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Los obreros de Le Pen

El 18,4% de los habitantes de Calais, un feudo comunista, votaron al candidato ultra. Su alcalde le echa la culpa a la televisión

La geografía electoral depara sorpresas. La ciudad de Calais, 78.000 habitantes, en el norte, junto a la frontera belga y ante la costa británica, la mayor en la actualidad con un alcalde comunista, situó el pasado día 21 en primer lugar entre los candidatos a la presidencia al ultraderechista Jean-Marie Le Pen.

¿Cómo se explica tal oscilación electoral? 'Sencillamente, porque Calais es una ciudad francesa. Si Le Pen sólo hubiese obtenido el 18,4% aquí, yo me sentiría obligado a dimitir pero, desgraciadamente, no es así y ha conseguido incluso más votos en muchos otros lugares', dice Jacky Hénin, alcalde desde el 2000 y elegido con el voto del 58% de sus conciudadanos.

En el bar vecino al Ayuntamiento, feudo de los escasos ultras reconocidos de la ciudad, Bernard no opina igual: 'El éxito de Le Pen permitirá acabar con un régimen que dura desde hace 21 años. Le Pen es la solución para resolver los problemas de inseguridad y violencia'. Lo de los 21 años hace referencia al primer triunfo presidencial del socialista Francois. Mitterrand.

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Para Jacky Hénin, la demagogia ha dominado los últimos comicios. 'En Calais, en concreto, la violencia ha disminuido y en el conjunto de Francia no han progresado los delitos de sangre. El problema lo explica muy bien la reacción de una mujer mayor que vive en un pueblecito de los alrededores, un lugar en el que nunca ha pasado nada, en el que no vive ningún extranjero. Había votado a Le Pen porque después de ver en la televisión todo lo que pasa no podía hacer otra cosa'. Chirac, Le Pen y los medios de comunicación serían pues culpables de haber fabricado un clima de inseguridad sin fundamento real.

En la redacción del diario local, Nord Littoral, los periodistas que siguen la actualidad política manifiestan su sorpresa: 'El Frente Nacional no tiene cabeza visible en Calais, no tiene local, una permanencia, es un partido inexistente, y eso no le ha impedido cosechar votos'. En el bar, otro frontista, Robert, en el paro, cree saber que 'los franceses desean que las cosas cambien y están hartos de políticos corruptos y marrulleros'.

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El alcalde Hénin, sin querer, admite la mala imagen de la clase política cuando 'se quita el sombrero para saludar el gesto de dignidad de Lionel Jospin, que ha sabido dimitir cuando ha visto desautorizada su política, algo que muy pocos hacen en este país'. En su opinión, 'lo que ha fallado es todo el sistema político, un Gobierno de izquierda que ha conducido una política liberal, un Partido Comunista que no ha querido ser un apoyo exterior crítico del Ejecutivo y que paga ahora el verse asociado a una política que, a pesar de algunos éxitos, no ha respondido a la fuerte demanda social que se había expresado en el país en otoño de 1995 a través de grandes huelgas y en junio de 1997 a través de un voto que hizo posible el gobierno de izquierda plural'.

El consejero regional del Frente Nacional, Philippe Bernard, coincide en parte con el análisis: 'El PS y el PCF se han alejado de su base electoral al sostener un discurso que nada tiene que ver con las realidades de un gran malestar social. Ese electorado se ha sentido huérfano y hoy se identifica con nuestros temas'. Una joven redactora de Nord Littoral constata que 'tras el voto del día 21 hay mucha gente que intenta justificar el éxito del FN, que habla de inmigración, de violencia, que cree que el centro de refugiados de la vecina Sangatte hace que muchos descubran las razones del racismo'.

Hénin repite que 'en París creen saberlo todo y tratan a la provincia como si estuviese poblada por palurdos que aún llevan la mierda del establo pegada en los zapatos. En Francia hay 700.000 personas que han trabajado 40 años y que no pueden jubilarse porque aún no han cumplido la edad legal. En Francia, Danone puede cerrar una fábrica porque no consigue beneficios de dos dígitos. Un Gobierno de izquierda tiene que legislar contra esto. Querer es poder y el Gobierno de Jospin no ha querido'.

Si Le Pen llegó en cabeza en Calais en el momento de las presidenciales, superando a Chirac y Jospin, eso no debiera repetirse en las legislativas. 'La izquierda ganará aquí', dice tranquilo Hénin. 'Es mayoritaria y volverá a serlo. El voto real de la extrema derecha pesa un 5%, el resto es fruto de la irritación. Y corremos el riesgo de vivir una nueva cohabitación porque la derecha democrática parece no haber entendido nada y hoy vemos cómo algunas de sus figuras no tienen otra preocupación que discutir quién será primer ministro'.

Un cartel de Jean-Marie Le Pen, en la ciudad francesa de Calais.
Un cartel de Jean-Marie Le Pen, en la ciudad francesa de Calais.DANIEL MORDZINSKI

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