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'La manipulación podrá sustituir al entrenamiento'

José Antonio López Calbet, de 39 años, fisiólogo de la Universidad de Las Palmas, colabora desde hace años con el danés Bengt Saltin, para muchos el padre de la fisiología del ejercicio, en el Centro de Investigación Muscular de Copenhague, uno de los lugares de referencia mundial. Investigador concienzudo y curioso profesional, Calbet mezcla expectación y escepticismo cuando habla de las puertas que la publicación del genoma humano abre al deporte de alto rendimiento.

Pregunta. ¿Cómo puede afectar este descubrimiento a la ciencia del deporte?

Respuesta. Ya sabemos que el ser humano tiene unos 30.000 genes, pero nos falta lo más importante. Ahora se trata de identificar los genes ligados al rendimiento.

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P. Está avanzada la investigación en este ámbito?

R. Se conocen algunos de esos genes, pero aún no los principales. Hay científicos en ello, como el canadiense Claude Bouchard, que está mapeando cromosomas buscando genes ligados al consumo máximo de oxígeno, que es la clave en los deportes de resistencia. Sin embargo, aún no ha identificado ningún gen determinante.

P. Pero desde hace años se habla de un gen del rendimiento y de la resistencia...

R. Sí, se investiga sobre el enzima conversor de la angiotensina, el ACE, cuyo gen, según Hugh Montgomery, lo expresan más algunas personas con más capacidad de resistencia. Pero hay un par de problemas. Primero, que no se sabe cuál es el mecanismo que vincula una mayor resistencia a una determinada forma del gen ACE. Segundo, que también existen deportistas de élite que no expresan esa forma del gen.

P. No parece muy alentadora su visión de la investigación...

R. El rendimiento deportivo es multifactorial, por lo que va a ser muy difícil identificar cuáles son los genes necesarios para ser una campeón. No obstante, últimamente se han publicado descubrimientos muy interesantes. Se ha constatado, por ejemplo, que la capacidad de resistencia se hereda en gran parte a través de la madre. Así que se puede suponer que los futuros talentos habrá que buscarlos entre los hijos de mujeres atletas de élite. Esto es porque la resistencia va ligada a las mitocondrias, el motorcito que hay en los músculos donde se quema la glucosa y se convierte en energía. Y las mitocondrias las hereda el niño de la madre.

P. Una vez conocidos los genes importantes, ¿qué se puede hacer con ellos?

R. Ya hay investigaciones en las que se ha transferido el gen que sintetiza la eritropoyetina a animales, que lo expresan en los músculos directamente. Han logrado que algunos simios alcancen un hematocrito del 70-80%. Teóricamente, entonces, se puede hacer en humanos, pero es muy difícil de controlar, entre otras cosas porque el vector (el taxi que transporta al gen modificado hacia su destino en el organismo) que se utiliza para inocular al gen es un virus y, una vez introducido un virus en el cuerpo, el cuerpo se defiende de él, con lo que se perdería el efecto buscado.

P. Esa inyección les encantaría a los deportistas de resistencia...

R. Sí, es algo que el deportista puede lograr ahora con inyecciones de EPO, que presentan una gran relación dosis-respuesta y, por lo tanto, fácil de controlar.

P. Sí, pero pronto se detectará la EPO exógena y darán positivo.

R. Si se le inocula el virus de la EPO, el gen que regula la expresión de la EPO, el deportista nunca daría positivo: sería su propio organismo el que produjera la EPO y, por tanto, no detectable.

P. ¿Existen más posibilidades en la actualidad para aumentar el rendimiento a través de la manipulación genética?

R. Se investigan técnicas que permiten aumentar la expresión de un gen que controla el crecimiento de los capilares, o sea los vasos sanguíneos de alrededor de cada fibra muscular, por donde llega al músculo el oxígeno, la glucosa, etc. Pues bien, se ha conseguido con éxito aumentar la expresión de VEGF (factor de crecimiento endotelial), con lo que los músculos incrementan el número de capilares a su alrededor y mejora la capacidad de resistencia.

P. Casi podrán salir deportistas hechos del laboratorio...

R. Todo el conocimiento de los mecanismos de adaptación al entrenamiento se basa en la activación y la represión de genes. Y cuando se conozca qué papel juega cada gen se podrá sustituir el entrenamiento por la manipulación genética.

P. ¿Y podremos cambiar nuestros genes?

R. Otra posibilidad es conseguir que un gen presente en el ser humano, pero reprimido, vuelva a expresarse. Por ejemplo, se ha encontrado expresión de las fibras IIb, fibras musculares rapidísimas, en los músculos de la laringe. Así se sabe que están en el genoma humano. Por tanto, los músculos esqueléticos disponen de ese gen, pero no lo aprovechan. Cabe imaginar una técnica de manipulación genética que provoque la expresión de ese gen y aumente la velocidad de contracción de los músculos sin necesidad de un entrenamiento especial.

P. Y se supone que esto es sólo el principio...

R. Cuando se tenga conocimiento de la regulación de cada gen se podrá activar, reprimir o abolir su actividad, pero aún estamos a un mundo. Estamos en temas de genética como en conocimiento del cuerpo cuando, en el Renacimiento, Vesalio publicó el primer tratado de anatomía. Pero lo que tardó entonces siglos ahora sólo nos tomará décadas.

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