_
_
_
_
_
El debate de investidura

La réplica da un respiro a Rajoy

El líder del PP recibe el aplauso unánime y en pie de su grupo al inicio y al final

Carlos E. Cué

Mariano Rajoy ya tiene algo que en el Parlamento británico es toda una tradición catalogada de manera gráfica: los back benchers (los que se sientan atrás). Son los diputados veteranos que no tienen poder orgánico pero sí influencia, se colocan al fondo, y suelen ser los más críticos con el líder. En Inglaterra le atizan en público y casi todos los días -de allí vinieron los reproches más duros que escuchó Tony Blair por la guerra de Irak-; en España en privado y sólo a veces.

"Ha callado muchas bocas. Esperanza Aguirre tendrá que seguir esperando"
Algunos se quejaron de que hubiera gastado demasiado tiempo en defenderse
Más información
Zapatero ofrece pactos, Rajoy desconfía
Zapatero, a segunda vuelta

Y ayer, en esos asientos de atrás estaban aznaristas de pro como Miguel Ángel Cortés o Eugenio Nasarre, personajes de mucho peso en las últimas semanas como Manuel Pizarro, Esteban González Pons o Juan Costa, y hasta Eduardo Zaplana, el ex portavoz, que ha dejado su sitio al lado de Rajoy por otro mucho más alejado. Pero todos ellos, como uno solo, se levantaron tras la réplica de su líder para aplaudir puestos en pie.

Cuando arrancó su discurso inicial, leído en algunos tramos con ese tono monocorde que tanto le critican interna y externamente, varios diputados y senadores -había representantes de las dos cámaras- se preocuparon. El escaso entusiasmo que genera el líder es algo que ha reconocido incluso indirectamente el propio José María Aznar en un mitin en León. Pero después vino la réplica, y ese aplauso que antes de arrancar Rajoy muchos respetaron por disciplina, al final pareció más sincero. "Todos sabemos que es un buen parlamentario. Eso no lo ha puesto nadie en duda, ni siquiera los que creen que Aguirre sería una mejor candidata en 2012 y que Rajoy no puede volver a presentarse. La réplica ha salvado el discurso", sentenciaba uno de los diputados habitualmente más críticos con Rajoy.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

"Ha callado muchas bocas. Incluso los que tenemos dudas por el equipo tan inexperto que ha elegido para el Congreso hemos comentado que Esperanza Aguirre, que estaba esperando un fracaso para tener más argumentos, tendrá que seguir esperando", comentaba otro.

No todo eran buenas palabras. Algunos se quejaban de que, pese al éxito en la réplica, el líder hubiera gastado casi todo su tiempo en defenderse de los ataques de Zapatero y en justificar su voto negativo, en vez de hacer un poco más de daño. Pero las críticas no eran ni parecidas a las palabras gruesas que se han escuchado en los corrillos de la última semana.

Incluso los más escépticos reconocían que el debate de investidura es algo muy complicado para un líder de la oposición, porque no tiene sentido empezar enseguida a atacar por los cuatro años anteriores y el presidente siempre puede responder a cualquier reproche, como hizo, recordando que la mayoría de los ciudadanos acaban de darle la razón al votarle. Por eso en su grupo gustó mucho que Rajoy se riera de Zapatero cuando le pidió que plantee alternativas. "Ya me gustaría presentar mi programa de Gobierno, pero yo no he ganado las elecciones", le espetó.

Muchas cosas han cambiado con el nuevo PP, cuyo nacimiento está creando una grave crisis interna. Rajoy terminó el último debate del estado de la nación pidiendo las actas de las reuniones con ETA, y en el primero llegó a acusar a Zapatero de "traicionar a los muertos" a manos de la banda terrorista. Ayer no hubo ninguna acusación de ese calibre. Y cuando acabó el cruce, Soraya Sáenz de Santamaría, la nueva portavoz, salió a los pasillos para reconocer que, al menos, Zapatero había ofrecido varios pactos y el PP estaba dispuesto "con cautelas y con las cosas por escrito", a escuchar al PSOE. Otros diputados marianistas señalaban que el líder había estado hábil para evitar las "trampas" de Zapatero, esto es cuando trató de arrastrarle a que dijera que su Gobierno no es legítimo.

Sáenz de Santamaría, que estrenaba su puesto en un gran debate -aunque no intervino- estuvo toda la tarde pasándole papeles a su jefe y aplaudiendo sus intervenciones hasta romperse las manos. De hecho, era la más entusiasta, con José María Lassalle, redactor de muchos discursos del líder, que se levantó como un resorte para aplaudir al final.

Mariano Rajoy, junto a Ángel Acebes y Soraya Sáenz de Santamaría, en un momento del debate.
Mariano Rajoy, junto a Ángel Acebes y Soraya Sáenz de Santamaría, en un momento del debate.ULY MARTÍN

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_