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Columna
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Las novelas del capitán

Durante las últimas sesiones del juicio, la voz del ex capitán de corbeta Adolfo Scilingo invade la sala de la Audiencia Nacional. Es la grabación magnetofónica de su declaración del 9 de octubre de 1997 ante el juez Baltasar Garzón. Es tan larga que la enumeración de las cintas ha provocado confusión a la hora de identificar cada cara con su número correspondiente. ¿Suena más creíble el ex capitán de corbeta del 9 de octubre de 1997, cuando, tras pisar horas antes suelo español, se autoinculpó en los vuelos de las muerte, que el Scilingo que ahora niega su participación en los hechos?

Ésa es la pregunta del millón. Pero tendrá que responderla el tribunal que le juzga, integrado por los que acaso sean los magistrados más competentes de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Los tres -Fernando García Nicolás, presidente; Jorge Campos y José Ricardo de Prada, ponente- se han entregado a esta causa con gran dedicación, aun cuando siguen juzgando muchas otras. Otro tanto hay que decir de la fiscal, Lola Delgado.

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Las inflexiones y el tono de voz de Scilingo el 9 de octubre de 1997 son los el mismo que utiliza en el juicio a la hora de desmentir todo lo que había declarado entonces. Está tan cómodo ante el juez Garzón como lo parece en la sala de juicio oral. Es tan impreciso, vago y marrullero en su primera declaración como en las respuestas que ha ofrecido en las sesiones del juicio. Si allí se emociona y llora, aquí tres cuartos de lo mismo. ¿Lo siente? Más bien transmite la imagen de un actor.

No hay testigos que le hayan visto participar en la represión dentro o fuera de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). No hay testigos que le hayan visto subir a los aviones que emprendían los vuelos de la muerte y participar en la tarea de echar al mar los cuerpos dormidos, que no muertos, de sus víctimas.

¿Pero hay algún indicio, aparte de su propio testimonio inicial ahora desmentido por él, que permite situarle en aquel 1976 en las operaciones de la ESMA?

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Scilingo vivía dentro de la boca de lobo, en la zona de los oficiales de la propia ESMA, a pasos de la sala de operaciones del llamado Grupo de Tareas (el equivalente de los escuadrones oficiales de tortura y muerte).

En su primer testimonio, aseguró que llegó a hablar con una detenida embarazada. Luego, dijo que era mentira. No hace mucho esa detenida le reconoció y parece confirmar que, en efecto, habló con Scilingo en la ESMA. Éstos son los testigos necesarios.

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