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La OTAN bombardea Yugoslavia

Tres aviones españoles participaron en una operación conjunta de trece naciones aliadas

Misiles de crucero lanzados masivamente desde aviones y barcos alcanzaron ayer múltiples objetivos militares en Serbia, Kosovo y Montenegro, cumpliendo la amenaza que la OTAN había hecho a Slobodan Milosevic por no aceptar una solución pacífica de la crisis de Kosovo. En la primera acción ofensiva de la Alianza Atlántica contra un Estado soberano en sus 50 años de historia, los misiles alcanzaron aeropuertos, factorías de armas e instalaciones militares en los alrededores de Belgrado, de Pristina y de otras ciudades del país. Dos F-18 españoles tomaron parte en la operación, así como también aviones de Alemania, que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, participa en una acción de guerra. Rusia, como señal de protesta, suspendió su cooperación con la OTAN.

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El secretario general de la OTAN, Javier Solana, anunció el comienzo del ataque poco antes de las ocho de la noche (hora peninsular española). Alrededor de un centenar de aviones, en su mayoría procedentes de la base italiana de Aviano, participaron en la acción, entre ellos bombarderos B-52. En este primer ataque participaron aviones de seis países que integran la fuerza militar, mientras que otras siete naciones colaboraron en labores de apoyo logístico. Fuentes norteamericanas y europeas informaron que al menos un avión Mig yugoslavo fue derribado, mientras que desmintieron el parte del Ejército serbio que anunció el derribo de dos aparatos atacantes y de varios misiles de crucero. El Estado Mayor yugoslavo informó de que sus principales sistemas antiaéreos no habían sido destruidos y que un número no especificado de mujeres y niños habían muerto a causa de las bombas. Slobodan Milosevic llamó a la población a resistir el ataque y advirtió de que "todos los serbios del mundo están en estado de guerra". El presidente Aznar, en una declaración desde Berlín poco después de las once de la noche, señaló que "la comunidad internacional tenía el deber de reaccionar". Horas antes, el presidente norteamericano, Bill Clinton, manifestaba que el ataque resultaba imprescindible para conseguir el objetivo "de una Europa libre, pacífica y estable". Gerhard Schröder, Jacques Chirac y Tony Blair expresaron también su respaldo a la Operación Fuerza Decidida.

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