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Reportaje:

"El patriotismo no da de comer"

La violencia interna, la presión israelí y la asfixia económica empujan cada año a 10.000 palestinos a dejar su tierra

Con el sonido de los disparos de fondo, los territorios ocupados se van vaciando poco a poco de palestinos. Casi 40.000 habitantes de Cisjordania y más de 14.000 de Gaza han decidido hacer las maletas desde 2005 y no sólo para buscar nuevas oportunidades en otros países, sino para escapar de la pesadilla a la que intentan sobrevivir. Desde hace una década, más de 10.000 palestinos dejan sus tierras cada año.

Situada en un extremo de la aldea cisjordana de Silwad, la casa de Rukara Mari parece enorme tras la marcha hace seis meses de su marido a Estados Unidos, donde ahora trabaja en un supermercado. Antes, era un destacado funcionario de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con una oficina a la que acudir cada día pero de la que no traía sueldo alguno. "Amo mi patria y ojalá volvamos a estar aquí todos juntos, pero con el patriotismo no se compra leche y pan. La situación económica y política es muy dura. Aquí no hay ingresos, sólo gastos. Así no se puede vivir".

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Por un lado está la ocupación israelí, que se traduce en un omnipresente muro de hormigón y numerosos puestos de control militares. Por otro, el caos palestino, la ausencia de sueldos y puestos de trabajo, el incremento en un 200% de la criminalidad, luchas armadas en unas calles tomadas por milicianos y clanes mafiosos y la islamización de la sociedad, reforzada desde la victoria de Hamás en enero del 2006.

Hijra (emigración) es un término que hasta hace poco era tabú entre los dirigentes palestinos. Hoy es un fenómeno que lamentan e intentan combatir. El ex ministro de Trabajo y actual director del Consejo Económico de la ANP, Mohamed Shtaya, dice: "Los que se van son empresarios y profesionales liberales. Sin trabajadores cualificados, un país no tiene futuro". Y para reforzar su tesis, añade: "Algunos de los que están dispuestos a recibir inmigrantes palestinos, como Canadá y Australia, ponen como condición que tengan un máster universitario y buenas condiciones económicas". Cada año, 2.500 palestinos tratan de emigrar a Canadá y 2.000 a Australia.

Shtaya, que asume la parte de culpa que tiene la violenta división palestina, no exculpa a Israel. "Los controles militares son un obstáculo. Además de humillarnos, suponen un impedimento para el funcionamiento de una economía. Llevar un contenedor de Nablus a Hebrón [ambas ciudades en Cisjordania] cuesta más que de Israel a Australia".

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Según datos del censo israelí, en los últimos 20 años, y sobre todo desde la construcción del muro, 105.000 palestinos han cruzado la Línea Verde (frontera teórica reconocida por la ONU) para instalarse en Israel. El caso más llamativo es el de las dos hermanas del actual líder de Hamás y primer ministro palestino, Ismail Haniya, que abandonaron el campo de refugiados de Shati en Gaza y hoy viven en una aldea en el desierto del Néguev, al sur del país. Tienen la ciudadanía israelí.

Como todo es relativo, Cisjordania puede presumir de bonanza si se compara con la paupérrima y caótica situación en Gaza. Según algunas encuestas, uno de cada dos jóvenes desea marcharse al extranjero. Más de 14.000 palestinos lo han hecho desde 2005, tras la retirada israelí y el desmantelamiento de las colonias. "Debemos frenar este fenómeno. Si no, quien se quede en este caos se radicalizará más", dice el sociólogo Ahmed Janun.

Miles de palestinos, en su mayoría de clase media-alta, han huido a través del paso fronterizo de Rafah, entre Gaza y Egipto, su única puerta al mundo. Desde que la ANP se hizo cargo del puesto en noviembre de 2005, 226.396 palestinos han salido de Gaza y 212.660 han regresado. Muchos entran y salen por negocios o para comprar. El paso de Rafah, supervisado por inspectores europeos, no siempre ha estado abierto y muchas veces ha sido víctima de los combates entre Al Fatah y Hamás y de las decisiones del Gobierno israelí.

Cuando la frontera ha estado abierta, la media diaria de palestinos que salen es de 132. Un progresivo goteo en una población de 1,4 millones. "Exigimos un Estado independiente, pero mientras, nos vemos obligados a emigrar", dice un joven palestino.

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