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Coslada soy yo

Ginés Jiménez encontró en el municipio del Corredor del Henares una ciudad emergente y a medio hacer donde imponer su estilo

En 1906, el arquitecto francés Eugène Hénard inventó la rotonda para facilitar la circulación de automóviles en carreteras y ciudades. A la vista está que la cosa cuajó. En la Comunidad de Madrid, la idea sirvió para muchas cosas más. Para que todas las ciudades dormitorio se parecieran las unas a las otras, para llevarle a uno a los polígonos y a los edificios de ladrillo rojo y a los toldos verdes, y para poner con caracteres bien grandes el nombre del municipio: COSLADA.

Cuando llegó a la comisaría no había mucha policía. Los vecinos pedían orden
"Tú ya sabes lo que te puedo hacer", advirtió el 'sheriff' a una víctima
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Las gigantes siete letras de mármol que forman la palabra sobre la glorieta de entrada a la ciudad parecen más un aviso que una bienvenida. Todo lo que ha pasado en los últimos años en este municipio de casi 92.000 habitantes tiene mucho que ver con esa rotonda, o al menos con la impersonalidad que transmite. Ginés Jiménez, el jefe de la Policía Local de Coslada, podría haber impuesto su estilo en algún otro asentamiento parecido, en algún municipio sin mucho vestigio histórico, con el mismo desarrollo urbanístico desaforado, en otro lugar donde la gente sólo fuera a dormir, una ciudad que estuviera por hacerse. Mala suerte, sólo aprobó las oposiciones de Coslada.

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Hoy hay feria en el municipio. Uno de los feriantes comprueba el funcionamiento de una de sus atracciones, para que haga volar esta noche a sus clientes sin peligro. "Hay que ver las cosas con perspectiva. Cuando llegó Ginés no había mucha policía por aquí. Y hacía falta un poco de orden", sugiere. "¿Cuántos éramos? ¿4.000 personas?". Eran muchos más, pero el feriante no calcula bien las fechas.

Ginés llegó a Coslada en 1986. El municipio, de tan sólo 12 kilómetros cuadrados, se acercaba entonces a los 50.000 habitantes con unas tasas de crecimiento del 400% (no eran más de mil en 1950), según los datos del Ayuntamiento. La actividad económica del pueblo giraba desde los años 70 en torno al transporte. Las mercancías de los cuatro puertos principales de España (Algeciras, Bilbao, Valencia y Barcelona) llegaban por carretera y ferrocarril a la ciudad para su distribución. En los años ochenta todo estaba por desarrollar. Ginés llegó y se hizo Jefe de la Policía Local, aunque su comportamiento fue pronto el de un sheriff que quiere imponer su ley. Y eso es lo que hizo, si se atiende a las declaraciones de sus víctimas, que han destapado la situación que se vivía en la Policía de Coslada.

"Yo no pago en ningún sitio. Te vas a acordar de mí durante toda tu vida". Ginés se lo soltó así a la dueña de un restaurante del municipio. Su cabreo era por el precio de una cena que el sheriff había disfrutado con varios acompañantes. Ginés mandó a algunos de sus hombres más fieles para dejar claro que él comía y bebía gratis; inspecciones continuas, presencia de los coches policiales en la puerta del local, multas, acusaciones de superar el aforo permitido... Una noche, la mujer tuvo un encuentro con un hombre rubio que conducía un megane rojo. Ginés iba a su lado. El rubio se bajó del coche y la abordó en la calle. Le apuntó en la sien con una pistola y...: "O dejas el bar o te mato". Días más tarde, ella lo traspasó.

Así aparece relatado en el sumario del caso. Hay decenas de historias similares en las que Ginés usa su poder para amedrentar a los dueños de los locales que no le bailaban el agua, quienes no pagaban el impuesto por dejarle hacer, quienes no iban a verle al despacho a rendir pleitesía. Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía pincharon los teléfonos de Ginés y sus compinches. En una ocasión Ginés le dijo a un hostelero de Coslada: "Todavía no has aprendido. Tienes que ir a mi despacho como todos. No has venido a dar las gracias, si tienes abierto el bar es gracias a nosotros. Vendrás. ¿No ves que tengo tu documentación?... Sabes lo que puedo hacer".

¿Cómo pudo ocurrir todo esto durante 22 años sin que trascendiera, sin que nadie hiciera nada? Quizás sea, como señalaba el feriante -que se ha ido a dormir la siesta- la necesidad de los habitantes de Coslada por tener orden en una ciudad emergente, con bares de copas y luces de neón naciendo cada noche, con el temor de los cosladeños a una población inmigrante, la rumana, cada vez más integrada en una ciudad que muchos consideran sólo un dormitorio.

