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Columna
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Vuelve el caimán

Lluís Bassets

El caimán se fue hace dos años, pero ya vuelve. Con más pelo en la cabeza, su sonrisa malvada de siempre y esa voz estridente que no cesa, aunque sólo sea para desmentir la amenaza que acaba de proferir hace un instante. Anuncia una marcha sobre Roma, gesto legendario en la historia italiana, si no hay elecciones ya. Tiene esta jugada preparada desde el mismo día en que cedió el Gobierno a Romano Prodi, y ahora no quiere aplazar ni un minuto más su regreso al palacio Chigi, donde tiene su despacho el presidente del Consejo de Ministros italiano.

El caimán vuelve con 71 años, una edad poco acorde con relevos generacionales y renovaciones. Pero es la misma de John McCain, que se despega en las primarias republicanas y terminará siendo el finalista frente a Clinton u Obama. Antes de que termine la memorable batalla electoral que se libra en Estados Unidos, es probable que nuestros vecinos italianos nos proporcionen otro gran espectáculo político y electoral. Elecciones ya, pero no así. Italia no debería seguir ni un minuto más con el demencial sistema electoral y parlamentario actual, en el que un pequeño partido de intereses familiares puede dar al traste con un Gobierno. Lo más urgente es reducir el peso de las pequeñas formaciones y el número de parlamentarios (de los mil actuales a unos 600) y de ministerios (son 104 los ministros, secretarios de Estado y subsecretarios del actual Gobierno); y corregir el bicameralismo perfecto, de forma que el Senado no pueda derribar el gobierno por sí solo como le ha ocurrido a Prodi y puede ocurrirle a quien le suceda.

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Por eso el presidente de la República, Giorgio Napolitano, encargó ayer a Franco Marini la formación de un Gobierno para preparar una reforma electoral. Tarea improbable, que tendrá enfrente a una nueva mayoría que quiere elecciones ya, subito, como clamaba la multitud en la plaza de San Pedro cuando pedía la santificación de Karol Wojtyla. Quien se juega el tipo en el envite es Walter Veltroni, el alcalde de Roma y secretario general del Partido Democrático, surgido de unas elecciones primarias el pasado octubre, y sin tiempo para asentarse como fuerza hegemónica y unida de la izquierda.

Las encuestas son ampliamente favorables a Berlusconi, pero ya señalan una clara tendencia: los resultados del PD son mejores si se presenta en solitario, a cuerpo. Veltroni sólo puede aspirar a una oposición fuerte, que se dedique a preparar una llegada clara al poder para la siguiente legislatura, y a que Berlusconi reciba también el castigo de su ley electoral en propia carne con una mayoría inconsútil en el Senado, como la de Prodi. Pero si tiene la audacia de la esperanza, y consigue transmitirla a sus seguidores, como Barack Obama, esas elecciones en puertas prometen convertirse en un gran acontecimiento. De una parte, más de lo mismo, la repetición por tercera vez del conflicto de intereses, el control de los medios, la presión sobre jueces y periodistas y la infección de la antipolítica, en suma. De la otra, la semilla de un proyecto, un partido y un líder nuevos, también más joven y salido de unas primarias.

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Berlusconi III apunta modos de Sarkozy. Ya lo ha insinuado. Le gustaría hacer una apertura a la izquierda. Aunque Il Cavaliere es menos la copia que el original, coinciden en la confusión entre lo privado y lo público, la personalización de la vida política, la concentración de poder, el Estado como empresa privada, la compra de voluntades y conciencias, el amiguismo como sistema de relación política, y el cóctel de gambas políticas con salsa rosa. El director de La Repubblica, Ezio Mauro, ha descrito el momento con dramáticas palabras: "La derecha -ésta es la paradoja en este decaimiento de 2008- sintoniza e interpreta el sentimiento italiano dominante, que es a la vez de protesta y de exclusión, incluso de secesión individual del Estado, probablemente de desilusión republicana, y seguro de soledad cívica". Hay síntomas suficientes para pensar que este sentimiento se extiende más allá de Italia.

Atendamos pues a ese caimán que ya huele a sangre y al san Jorge que le sale al paso. No todo se juega en Estados Unidos el primer martes después del primer lunes de noviembre.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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