La pantera rosa
Mariano Rajoy no debería irritarse tanto. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sigue, al menos parcialmente, sus consejos. El martes, el líder del PP le aconsejó: "O entrega las actas que demuestren su inocencia o debe usted tomar el camino de la Zarzuela".
El presidente del Gobierno emprendía la tarde del jueves el camino de la Zarzuela. Claro que su periplo tenía un objetivo diferente. Mientras Rajoy le había instado a presentar la dimisión y convocar elecciones, el presidente iba a informar sobre su decisión de hacer una remodelación.
Rodríguez Zapatero venía escuchando un murmullo creciente en favor de un cambio desde hacía largos meses. Aunque oía a sus interlocutores, éstos llegaron a creerse que no les escuchaba. Sin embargo, el presidente unía, sin decirlo, su voz al clamor favorable a una reestructuración. Dio instrucciones antes de las elecciones municipales y autonómicas del 27 de mayo para que se hicieran encuestas sobre cada una de las carteras y sobre la percepción de cada ministro para acometer, antes de las vacaciones, aquellos cambios estrictamente necesarios.
No podía saber, al preparar la remodelación, que Rajoy le atacaría con tanta saña a él y a su Gobierno en el debate del estado de la nación. Tampoco que su contrincante daría por agotada la legislatura y el Gobierno.
Por tanto, el martes pasado supo que podía utilizar los cambios previstos para combatir la idea de que su mandato está acabado y para relanzar la acción política gubernamental.
De las encuestas salió que la remoción de la ministra de Vivienda era inaplazable. Pero ayudó a plantear una situación sin aspereza una situación personal de María Antonia Trujillo.
Aunque los sondeos también dejaban mal parada a Carmen Calvo, el presidente vio, según fuentes consultadas, la gota que colmó el vaso en sus declaraciones a este periódico, publicadas la semana pasada. Por último, la incorporación de Bernat Soria es una movida estilo Nicolas Sarkozy en Francia.
La iniciativa está dirigida claramente a la larga y dura campaña electoral -esta vez bajo la amenaza de bombas de ETA- y a la seducción y movilización del voto catalán y de los jóvenes, como parece evidente con el nombramiento de Carme Chacón.
La reacción airada de Rajoy exigiendo otra vez las actas sigue siendo inestimable. Su relación con Rodríguez Zapatero recuerda la saga del director Blake Edwards en los años sesenta. Rajoy se pone, dramáticamente, en la piel del comisario Dreyfus y trata a Rodríguez Zapatero como si fuese el inspector Clouseau.