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La herida Chechena

Ya que Ramzan Kadyrov, el joven presidente de Chechenia, es, como todo el mundo sabe, "el gran constructor del mundo", resulta una agradable coincidencia para el visitante extranjero llegar a Grozni un 27 de abril, víspera del Den stroiteli, "día de los constructores", llamado así para festejar el quinto aniversario del Ministerio de Vivienda. Aquel día, Tamir, el joven agregado de prensa checheno encargado de acompañarnos al fotógrafo Thomas Dworzak y a mí, nos había invitado a reunirnos con él en el teatro de la ciudad. Nos encontramos de pie en el hall principal de grandes columnas ante un gran piano de cola flanqueado por los retratos de los Kadyrov, padre e hijo, observando la entrada de la nomenclatura chechena, pasando uno tras otro bajo los arcos detectores de metal rodeados de un cordón de fuerzas especiales del Ministerio del Interior (OMON). Los jefes administrativos de los distritos llevan llamativos Rolex de oro y anillos de brillantes. Los ministros, camisas rosa o violeta claro con corbatas en tonos varios, trajes de seda color crema y zapatos de punta de piel de cocodrilo. Muchos lucen pins con la cara de Ramzan, y otros, la Orden de Kadyrov, una medalla de oro acuñada con el busto de su padre, Akhmad-Khadzhi, sobre una bandera rusa que, vista de cerca, parece hecha con brillantes de colores. También son numerosos los que llevan el pes, un gorro de terciopelo con una pequeña borla atada a un cordón. Pregunte a cualquier checheno y le dirá que se trata del sombrero nacional. Pocos se acuerdan de que, no hace mucho tiempo, lo llevaban únicamente los viejos del wird souci de los Kounta-Khadzhi, la asociación a la que pertenecen los Kadyrov.

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Ahora, casi todo el mundo lleva uno, sea cual sea su wird o su tariqat, hasta los inguches. Tamir me presenta a su tío Olgouzour Abdoulkarimov, ministro de Industria. El presidente del Parlamento checheno, Doukvakha Abdourakhmanov, entra haciendo mucho ruido, sin pararse, moviendo de forma ostentosa el arco de seguridad para saludar a Akhmad Gekhaiev, ministro de Vivienda, cuyo día se celebra. Un poco más lejos, luciendo el uniforme de la OTAN con boina negra y pistola a la cintura, se encuentra Charip Delimkhanov, hermano de Adam Delimkhanov, que dirige el Neft Polk, un batallón encargado de la seguridad de las instalaciones petrolíferas. El hombre con quien habla, Magomed Kadyrov, hermano del difunto Akhmad-Khadzhi, es una de las pocas personas presentes que no lleva ni traje ni uniforme, tan sólo una sencilla chaqueta y unos vaqueros, de muy buena calidad, sin duda caros e italianos.

Esta semiótica ostentadora del poder checheno podría provocar una sonrisa, pero no tiene mucho interés, ya que sus códigos son muy precisos: en un mundo en el que a toda costa cada uno quiere ocupar un sitio, se diría que cuanto más arriba se está, más se permite la informalidad y menos se tiene la obligación de exhibirse. Incluso el guardaespaldas encargado de la seguridad juega a este mismo juego: todos sus subordinados pertenecientes al SBP, servicio de seguridad de la presidencia, visten un uniforme negro, nuevo, bien entallado. Lo llevan con una camiseta con un texto en cirílico que dice ANTITERROR y con una gorra también negra con la inscripción TSENTOROI, el pueblo natal de Ramzan. Pero él lleva vaqueros, pistola al cinto y un reloj dorado cuya esfera está decorada con la bandera chechena. La forma tan sorprendente de actuar de estos hombres es la misma que mostraban los rebeldes chechenos de otro tiempo. Su manera de saludarse, de darse un abrazo, de reír, hablar, de moverse de un lado a otro, es un baile organizado, pero ostensiblemente informal, que significa que están encantados de servir al Gobierno prorruso, encantados de ser, de hecho, unos burócratas rusos, aunque no estamos en Rusia y ellos no son rusos, sino chechenos.

La propia ceremonia nos traslada directamente de la simbología chechena a la soviética, en versión posmoderna revisada que roza incluso el surrealismo espontáneo. La enorme sala está abarrotada de "voluntarios" reclutados en distintos ministerios y en la universidad. Para hacer la espera más agradable, los organizadores han traído de Moscú una girls band. Sus integrantes llevan para la ocasión un pañuelo de cabeza encima de sus minifaldas y tocan con sus violines y violonchelos una especie de música entre clásica y pop. Cuando Kadyrov entra rodeado de un grupo compacto de guardaespaldas y de invitados, la multitud se abalanza a sus pies aplaudiendo, al mismo tiempo que el presentador anuncia solemnemente ante el micrófono: "¡El presidente de la República de Chechenia, héroe de Rusia, Ramzan Akhmadovitch Kadyrov!".

