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Reportaje:Copa Davis 2004 | ESPAÑA, ANTE OTRO GRAN RETO

La sonrisa española

Con sus gritos de guerra, Jordi Arrese, uno de los tres capitanes, es el bromista del grupo

Ni su voz ni la de los demás miembros del G-3 tembló cuando ayer anunciaron su difícil decisión de dar paso a Rafa Nadal y dejar sentado a Juan Carlos Ferrero en los individuales de hoy. "Cuando uno hace lo que cree", afirmó Arrese expresando el sentir de sus compañeros en la capitanía del equipo español, "no debe tener miedo". Su decisión despierta bastantes incógnitas, que van desde el rendimiento que puede dar Nadal frente a Roddick, hasta el hecho de que deberá jugar al menos dos partidos consecutivos, puesto que es componente del doble que forma con Tommy Robredo.

Sin embargo, el G-3 está convencido de su acierto, al igual que ya en muchas ocasiones anteriores han debido tomar riesgos que, hasta ahora, les han salido relativamente bien. Tal vez el más cuestionable fue dejar fuera del equipo que disputó la final de 2003 a Albert Costa, entonces pupilo de Josep Perlas, para dar paso a Feliciano López, mejor especialista en pistas de hierba. Aquella vez, en Melbourne, el doble con Corretja tampoco funcionó. Pero después, acertaron con el equipo que viajó a Brno y también en su decisión de hacer jugar a Feliciano el cuarto punto y dejar para Nadal el quinto, que decidió. De ellos es el mérito de haber potenciado el doble Nadal-Robredo y de haber hecho debutar a Nadal, con 17 años, cuando aún no se había consolidado entre los 50 primeros del mundo. "La cuestión", subraya Arrese, "es poder hacer todo eso y conseguir que el ambiente en el equipo no se deteriore". Eso es en gran parte culpa suya.

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Cierto que los tres miembros que forman la capitanía española (él, Josep Perlas y Juan Bautista Avendaño) aportan su granito de arena para pulir cualquier arista que pudiera hacer daño al grupo. Pero, por su carácter más abierto, Jordi Arrese tiene una chispa especial que le permite aportar alegría a los jugadores y a todo el entorno de la Copa Davis.

"Tal vez es una cuestión simplemente de edad", dice Arrese, que ha cumplido ya los 40 años. "Tengo experiencia en la Copa Davis, en los Juegos y estuve en dos Copas de las Naciones. En mi etapa como jugador me gustaban los equipos, me sentía cómodo compartiéndolo todo con los demás". La verdad es que sólo jugó tres partidos de Copa Davis, pero descubrió lo que era la presión. Y volvió a sentirla más adelante, cuando fue el protagonista del regreso de Borg a las pistas en 1984, en el torneo de Montecarlo. Le ganó con comodidad. Probablemente, todo eso le acerca más a los jugadores.

Hubo algunos rasgos que caracterizaron su carrera como jugador. Nunca brilló en los cuatro grandes torneos, y su camino quedó en gran parte eclipsado por las figuras de Sergi Bruguera, doble campeón de Roland Garros, y Emilio Sánchez Vicario, el mejor español durante muchos años antes de la irrupción de Bruguera. Pero Arrese se fue abriendo camino, con todas sus limitaciones, y alcanzó su mayor gloria cuando fue plata en los Juegos de Barcelona. "Fue mi mejor momento, me planteé aquel torneo como algo muy especial y me preparé a conciencia". Pero, curiosamente, entró en él sólo gracias a la renuncia de Carlos Costa.

Ahora, instalado en la capitanía del equipo español desde 2001, tiene ante sí el reto de conseguir la segunda Ensaladera. "Hay momentos muy duros en el equipo, pero debemos intentar salvarlos lo mejor posible", asegura. "Intento poner alegría con mis bromas, con mi inglés deplorable en las conferencias de prensa, con los gritos de guerra. No me siento un bufón, sino alguien que intenta lograr un buen ambiente".

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