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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bush no se retirará

El mensaje central del presidente George W. Bush en su discurso a la Convención de Veteranos de Guerra ha sido meridiano: mientras él sea presidente, Estados Unidos no se retirará de Irak. Puede que, al calor del próximo informe del general Petraeus o de la falta de efectivos, el número de militares estadounidenses en Irak empiece a bajar en unos meses.

Pero poco más. Los americanos están construyendo bases con carácter permanente y una enorme embajada en Bagdad que no responde a un país en retirada.

Hillary Clinton, que aspira a ser la candidata demócrata a la Casa Blanca, ha comprendido la dificultad de la situación que podría heredar si gana, y está desgranando un discurso mucho más ambiguo sobre esa retirada. Resulta significativo que algunos sondeos reflejen una pérdida de los demócratas al respecto mientras crecen los que apoyan la estrategia de reforzamiento

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de la presencia militar que inició Bush hace unos meses y sobre cuyos resultados, o falta de ellos, ha de informar en las próximas semanas el general Petraeus, al mando sobre el terreno.

Bush sigue presentando Irak no ya sólo como parte de la "guerra contra el terrorismo" desatada a partir del 11 de septiembre de 2001, sino como su "frente central" y elemento esencial en la democratización de la zona. De momento, la estrategia no sólo falla en el aumento de las bajas americanas y aliadas -que ya han superado los 4.000 muertos-, sino en que la parte iraquí se muestra incapaz de asumir las funciones de seguridad, servicios y unidad que propugnaba Washington. El Gobierno de Al Maliki hace aguas y se ha convertido en parte del problema y no de la solución, como ya reconoce la última evaluación oficial de inteligencia americana. Bush, que se alejó de él después de que retrasara la ley sobre el petróleo que debe abrir la explotación a las empresas extranjeras, se ha visto obligado a rectificar sus críticas.

Tiene razón el presidente americano cuando sostiene que una retirada precipitada tendría consecuencias devastadoras para Irak y para la región. En los efectos geopolíticos hay una gran diferencia con la salida de Saigón en 1975. Contra esta comparación se han lanzado los demócratas en un país que no ha superado el síndrome de Vietnam. Lo realmente inmoral es comparar, como ha hecho Bush, este conflicto de Irak montado sobre falsedades con lo que EE UU hizo en respuesta a la agresión nazi y japonesa durante la II Guerra Mundial. Irse de Irak repentinamente no es una solución. Quedarse, tampoco. Nadie sabe realmente qué se debe hacer. Tampoco Bush, que vuelve a hablar de "ganar", aunque esta palabra, aplicada a Irak, haya perdido todo sentido. Lo único claro es que esta guerra va a ser la herencia más envenenada que dejará cuando en enero de 2009 deje la Casa Blanca.

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