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Crónica:VUELTA 2005
Crónica
Texto informativo con interpretación

Plaza, el más rápido de la historia

El joven alicantino supera a Heras por sólo 577 milésimas un día de viento y cuesta abajo

Carlos Arribas

En la llegada, El "Potro" y Pedro Horrillo se pusieron a hablar en griego. O desde lejos a eso sonaba, por lo menos. Decía El Potro, que es el masajista de Horrillo, que estaba seguro de que algunos corredores, algunos ciclistas fatigados, reventados, habían aguantado hasta el final, no se habían retirado, motivados no por el orgullo, el carácter, el temple o el miedo, sino simplemente pensando en los 40, 50 segundos de sensaciones que les esperaban en lo alto del podio, anticipando la salida sensual, las manos de Patricia o Ángeles empujándolos con suavidad después de haberlos sujetado por detrás mientras los cronometradores controlaban la cuenta atrás. "Eso es un momento de pura hiperestesia", se soltó el Potro. "La mente se suspende y el cuerpo abre todos sus poros a sensaciones placenteras". Horrillo, que es muy instruido, le respondía que quizás, quizás, pero que por lo que él sabía, hiperestesia le sonaba más a dolor de encías, de dientes, a la excesiva sensibilidad de algunos nervios con el agua fría, por ejemplo, después de un enérgico cepillado. "Ya", le respondía el Potro. "pero todo es hiperestesia. Los ciclistas estáis ahí hiperestésicos, ojo, no hiperestéticos, que ese soy yo, el más guapo".

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Evidentemente, esta conversación se desarrollaba a primera hora de la etapa, mucho tiempo antes de que llegaran a Alcalá de Henares, procedentes de Guadalajara, los buenos, Plaza, Menchov, Heras, Sastre o Mancebo. Hábleles a ellos de hiperestesia. Y con el viento que hacía. Y el medio frío. A ellos, y a sus directores, había que hablarles ayer sólo de matemáticas o de física, que era el único lenguaje que entendían. De desarrollos, de platos de 54, 55 o 56 dientes, de velocidades supersónicas, de leyes aerodinámicas o, si se trata de Manolo Saiz, también de geometría, de la forma oval de las horquillas, por ejemplo.

A eso se redujo la contrarreloj más rápida de la historia de la Vuelta, ganada por Rubén Plaza, gran cilindrada, grandes palancas, gran cuerpo, plato de 56 dientes, 10,7 metros por pedalada, a 56,200 kilómetros por hora, la misma velocidad media alcanzada por Roberto Heras, más pequeño, más escalador, menos vatios, mejor relación peso-potencia, plato de 55 dientes, 10,5 metros por golpe de pedal, que necesitó sólo 39 pedaladas más, 577 milésimas, para cubrir los 38,9 kilómetros por carreteras rectas, en ligera cuesta abajo, viento de cola.

Heras y Saiz, su director, se quedaron con la frustración de no haber ganado también una contrarreloj llana para rubricar su victoria final en la Vuelta, la cuarta del fabuloso bejarano, la sexta del impetuoso cántabro, pero quizás valió más el placer vivido por Rubén Plaza, quien era tan alto de pequeño que se aburría jugando al baloncesto con sus compañeros de clase, les sacaba una cabeza, y prefirió dedicarse al ciclismo. Plaza, de 25 años, firmó su primera victoria en una gran Vuelta. Seguramente no será la última, pues el futuro se anuncia espléndido para el chico de Ibi que renovó ayer por dos años su contrato con el Comunidad Valenciana de Belda.

Heras, en la contrarreloj de ayer.
Heras, en la contrarreloj de ayer.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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