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Reportaje:55º Festival de Cine de San Sebastián

Todos de acuerdo

Palmarés indiscutido de un certamen sin películas 'playstation' y 200.000 espectadores

Ángel S. Harguindey

Los premios oficiales que concedió ayer el jurado internacional han dejado satisfecha a la gran mayoría del público y la crítica, lo que no suele ser frecuente en este tipo de celebraciones. El selecto grupo de jueces presidido por Paul Auster demostró un criterio coincidente con los demás. Que la estupenda Mil años de oración, del chino afincado en Estados Unidos Wayne Wang estaba predestinada a un premio gordo desde que se presentó era más que evidente. La minimalista y sobria historia de un padre anciano que se reencuentra con su hija después de 12 años de separación; las distintas formas de entender la vida entre una recién divorciada bibliotecaria y su jubilado padre, y los mundos tan dispares como el de una sociedad opulenta y una cultura milenaria que sobrevivió al radicalismo sectario de la revolución cultural maoísta, permiten a su director demostrar su gran talento y sensibilidad en situaciones y diálogos.

De las 16 películas de la sección oficial, al menos ocho han sido muy estimables
Es ya un lujo poder ver películas sin trucos de ordenador ni actores virtuales
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Triunfo de un cine sencillo e íntimo

Blanca Portillo se llevó el premio a la mejor actriz por su excelente trabajo en Siete mesas de billar francés, de Gracia Querejeta. En honor a la verdad habrá que decir que se hablaba más de Maribel Verdú, su coprotagonista, aunque dudo que nadie cuestione con fundamento el fallo. Henry O., el tranquilo y venerable padre chino, se llevó el premio al mejor actor sin mayores discusiones, pues, efectivamente, era uno de los dos o tres dignos aspirantes al galardón. Buda explotó por vergüenza, de la muy joven iraní Hana Makhmalbaf (18 años), fue una de las sorpresas más agradables de la competición, en la que tuvo sin duda una buena parte de responsabilidad su protagonista, Nikbakht Noruz, una niña afgana de seis años. El jurado consideró que "es el prometedor estreno de una directora muy joven que, esperamos, siga creando obras importantes en adelante".

Quizá el único reconocimiento insospechado fue el de mejor director al británico Nick Broomfield por su labor en La batalla de Hadiza, crónica de ficción con un estilo de documental, protagonizada por tres ex marines y en la que se narra la masacre real de civiles en la ciudad iraquí tras un atentado que costó la vida a un oficial estadounidense. El trabajo de Broomfield es muy correcto pero probablemente no era el mejor de todos. Acaso influyó el alegato antimilitarista de la película, compatible con, imaginamos, el sentir general del jurado. El mejor guión, y señalemos que en las normas del festival se indica que el jurado sólo puede otorgar uno de los galardones ex aequo, de igual forma que ninguna película puede obtener más de dos premios, se concedió a Gracia Querejeta y David Planell, por Siete mesas..., y a John Sayles por Honeydripper, responsable también de su dirección. Por último, Charlie Lam fue considerado el mejor director de fotografía por Exodus, de Pang Ho-Cheung (Hong Kong).

El balance general del festival es muy positivo. No es fácil presentar una selección oficial de 16 filmes en los que, cuando menos, ocho han cumplido con la calidad exigible a un certamen internacional, y en un doble sentido: por el propio interés de las obras y por la capacidad de dar a conocer óperas primas o largometrajes que por su origen geográfico y la modestia de sus presupuestos, al margen de la potente industria, encuentran una tribuna importante para su difusión y posible comercialización en los siempre difíciles mercados.

En lo que se refiere al número de espectadores que asistieron a las películas exhibidas en las numerosas secciones durante los 10 días del festival, fueron cerca de 200.000, con lo que la aceptación popular es indiscutible. A ello hay que añadir que San Sebastián tiene un presupuesto modesto y compite casi en las mismas fechas con los más ricos de Venecia y Roma, lo que les garantiza más glamour y parafernalia. Si, además, se añade que vivimos tiempos en los que el cine ha cambiado sustancialmente en lo que respecta a contenidos, segmentos de población que lo frecuenta y a los llamados hábitos de consumo y soportes tecnológicos, el mérito es aún mayor. Unos datos: el 80% de la publicidad de los grandes estudios en televisión se emite en programas que ven, mayoritariamente, los menores de 25 años. Por otra parte, una superproducción de gran éxito como fue Piratas del Caribe recaudó en las taquillas de todo el mundo 236 millones de euros. Las ventas del DVD alcanzaron la cifra de 358 millones de euros. Para todos aquellos que han superado sobradamente los 25 años es ya un lujo poder contemplar películas sin alardes ni trucos de ordenadores, sin actores virtuales ni al estilo playstation tan en boga. En resumen: un palmarés que fue aceptado por todos y un festival que demostró más aciertos que errores en una selección oficial notable.

Flawless (Un plan brillante), del británico Michael Radford, con Michael Caine y Demi Moore en los papeles estelares, clausuró la edición de Donostia Zinemaldia 2007. Una película entretenida -con un Caine, una vez más, extraordinario- del realizador de El cartero de Pablo Neruda, quien en la actualidad prepara el rodaje de La mula, la novela de Juan Eslava Galán ambientada en la Guerra Civil española. Óscar Jaenada y María Valverde llevarán el peso de una producción de Gheko Films con un presupuesto que superará los 9 millones de euros.

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