_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La paz en miniatura

El primer ministro israelí y el presidente palestino se reunieron ayer por segunda vez desde que acordaron una tregua el 8 de febrero, que a trancas y barrancas se mantiene. Y esta vez fue en la residencia del primero en la Jerusalén árabe, lo que en el recoleto mundo del proceso de paz es positivo, porque permite a Mahmud Abbas pisar el suelo de la proclamada capital histórica de Israel, que la Autoridad Palestina también reivindica.

Es, sin embargo, sólo un primer paso para una paz a escala, el referente a la retirada israelí de Gaza, sus 21 colonias y 8.000 residentes, que deberá iniciarse el 15 de agosto, y que Ariel Sharon pretende lógicamente que esté cubierta por la tregua a la que se sumó el grupo terrorista de Hamás en marzo. A medida que avance el repliegue y la destrucción de las viviendas de los colonos, a cuyo usufructo han renunciado los palestinos, diciendo como la zorra de Lafontaine que la nuez estaba verde -que no son casas adecuadas para la habitación de su pueblo-, la AP procederá a ocupar el terreno y a garantizar que los terroristas no hostiguen la operación.

Más información
Fracasa la reunión en Jerusalén entre los líderes palestino e israelí
La reunión entre Sharon y Abbas concluye con sensación de fracaso
Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Pero, aun contando con que todo ello llegue a buen puerto y que la extrema derecha israelí se trague la retirada, no hay que olvidar que, de un lado, Sharon abandona Gaza para redondear su control sobre la Cisjordania básica, la tierra adyacente a Jerusalén que habitan unos 150.000 colonos, y que la ONU viene instando a Israel a que evacue desde 1967; y, de otro, ha vuelto a anunciar que no negociará la paz general con los palestinos mientras la AP no desarme y maniate a los terroristas.

Abbas, probablemente incapaz de aplicar esa medida que provocaría una guerra civil palestina, propone, en cambio, la integración de los terroristas en su fuerza pública, pero únicamente si Sharon da algo a cambio. Y eso sólo puede ser el comienzo de una retirada significativa de Cisjordania, facilidades de desplazamiento a la población palestina en su propia tierra y la liberación progresiva de unos 8.000 presos en las cárceles israelíes. Sólo así cabría soñar que Hamás fuera reconducible a la negociación.

Demasiados condicionales y una voluntad jamás probada de Sharon por seguir ese camino. Por ello, lo mejor que tiene la tregua de Gaza es esa especie de miniaturización de la paz.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_