Las diligencias policiales mencionan varias veces el "factor miedo" impuesto por Ginés y sus hombres entre los vecinos de Coslada. A veces miedo, a veces simplemente indiferencia. Un joven barman se burla del sheriff tras la barra de una caseta de la feria. La parodia del asunto está en la camiseta negra del joven, con una estrella del sheriff y el dibujo del poli de los Simpson apuntando con su pistola. Por detrás, la camiseta exhibe un lema: "Corrupto ibérico Español. Coslada Nostra".

El joven pierde el humor cuando se le pregunta si todos sabían en Coslada lo que ocurría. "No sé lo que sabrían los demás. Yo sabía cosas. Pero conmigo no se metía". Las diligencias policiales rematan esta idea en sus conclusiones y arremeten contra los políticos: "La lamentable situación [...] sólo ha sido posible desde la más absoluta dejación de funciones de algunas autoridades municipales, las cuales han ignorado las llamadas de auxilio de los afectados". "Las víctimas tratan de ganarse los favores e incluso confraternizar con la única persona que puede mejorar o empeorar su situación, su propio verdugo", afirman los agentes en el texto.

Los verdugos eran los hombres de El Bloque, ese subgrupo consentido de jóvenes duros y peleones, tatuados con los símbolos de la manada, apodados con nombres absurdos como El Pelas o El Koala, aficionados a la cocaína, el cristal y el éxtasis. Tenían himno propio, jerarquías dentro del grupo, eran poco amigos de pagar copas, como su jefe, y mucho menos de hacerlo por mantener relaciones con las prostitutas rumanas a las que extorsionaban. Unos piezas consentidos por Ginés y en ocasiones alentados por la figura del pater que se consideraba el "dueño de Coslada", según el testimonio de uno de ellos ante los agentes que les detuvieron.

Pero volvamos a las rotondas. Hace años, una de ellas simbolizó la esencia de Coslada, según explicó entonces su alcalde, José Huélamo, el hombre bajo cuyo mandato nació el personaje de Ginés Jiménez. Fue en 1998. Sobre la rotonda se levantó una escultura con la imagen de ocho personas sujetando los cuatro puntos cardinales, los cuatro símbolos de la ciudad: la construcción, el comercio, el transporte y la industria. Todos sabían en Coslada que las ocho imágenes eran las de los Barrales, la familia que, según los cosladeños, posee el municipio. Hablan de ellos como terratenientes, pero los Barrales siempre han dicho que son los hijos de un jornalero. Las esculturas se quitaron y hay quienes aseguran que los Barrales las guardaron en el garaje de una de sus empresas de construcción.

Si los planes del municipio salen adelante, la ciudad podría albergar unas 115.000 personas a mediados de la próxima década. Sería -ya lo es- una de las localidades con mayor densidad de población de toda España, con prácticamente 100 habitantes por metro cuadrado. Esta noche deben estar todos en la feria.

"Los Barrales controlan el dinero en este pueblo. Ginés era la ley", sentencian dos jóvenes en las inmediaciones del recinto. Sus ilusiones con unas cuantas copas extra no van mucho más allá de mantener el curro, comprar una casa y tener una familia. Ambos están en la treintena. Son parte de la generación que ha nacido allí, que ha estudiado en Coslada y no les parece que su ciudad sea "fea de cajones" como asegura un periódico quincenal del Corredor de Henares. "Tenemos unos parques que no están nada mal. Fuera de eso, poco más. No hay nada que ver en Coslada". Es lógico. Su historia se reduce a unas pocas casas durante varios siglos reunidas en torno a la agricultura y la ganadería. Su memoria no alcanza mucho más. El archivo de su Ayuntamiento en 1700 fue arrasado por las tropas austriacas cuando huían del ejército franco español tras la derrota en la batalla de Villaviciosa, en la Guerra de Sucesión.

Ginés encontró su hueco en este lugar sin memoria, donde los puntos cardinales de la glorieta de los Barrales no incluyen el arte, la cultura o la historia. Buscaba un lugar donde ser policía y se encontró con que la ciudad demandaba un sheriff bajo el ruido de los aviones del aeropuerto de Barajas cruzando su cielo industrial y junto al ferrocarril que traía mercancías y riqueza a la zona. Todos ganaron dinero en los 22 años que estuvo Ginés en su puesto. Algunos más que otros. El sumario del caso determinará pronto si las responsabilidades en la trama de Coslada rozaban más cargos y personalidades. Continuará.

El enorme letrero en la rotonda de entrada a Coslada da la bienvenida al visitante de este municipio de 92.000 habitantes.
El enorme letrero en la rotonda de entrada a Coslada da la bienvenida al visitante de este municipio de 92.000 habitantes.ÁLVARO GARCÍA

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