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Reportaje:

Tras las huellas del arte robado

El robo de los cuadros de Esther Koplowitz, hace un mes, no se parece a ningún otro investigado en España

Patricia Ortega Dolz

Estanterías llenas de ficheros, repletas de fotografías de auténticas obras de arte. El archivo de la Brigada Policial de Patrimonio Histórico es un verdadero catálogo de piezas artísticas. Más de 3.500 piezas, entre las que ahora se encuentran también El columpio, de Goya; Las Tentaciones de San Antonio, de Brueghel, o Guitarra sobre una silla, de Juan Gris. Estos tres últimos y otros 16 cuadros más correspondían a la colección que Esther Koplowitz guardaba en su lujoso ático del madrileño Paseo de la Habana y que fueron robados el pasado 9 de agosto. Hoy se cumple un mes de aquello y el misterio sigue latente: ¿Quiénes podrían ser los autores del robo?, ¿dónde podrían estar esas piezas valoradas en miles de millones de pesetas?

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La investigación continúa abierta con un estricto secreto de sumario. Sin embargo, las extraordinarias características del robo (amordazaron al vigilante, eligieron escrupulosamente las piezas y las desenmarcaron con sumo cuidado) arrojan algunas pistas.

En España, existen unas 10 bandas dedicadas al robo de obras de arte, según la Guardia Civil, pero su modus operandi está claro: 'Su objetivo fundamental son iglesias y ermitas, están formadas por un máximo de cuatro personas de origen español con antecedentes en este tipo de delitos, no suelen actuar con intimidación y son poco cuidadosos con las obras, hasta el punto de que se han encontrado verdaderas maravillas destrozadas en los techos de uralita de poblados chabolistas', explica el comandante Antonio Cortés, responsable de la Unidad Central Operativa de Patrimonio Histórico, en la que también se acumulan cerca de 4.000 robos sin resolver. 'El caso Koplowitz no tiene parangón con nada', agregan fuentes de la Brigada de Patrimonio Histórico. 'Ese modus operandi es más propio de las bandas italianas o suecas', concreta Cortés.

Parece claro que se trata de una operación dirigida por bandas extranjeras con un informador en España que conocía perfectamente el sitio y el estado del lugar del robo (por entonces en obras). De ahí que la policía mantenga una incisiva investigación sobre un grupo de 50 personas cercanas a la víctima.

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Las primeras hipótesis que se barajaron eran dos: o se trataba de un robo por encargo o los ladrones pedirían un rescate. Policía y Guardia Civil descartan el primer caso porque consideran que es un mito: 'El coleccionista que paga para obtener unas piezas determinadas sólo existe en las películas'. Y, hasta el momento, nadie ha pedido ningún rescate. ¿Cuál puede haber sido entonces su destino?

'Lo primero que intentarán los ladrones será alejar la obra del lugar del delito, la tendrán dormida (oculta) un tiempo -mínimo seis meses- y, tarde o temprano, tratarán de cristalizarla en dinero', comentan fuentes de la policía. 'El que ha cometido el robo no es quien va a colocar la obra, pero sí tendrá un destinatario: un intermediario que conoce el origen ilícito de la obra (receptador, en el argot). Éste pagará siempre muy por debajo de su valor y será el primer eslabón de una larga cadena. Cuanto más subterráneo es el mercado menor es el valor de la obra, pero en algún momento entrará en el mercado oficial, que es donde puede adquirir su máximo valor', explican las mismas fuentes. Anticuarios en los que obras auténticas con firmas borradas se venden como falsas, ferias de antigüedades y cajas fuertes de bancos suizos son ahora, según los expertos, sus destinos más probables. El tiempo -ahora se están recuperando piezas robadas hace 15 años- y los múltiples receptadores terminarán 'blanqueando' la pieza. Siempre habrá un último destinatario que desconocerá su procedencia ilícita y volverá a sacarla a la luz.

<i>La caída del burro</i>, de Goya, robado el 9 de agosto en casa de Esther Koplowitz.
La caída del burro, de Goya, robado el 9 de agosto en casa de Esther Koplowitz.

El misterio de la procedencia

'Asunto: recuperación. Talla de madera Eboniza; representa La virgen en majestad, siglo XII. Recuperada en mayo de 2000 por la Brigada de Patrimonio Histórico. Iba a ser subastada en la sala Fernando Durán y fue robada en la iglesia de Saint Garvacy (Francia) el 18 de junio de 1983'. Es la ficha policial de una obra de arte, acompañada de una fotografía en blanco y negro. La pregunta es: ¿cómo puede aparecer una pieza robada en el catálogo publicado por una sala de subastas? 'No hay ninguna ley que obligue a informar de la procedencia de una obra de arte. No hay más que ver un catálogo de una sala de subastas: sólo pone el título de la obra, las medidas y el precio de salida. Eso ayuda a que se pierdan las pistas y es lo que aprovechan los delincuentes para dar salida a obras robadas', dice Gonzalo Millán del Pozo, presidente de la Fundación para la Protección y la Difusión del Arte. 'La ley ampara así a las insensibles bandas de ladrones, que manejan las obras como acciones de bolsa', agrega. El director de la sala de subastas Ansorena, Jaime Mato, explica que todas las precauciones, en ese sentido, consisten en tomar los datos de la persona que entrega una obra para subasta y en mandar mensualmente el catálogo a la policía, y asegura que el 90% de las piezas subastadas provienen de particulares. 'Para ejercer un control real, sería necesario que cada obra llevase su pasaporte, es decir, un certificado que recogiera los datos de sus dueños anteriores', comenta uno de los agentes que investiga el caso de Esther Koplowitz. El 20 de junio, la Guardia Civil recuperó un foujita robado cinco años antes en una exposición de Barcelona y que se hallaba en venta en un anticuario. Las investigaciones condujeron a un tipo que declaró haberlo encontrado 'casualmente' en un basurero. Ahora un juez tendrá que comprobarlo.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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