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Reportaje:Matanza en el campus

"Podría haberme pasado a mí"

Tres españoles que estudian en el Politécnico de Virginia, sanos y salvos, vivieron su propia tragedia a través de la televisión

Yolanda Monge

Que se le pegaran las sábanas le ha salvado la vida al estudiante español Albert Larregola. Tenía clase a las nueve, pero decidió que en la cama hacía menos frío que en la calle, donde copos de nieve eran mareados de un lado para otro por el viento reinante. Y se quedó bien arropadito. No acudir a contabilidad a las diez ya le pareció excesivo, por mucho que fuera lunes y por mucho que le fuera imposible arrancarse la pereza. Así que se levantó, se duchó y se puso en marcha. Y puede que, por segunda vez en el día, una decisión de último momento le salvara la vida. Larregola decidió consultar su correo electrónico antes de dejar su apartamento. Ayer enseñaba ese mensaje como su ángel de la guarda. "Escueto, pero lo suficientemente claro como para no moverme del sitio".

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Si el joven ilerdense no hubiera sido un chico obediente y acatado el tono imperativo del mensaje que imponía que nadie abandonara el edificio en el que se encontraba, de nuevo, el estudiante de 20 años no estaría hoy aquí para contarlo. "Quedarme dormido me ha salvado la vida. Un amigo mío ha recibido un tiro en la mano. Y yo me he salvado de milagro", relata el alumno que se encuentra en la universidad de la costa este norteamericana becado para formar parte del equipo de tenis de la Politécnica.

Todavía dormido, -¡un día más!-, el tenista abre la puerta de su apartamento. Sus compañeros de piso huyen despavoridos. No quieren hablar para la prensa. Están demasiado tristes, demasiado afectados. Están en casa. Y eso es algo muy extraño a tres semanas de que acaben las clases, a tres semanas de la graduación. "Tendríamos que estar escribiendo trabajos y estamos lamentándonos la muerte de nuestros compañeros"."Creo que la universidad actuó con lentitud, que podía haber hecho más". Pero Larregola está agradecido. El mensaje enviado, aunque tarde, evitó que hoy sus padres estén llorando su pérdida.

Peor lo tuvo el Nico, según Albert. El Nico es Nicolás Delgado de Robles. Estudiante de 21 años y compañero de raqueta de Larregola. Jamás pensó que viviría algo así. Como un día más, Delgado dejó a su novia en su clase y se encaminó a su aula. No tenía clase pero debía trabajar en un proyecto. "Entonces recibí una llamada de un amigo", relata Delgado en voz muy bajita, entre conmocionado y entristecido. También está cansado. Ha vivido para contarlo. Porque los tiros se oían desde su clase, porque los agentes del FBI pasaban delante de las ventanas armados hasta los dientes. Porque Cho Seung-hui decidió entrar en otro pabellón y no en el suyo. "Estuvimos encerrados durante más de una hora", rememora con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera, encogido de frío, el deportista que fue subcampeón de España junior de tenis en 2004.

Durante ese tiempo, eterno para Delgado, la única fuente de información que tuvieron fue la televisión. Vivieron su propia tragedia retransmitida en directo."Las imágenes que han quedado en el Campus son como las del 11-S: gente saltando de las ventanas, rompiéndose los tobillos para no acabar tiroteados, gente saltando entre los cadáveres". Francisco Ángel García, nacido en Guadix hace 23 años, admite que hoy todo ha cambiado en la pequeña localidad universitaria de Blacksburg. "Yo tenía la idea de vivir en un país seguro. Es lo que te enseñan sobre Estados Unidos. No te imaginas que algo así vaya a pasar en un campus universitario. Y a pesar de tanta seguridad, de tanta policía, nunca estás seguro".

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García llegó a la Politécnica de Virginia el pasado verano a acabar sus estudios de Telecomunicaciones. Antes había estudiado en Málaga. En un mes volverá a casa. "Es una bestialidad", comenta, triste. "Es increíble que el acceso a las armas sea tan fácil en Estados Unidos. Debería regularse más".

Tan fácil como fue para Cho Seung-hui. García dice que estuvo muy cerca de encontrarse con él. "Tengo una clase los lunes a las diez en Randolph Hall. Justo detrás de donde se produjo la masacre. Y antes de vestirme e irme, vi que tenía un correo de alerta. Decía que había habido un tiroteo. Decidí quedarme en la habitación hasta que recibí el segundo mail a las diez y media, en el que se nos pedía que no nos moviéramos". El miedo no se le fue del cuerpo. "Yo pienso: si entró en un dormitorio cualquiera, podría haber entrado en el mío, podría haberme matado a mí".

El día que llegó al campus de Virginia Tech un preso se había escapado y había disparado a dos policías. Uno resultó muerto. Luego están las amenazas de bomba, una noticia de corrió por el campus como la pólvora este mes. "La sensación era curiosa. Veías estas amenazas, pero no te esperabas que todo acabara peor que la matanza de Columbine".

De izquierda a derecha, Albert Larregola, Nicolás Delgado y Francisco Ángel García.
De izquierda a derecha, Albert Larregola, Nicolás Delgado y Francisco Ángel García.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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