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La caída de los liberales acaba con el bipartidismo

La agonía del bipartidismo colombiano recibió el domingo la puntilla final. Los dos partidos tradicionales que se repartieron el poder durante 150 años acudieron a las elecciones presidenciales claramente desfigurados y las urnas confirmaron una muerta anunciada.

La identidad del Partido Conservador quedó diluida en la coalición de seis organizaciones políticas que apoyaron la reelección de Álvaro Uribe bajo el nombre de Primero Colombia.

Carlos Holguín, líder de los conservadores, es un firme candidato a ocupar una cartera en el nuevo Gobierno uribista.

Más estruendo ha causado el hundimiento del Partido Liberal (PL), partido de referencia de la política colombiana durante décadas. Su descenso sostenido en las sucesivas elecciones, desde el escándalo de la financiación de la campaña de Ernesto Samper en 1994 con dinero del narcotráfico, se convirtió en caída libre el domingo pasado.

Horacio Serpa, el candidato liberal que en las presidenciales de 2002 quedó en segundo lugar, con el 31,8% de los votos, ha sido relegado al tercer puesto, con el 11,8%, el peor resultado de toda la historia del partido. Y no sólo eso: el Partido Liberal ha perdido su hegemonía en los 14 departamentos en los que triunfó en 2002, y ha quedado en tercer lugar, detrás de Uribe y del candidato de izquierda, Carlos Gaviria, en 26 de los 32 departamentos de Colombia.

La noche de la jornada electoral, Serpa dijo a sus apesadumbrados seguidores no tener el discurso de la derrota, y pidió a Uribe un cambio de rumbo en su política. No parece probable que el presidente reelegido acepte de entrada el consejo, pese a la oferta de diálogo que hizo a los liberales.

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Los máximos dirigentes del PL, con su presidente César Gaviria a la cabeza, estaban reunidos ayer para analizar el desastre electoral. Hubo mutismo general y nadie hizo declaraciones. Les toca a ellos dar un golpe de timón para encarar el futuro del partido. "Se impone un cambio generacional", decía ayer el analista Rodrigo Lozada, en un partido que no despierta entusiasmo en las nuevas generaciones.

Los jóvenes han sido atraídos por el talante populista de un presidente de indudable carisma como Álvaro Uribe, y por la irrupción en el mundo de la política de un jurista respetado como Carlos Gaviria, quien, pese a su veteranía, tiene un discurso nuevo, alejado de los antiguos líderes corruptos y clientelistas.

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