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'Lavado de cerebro' en televisión

Pilar Bonet

El primer canal de la televisión rusa ofreció un debate sorprendente en la noche del domingo. Con furia, políticos y politólogos, hermanados por la simpatía común hacia Vladímir Putin y Rusia Unida, criticaron durante horas a los liberales protagonistas de los años noventa, cuando estaba ya claro que los resultados conjuntos de éstos eran inferiores a un 3% (Yábloko con un 1,6% y la Unión de Fuerzas de Derechas, UFD, con 1%).

¿Por qué los vencedores, en lugar de mostrar euforia por su contundente triunfo, se ensañaban con tanta virulencia con un sector tan insignificante? ¿Por qué pisoteaban con tanta energía a un adversario, al que ni siquiera habían invitado para que explicara ante la cámara su versión del fracaso? El repulsivo coro de personajes satisfechos, que movían la cabeza en signo de asentimiento y se aplaudían las ocurrencias, era una muestra del lavado de cerebro al que se dedican los canales de televisión centrales de Rusia.

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El director de cine Nikita Mijailkov, cercano al presidente Putin, llamó a los liberales "imberbes" desconocedores del país en el que viven. El politólogo Viacheslav Níkonov consideró que el desconocimiento de su propio electorado les había llevado a "enterrarse a sí mismos". "Si hubieran mirado las encuestas, hubieran visto que en el electorado de UFD hay un 92% de personas a las que les gusta Putin". "La UFD fue en contra de sus electores para gustar en Occidente", concluyó. Mijaíl Leóntev disentía. Los liberales, en su opinión, conocen bien Rusia y por eso "siempre están dispuestos a huir". "Por fin se ha despejado el campo", sentenció. Serguéi Kurguinián observó que todos los que han conseguido escaños en la Duma Estatal son "partidarios del Estado fuerte", aunque pueden diferir en su forma de entenderlo. Alguien consideró que las legislativas fueron "la despedida de los noventa".

Occidente como vara

En la retórica de RU, Occidente juega el papel de malo dispuesto a financiar a los enemigos del país. Pero paradójicamente, Occidente es también la medida de la normalidad. Y así, Níkonov aseguraba que en la política europea los liberales son una especie en extinción, con lo que quería indicar que Rusia sigue tendencias de la modernidad. En una entrevista, el líder de RU, Borís Gryzlov, aseguraba que la asistencia electoral había sido digna de los países desarrollados de Europa. Discutible. Lo único que estaba claro es que aquella tertulia del primer canal nada tiene que ver con las buenas tradiciones de Rusia, aquellas que Alexandr Pushkin reflejó en un bello poema en el que exhortaba a "mostrar compasión con el caído".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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