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Reportaje:Día europeo de la seguridad vial

Más de 5.000 pulsos ganados a la muerte

El director de Tráfico, Pere Navarro, repasa la gestión de los últimos cuatro años y medio de Gobierno socialista, que ha reducido las víctimas en carretera a cifras desconocidas

Elsa Granda

El gabinete de prensa le entrega una aseada hoja escrita a mano con una estimación de cuántas personas habrían muerto en las carreteras si las cifras de 2003 se hubiesen mantenido. Apenas la mira. La empuja con la mano. "A mí me da no sé qué. Me impresiona tanto que no quiero ni verlo". Pere Navarro (Barcelona, 1952) huye de la autocomplacencia, aunque murmura que seguramente se trata de una de las noticias más importantes de los últimos años en España: "No quiero que se piense que yo presumo de haber evitado 5.391 muertes. Sigue habiendo muchos. Correría el riesgo de entrar en una situación de autocomplacencia que te lleva directamente a la ineficacia. Es tan contundente que creo que las cosas bien hechas se explican por sí solas. Me interesa más hablar de lo que no funciona".

"Trabajar para que la gente no muera es lo máximo a lo que se puede aspirar"
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Desde 2004, los trazos de los gráficos que cuentan las vidas perdidas en accidente de tráfico vienen cayendo como si las arrastrara una plomada. Navarro enfatiza su acento catalán y se arranca socarrón: "Como mucho, será una línea de mi epitafio o de mi necrológica. Todos deberíamos sentirnos legítimamente orgullosos del sufrimiento ahorrado". Y añade: "Lo triste es pensar que esto podría haberse hecho antes".

Este agitador nato, que tiene en su haber una de las mejores marcas del Gobierno en lanzamiento de globos sonda (anunciar noticias polémicas para conocer la reacción social), tomó las riendas de su departamento hace cuatro años y medio, cuando morían en accidente 4.032 personas al año. Se estima que 2008 se cerrará con unas 2.200 víctimas mortales. Sería el mejor dato desde 1964, año en el que el parque de vehículos no llegaba al millón (ahora hay 30 veces más). Y supondría una reducción de en torno al 40% en cinco años. Y eso sin contar los datos de los fallecidos que se producen en zona urbana, que han descendido un 19%, según un estudio hecho público por la DGT con motivo del día europeo de la seguridad vial, que se celebra hoy.

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El hombre que peleó por la implantación del carné por puntos, y dio un impulso al debate de la seguridad vial llegó al Ministerio del Interior, del que depende la DGT, sin haber pensado antes dónde se metía. "Un miércoles me llamó la subsecretaria de Interior, Soledad López, y me dijo: 'Oye, ¿tú te quieres venir aquí?'. Me pilló en un momento de debilidad y le dije: 'Mejor hablamos en persona...'. Y ella contestó: 'No. [El nombramiento] va para el viernes [al Consejo de Ministros]".

Afable, inquieto, optimista, provocador y con carné de conducir -a pesar de que circula una leyenda urbana que asegura que no tiene-, dirigió el Servei de Trànsit de Barcelona y antes había sido gobernador civil de Girona, donde fue "casi feliz". De aquella época, entre 1985 y 1996, hay dos cosas que recuerda con especial cariño: las largas conversaciones con el presidente Tarradellas y "el ritmo de provincias, que permite vivir con los cinco sentidos".

Cuando echa la vista atrás recuerda que nada fue fácil al principio. Le costó casi tanto luchar contra la Administración como combatir los accidentes. "Ante cualquier iniciativa obtenías tres respuestas: 'No es competencia nuestra, la ley no lo permite y falta personal". Otros se habrían refugiado en aquella frase de Ortega que asevera que el "esfuerzo inútil conduce a la melancolía"; sin embargo, optó por una filosofía más de andar por casa: "Si vengo a Madrid es para hacer cosas, no para calentar una silla". Y se plantó: "Vamos a ver, señores, una cosa es que no sea competencia nuestra, pero lo que no podemos hacer es dejarlo. Segundo, esto es Madrid, aquí hacemos las leyes y si la ley no lo permite hay que reformarla. Y tercero, si no hay personal vamos a echarle imaginación y tecnología".

Aficionado a patearse la montaña, lo mismo convoca a sus colaboradores a serpentear las sendas de la sierra de Madrid que se atreve con las escarpadas laderas del Kilimanjaro (Tanzania, de 5.895 metros). Echarse a la mar tampoco es un problema, eso sí, siempre a vela, en su barco de nueve metros de eslora del año 1989 que adquirió de segunda mano: "Lo encuentro fascinante, es toda una lección de paciencia".

Asegura que su profesión, inspector de Trabajo experto en riesgos laborales, ha sido fundamental: "He aplicado lo que aprendí entonces; que hay que evitar el error humano y si éste se produce hay que ver qué se puede aplicar para que no haya un accidente con fatales consecuencias".

Cuando se puso manos a la obra, Navarro sabía que se enfrentaba a un escenario de resignación ("Los accidentes de tráfico se tomaban como algo inevitable ligado al progreso, y yo veía que nadie le daba ninguna importancia", recuerda). Lo primero que hizo fue meter el pijama en la maleta e irse a Francia para "aprender" de sus buenos resultados. Pronto llegó una cascada de medidas, un cóctel de complicidad y mano de hierro. "Los accidentes son una enfermedad grave y no hay tratamiento indoloro. Parte del antídoto descansa en la vigilancia, el control y la sanción. La represión, en el mejor sentido, es importante", explica.

