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Historia de un desertor

Francisco Peregil

Dos situaciones concurrieron ayer en la frontera paquistaní. Y ambas informan sobre la situación en Afganistán. En primer lugar, la policía a caballo paquistaní, por primera vez en su historia, tuvo que traspasar su territorio y adentrarse en la zona afgana para implantar el orden entre los refugiados afganos que querían pasar a Pakistán. 'La policía de los talibanes no está aquí para mantener el orden', declaró un oficial paquistaní.

El segundo hecho guarda relación más directa aún con el estado del Ejército talibán. El talibán Haji Mula Dad Muhammad, de 32 años, casado y con dos hijos, escondió ayer sus armas, dejó su puesto en el poblado de Spin Boldak y cruzó la frontera hacia Pakistán. Haji Mula estuvo desde los inicios, en 1994, al lado de los talibanes. Condujo tanques, pilotó aviones y luchó cuerpo a cuerpo más de cincuenta veces. Sin embargo, ayer desertó sin ningún remordimiento de conciencia. Cogió todo lo que pudo, se montó en el coche de un primo y salió en dirección a Quetta, en Pakistán, donde le aguardaba su familia.

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Traía el coche de su primo lleno de mantas, sacos de leche en polvo, gasolina y otros víveres que había conseguido robar del propio campamento. 'La gente está pasando mucha hambre. Sabíamos que las tribus pastunes iban a venir a luchar a Spin Boldak, y anoche les dije a mis hombres: 'Si vosotros queréis luchar, lucharemos hasta el final. Si no, nos vamos todos a casa'. Eran unos cincuenta. Estuvieron decidiéndolo por la noche. Por la mañana me dijeron que no les importaba luchar, pero muchos tenían sus casas y sus familias en el camino del pueblo de Tajtapul, que está tomado por los pastunes. Si había lucha, la vuelta a casa sería casi imposible. Así que cada uno escondió sus armas donde pudo y se marchó'.

Haji Mula estaba al cargo de un almacén donde se guardaban los productos que la población protalibán paquistaní había enviado desde el 11 de septiembre. 'La población, al darse cuenta de que nosotros nos íbamos, se abalanzaba sobre la comida. Intentamos controlar el desorden con tiros al aire, pero era imposible'.

¿No teme el desertor represalia de sus superiores? 'No, porque yo había hablado con mis jefes de Kandahar. Y ellos me habían dicho que, si las cosas se llegaban a poner serias, que nos disgregáramos y nos fuéramos cada uno a nuestra casa'.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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