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Entrevista:Miguel Fernández-Cid

'Formamos la colección como una tela de araña, con lazos en común entre las obras'

El espléndido edificio del portugués Álvaro Siza se ha convertido en pocos años en un centro activo y corazón de la vida artística gallega. Inaugurado en diciembre de 1993, aunque sus actividades continuadas empezaron realmente un año después, el CGAC es más un centro de arte que un museo, aunque tiene una creciente colección de obras que se van exponiendo en las salas. Después de una etapa inicial en la que se marcaron las líneas de compromiso del centro gallego tanto con el arte más internacional como con los nuevos artistas de la región, dirigido por Gloria Moure, llegó a hacerse cargo en 1998 el crítico de arte Miguel Fernández-Cid (Pontevedra, 1956).

PREGUNTA. ¿Cuál es la idea de hacer de un centro de arte también un museo de arte contemporáneo?

'Los artistas asumen como un reto los problemas funcionales que les plantea el edificio'

RESPUESTA. El CGAC, en efecto, no es un museo sino un centro de arte contemporáneo. Sin embargo, los que trabajamos aquí muchas veces hablamos de museo y sabemos que, ya que hasta ahora en Galicia no hay un museo de arte contemporáneo con programación estable y continuada, hay ciertas funciones que cubrimos nosotros. A mi llegada aquí me planteé que un centro como éste, con un poquito más de imaginación, ya que no contábamos con un presupuesto específico para adquisiciones, podría empezar a hacerse con un patrimonio. Empezamos a pensar en la conveniencia, no de hacer una colección que intentara explicar el arte de las últimas décadas sino una colección que vaya contando de alguna manera la historia del propio centro.

P. ¿En qué momento empieza a gestarse la colección?

R. Hace unos años, la colección de la Fundación Arco se depositó en el CGAC, y a cambio el centro se comprometía a comprar cada año en la feria Arco por un importe no inferior a 15 millones de pesetas. La anterior directora, Gloria Moure, empezó a hacer las primeras compras en Arco. Cuando yo llego, el CGAC tenía cinco obras de artistas extranjeros y unas cuarenta de gallegos. De éstos, la mayor parte eran depósito de la colección de la Xunta de Galicia, de cuya Consejería de Cultura depende el CGAC. Ahora se ha ampliado mucho. En centros como éste surge la oportunidad de que los artistas hagan obras específicas y hay que plantearse con realismo las posibilidades de producir estos proyectos de acuerdo a nuestras capacidades, más allá de la posibilidad de poder adquirirlas después o no.

P. ¿Cuál ha sido la relación con la colección de la Fundación Arco?

R. Al principio en el CGAC sí se hicieron varias exposiciones con las obras de la Fundación Arco, en las que se vieron las piezas más representativas, como el iglú de Mario Merz y las piezas de Donald Judd. Al llegar yo buscamos organizar exposiciones con obras de la colección de Arco y con las primeras adquisiciones nuestras y sacarlas fuera. Ahora ha llegado el momento en que las peticiones de obra para exposiciones son más numerosas para la colección del CGAC que la de Arco.

P. Algunos de los artistas internacionales que han presentado, como Anish Kapoor o Robert Mangold o Richard Tuttle, han hecho obras específicas para el CGAC. ¿Son piezas que se integran después en la colección?

R. Nosotros nunca ligamos un proyecto de exposición con vistas a una nueva compra. Después, cuando ya está la exposición, podemos estudiar esa posibilidad. Sí tenemos claro que la colección tiene que ser de obras importantes y no simplemente nombres. Nos interesan obras que después nos puedan pedir para exposiciones importantes. A la vez, tejemos la colección como una tela de araña, buscando lazos en común entre ellas.

P. El edificio de Siza, pese a sus logros estéticos, tiene espacios difíciles para la exposición.

R. El tipo de edificio que tenemos nos obliga a pensar en los espacios en el caso de cada exposición y eso obliga a una mayor implicación del artista. Eso creo que es también la función de los centros que están en lugares con poca actividad de arte, conseguir que los artistas hagan algo especial que atraiga a gente a este lugar. Afortunadamente el centro está en Santiago, que es una ciudad que a los artistas les llega mucho, por la parte histórica, por las tradiciones, porque está muy cerca de la Costa de la Muerte, el fin del mundo para los romanos. Es algo que resulta atractivo para los artistas; el propio edificio es bellísimo, aunque tenga dificultades para plantear las exposiciones, problemas funcionales, pero problemas que para un artista son retos y que les resultan estimulantes.

P. ¿La colección empieza más o menos con obra de los años sesenta?

R. La idea es empezar con la ruptura de los años sesenta. Tenemos obra buena de Kounellis, Giovanni Anselmo, Giuseppe Penone, Rebecca Horn, entre otros. Y lo que buscamos siempre es que la obra tenga algún vínculo importante con cosas que hayan ocurrido en Galicia. Eso es complicado. Siempre que hemos mostrado la colección hemos juntado obra de artistas gallegos con los de otros lugares. Creo que ése es el trabajo que hay que hacer.

P. ¿Qué es importante para un centro periférico que quiera hacerse lugar en el mundo del arte?

R. En un momento dado compramos una serie de Tracey Moffat, Up in the sky, y queríamos hacer una exposición con ella en la que se incluyera la serie. La muestra se vio en París y Barcelona, las obras figuraban como propiedad del CGAC y eso es una forma de llevar la imagen del centro. Sé que lo más importante siempre son las exposiciones, lo más llamativo; sin embargo, hay otra serie de acciones que me parecen muy importantes como son las publicaciones de buenos catálogos y que éstos se logren distribuir internacionalmente. Ahora sales fuera y te encuentras nuestros catálogos en cualquier museo o librería especializada y eso, aparte de hacernos mucha ilusión, es como una carta de presentación del centro. La otra vía es la que logra el poder económico y ésa nosotros no la tenemos.

Miguel Fernández-Cid posa en el CGAC ante una obra de Michael Elmgreen e Ingar Dragset, propiedad del museo.
Miguel Fernández-Cid posa en el CGAC ante una obra de Michael Elmgreen e Ingar Dragset, propiedad del museo.LALO R. VILLAR

En busca de un modelo propio

'HAY UN boom claro de apertura de centros de arte en España, la cosa es saber cómo se van a definir', afirma Fernández-Cid. 'No hay modelos únicos. Hay quienes opinan que un centro de arte debe ser trasladable de Santiago a Albacete o Cádiz. Entiendo que el CGAC tiene que hacer una reflexión sobre el arte gallego, pero primero tiene que definirse como un centro de arte internacional. Aquí la historia es que primero nos situamos, hacemos inclusiones de arte gallego con mucha exigencia, cuanto más prestigio internacional tenga el centro beneficiará más a los artistas gallegos. Hemos tenido durante el verano a Antonio Murado con Richard Tuttle, y eso no es gratuito. Viene mucha gente de Estados Unidos a ver lo de Tuttle y, de paso también a Murado, que vive ahí'.

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