Se cuadriplicaron las ruedas de prensa y las campañas de concienciación, pero también las de control; se instalaron más radares (casi 400), se incrementó el número de agentes (más de 700 este año), se aplicó el carné por puntos, y se reformó el Código Penal para perseguir a los peores de la carretera. Muchas de las iniciativas fueron fuertemente criticadas. Al director de Tráfico no le importaba, al contrario. Había debate y eso salvaba vidas. De uno de sus más feroces detractores, que desacredita continuamente las medidas de la DGT, ha llegado a decir: "Si no existiera tendríamos que inventarlo".

A su gestión ha intentado inyectarle las máximas que guían su vida. "Vivir es un arte, hay que ponerle ganas, pasión e imaginación", apunta. Y así es como logró poner en marcha la que considera una de las medidas más eficaces en la lucha contra la epidemia silenciosa de los accidentes de tráfico. Transmitir mensajes de seguridad vial a los conductores a través de los 17.000 paneles luminosos de las carreteras. Una medida "con resultados excepcionales" que no costó ni un euro.

Durante estos años, la DGT se ha movido a veces al borde del precipicio. La época más dura fue la de implantación del nuevo permiso, porque "había serias dudas" de que pudiera ponerse en marcha: "Nos dieron sólo un año, en Francia tardaron tres. Un día estaba de viaje en Cartagena de Indias (Colombia) y tuve que coger un avión y volver corriendo porque el permiso por puntos se hundía. Debían faltar dos o tres meses para la implantación". Salió adelante, y en dos años ayudó a que las muertes en accidente de circulación bajaran un 22%. "Lo fácil y lo rápido habría sido aumentar la cuantía de las multas, que tienen algo de injusto en función de la renta: a unos los fríes y a otros les importa un pepino".

Su gran satisfacción, haber logrado que Justicia se implique en la batalla contra la siniestralidad en la carretera, con la fiscalía y la reforma penal. "Es un mensaje absolutamente contundente, de un país que se lo ha tomado en serio, juicios rápidos, antecedentes penales... Es tan importante como el carné por puntos".

En la Semana Santa de 2007, Navarro derrapó aventurando que al final del periodo vacacional las muertes no llegarían al centenar. Jugar con la futurología le valió un buen revolcón moral. El ministro Rubalcaba tuvo que acudir al rescate ante la prensa. Hoy recuerda aquellos días como algo positivo: "Todo el mundo se enteró de que en Semana Santa morían 100 personas. Pudo tener un pequeño coste personal, pero eso no es nada al lado de la concienciación que supuso marcar ese objetivo". Por su cabeza nunca ha pasado la idea de dimitir, aunque tiene un gusto casi obsesivo por la provisionalidad: "A mí me nombra y me cesa el Consejo de Ministros, con lo cual yo trabajo para que el próximo viernes no me retiren la confianza".

A punto de arrancar el permiso por puntos, José Antonio Alonso dejó el Ministerio del Interior y se fue a Defensa, donde a Navarro le ofreció la Dirección General de Reclutamiento. "No habría quedado bien irse en ese momento; si te comprometes, te comprometes".

Al director de Tráfico todo el mundo le espeta sus frustraciones y sus aportaciones. Entender a cada colectivo no es difícil para un político que circula en bici o en moto cuando está en Barcelona, toma un autobús en el centro de Madrid -"o un taxi si tengo prisa", admite.- o enfila en el coche hacia la sierra madrileña los fines de semana.

-¿Es buen conductor?

-Mi familia dice que no.

-¿Multas?

-Sólo de aparcamiento.

Cada noche, este usuario compulsivo del Diccionario de la Lengua se va a la cama tras recibir en su móvil un SMS con el balance de fallecidos del día, y se levanta con el cómputo definitivo. En su despacho repasa los atestados de cada accidente. Asegura que hay que mantener una cierta distancia del drama individual, aunque reconoce que "uno siente cada muerte". Y concluye: "Quizás hay gente que se queja y le hemos salvado la vida, pero no lo sabe".

"¿Pero vosotros qué habéis hecho?", interrogan continuamente los representantes de países europeos punteros en seguridad vial. Navarro responde: "Esto va de unos partidos políticos implicados, de una comisión en el Congreso, de un fiscal muy comprometido, de una sociedad que ha madurado, de unos medios que toman partido, de unas asociaciones de víctimas a las que se les ha dado el protagonismo que merecen, de un ministro que es un lujo, de un presidente que nos escucha... Todo suma".

Navarro, que ya aprendió que la futurología no es lo suyo, sí tiene una certeza: "Está demostrado que después de unos años de descenso se produce un repunte". Hace una pausa y enfatiza: "Eso sí, la sociedad no permitiría que se volviese al número de muertes de 2003". Antes de dejar el cargo, a él lo que le pide el cuerpo es poner en marcha el control de velocidades medias entre dos puntos kilométricos, que considera más justo que los actuales radares. También mira con buenos ojos la iniciativa europea de colocar una separación en las carreteras de un único carril por sentido.

Con el rabillo del ojo, Navarro mira la estimación del aseado papel del gabinete de prensa. Y murmura: "Trabajar para que la gente no muera quizás sea lo más a lo que se puede aspirar".

Pere Navarro observa el tráfico desde el helipuerto situado en el tejado de la sede central de la DGT en Madrid.
Pere Navarro observa el tráfico desde el helipuerto situado en el tejado de la sede central de la DGT en Madrid.LUIS SEVILLANO

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