'Casa', casi como un apéndice de la Biblia. Y, por primera vez, a los obispos, considerados 'huéspedes', se les expulsa sin contemplaciones.

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Una norma en desuso de 1610 sirvió para expulsar al obispo Sanus de su residencia

Ese día era el primero del mandato del nuevo rector de la antigua institución. Había sido elegido 'por havas con todo secreto', como manda el capítulo IV, 3, de las Constituciones de 1610 del santo arzobispo paladín de Trento, la 'víspera de la Circuncisión'. El Colegio ha de ser gobernado por seis colegiales sacerdotes perpetuos a los que el patriarca Ribera otorga 'todo el poder que tenemos y de derecho podemos y devemos dar (Cap. IV,2)'. La muerte, enfermedad, la falta de dos meses para la plenitud de derechos de un colegial y el agotamiento por parte de otro de los dos trienios máximos de rectorado hizo que obtuviera sólo dos votos y que, por primera vez, un aspirante se votara a sí mismo, a pesar de que no podía ser elegido otro colegial. Así asumió el rectorado Joaquín Pascual Torró, nacido en Cocentaina, como el obispo Reig de Castellón, en 1939 y secretario y profesor de la Facultad de Teología, sin otro programa ni pretensión que 'hacer cumplir al pie de la letra y con esmero', por encima de todo, unas normas de hace 400 años. Unos estatutos, que, al quedar obsoletos tuvieron que ser reformados, en parte, aunque sin adaptarlos a las disposiciones del Vaticano II, ya en 1964, por 'las tres uves', los tres más eminentes colegiales de los tiempos modernos: Ignacio Valls, Antonio Vilaplana y Vicente Vilar. Sin embargo, el precario rector Pascual no acepta ni esta tímida reforma e insiste en que 'su única obligación es hacer cumplir las Constituciones, que hace treinta y siete años que se vulneran', es decir, desde aquel decreto modificador del arzobispo Olaechea.

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