Una vez que el héroe de Rusia toma asiento, comienza el espectáculo con un vídeo que muestra los éxitos del Ministerio de Vivienda -creado bajo "una de las últimas órdenes firmadas por Akhmad-Khadzhi Kadyrov"-, seguido de un larguísimo discurso que lee Gekhaiev deprisa y corriendo al mismo tiempo que enumera una lista de éxitos a modo de informe burocrático. Gekhaiev termina el discurso bruscamente y, cambiando inmediatamente de postura y sonriendo bobaliconamente, afirma con tono un tanto molesto: "A lo mejor se están preguntando por qué he leído tan deprisa. Hace un rato tropecé por casualidad con Ramzan Akhamadovitch, que me preguntó: 'Akhamad, tu discurso ¿es largo?'. Y cuando le contesté que sí, me dijo: 'Entonces, léelo deprisa". Finalmente, Ramzan Akhmadovitch, "el mejor constructor del mundo", tal como una vez más nos recuerda el presentador, sale a escena y agarra el micrófono inalámbrico. Mientras Gekhaiev y los otros participantes hablan en ruso, Kadyrov lo hace en checheno, con voz profunda y grave acompañada de gestos expresivos, suscitando en ciertos momentos con sus chistes tanto risas como aplausos y asestando con brusquedad los fundamentos de su filosofía: "Si el jefe es bueno, entonces todos son buenos: los colegas y los subordinados". No me siento en condiciones de juzgar su checheno, pero el escritor checheno Guerman Saidoullaev me ha comentado que lo encuentra extremadamente literario y articulado. Aunque otros opinan lo contrario, que es tan limitado como su ruso. Y por citar a un amigo, "no es solamente pobre, sino repleto de grandes faltas tanto en los géneros como en las declinaciones", algo que yo mismo puedo confirmar. Sea lo que sea, se nota que domina completamente esta grotesca ceremonia ritual, es un auténtico animal de la escena, de las masas. Disfruta con todo esto.

[...] Por último, Doukvakha Abdourakhmanov ofrece una oda "al hombre que está siempre al lado de la familia Kadyrov y del pueblo checheno, Vladimir Vladimirovitch Putin. "¡Gloria a Putin!", grita en medio de un estruendo de aplausos. Sentado en medio de la multitud, su imagen proyectada sobre una pantalla enorme al fondo de la sala, Ramzan ríe, aplaude, bromea con sus esbirros y manosea su móvil. Back in the USSR...

En su pequeño despacho moscovita, Aleksandr Tcherkassov, uno de los dirigentes de Memorial, la organización de derechos humanos más importante de Rusia, me dice: "Chechenia está como en 1937 y 1938". "Hemos completado un ambicioso programa de edificación, la gente recibe viviendas, hay parques para que los niños jueguen, teatros, conciertos, todo está bien... y, sin embargo, por la noche, la gente desaparece". Aunque las cifras no tienen parangón, lo que se busca es la ilusión de una normalidad, es decir, la realidad de una normalidad para todos aquellos a los que el terror no les afecta. Estuve dos semanas en Chechenia, desde finales de abril hasta principios de mayo, y en este artículo me gustaría poner el acento en la normalización, en una Chechenia que globalmente está mucho mejor que antes, a pesar de los graves problemas. La reconstrucción es total y real. En lo que respecta al terror, ninguno de mis amigos o miembros de distintas ONG, salvo los de Memorial, que trabajan directamente en los casos de desapariciones, torturas y ejecuciones extrajudiciales, parecían muy preocupados. Saben que esto sigue ocurriendo en las montañas, pero no conocen a ninguna persona directamente afectada. La corrupción les preocupa y les afecta mucho más.

Hablar de normalización sería hacerlo de forma real porque no se trata de un problema de hechos, sino de perspectiva, de puntos de vista. Estuve trabajando en Chechenia durante las dos guerras, primero en 1996 y después en 1999, y siempre he mantenido unos contactos muy estrechos. Recuerdo muy bien aquellos años cuando la vida de un checheno no valía un kopek; cuando un hombre podía desaparecer, ser torturado y ejecutado solamente porque había cruzado su mirada con la de un soldado ebrio en un control; cuando las chicas violadas eran asesinadas y tiradas igual que se tira un objeto roto; cuando se encontraban los cadáveres de jóvenes capturados en las zachistki -operaciones de limpieza de los federales-, atados con alambre de espino y quemados vivos; cuando las familias muertas de pánico corrían desesperadas para conseguir algunos miles de dólares para rescatar, antes de que fuera demasiado tarde, a sus hombres detenidos o incluso, cuando ya era tarde, gastar ese dinero en recuperar los cadáveres mutilados; cuando los niños crecían en campos de concentración sin recibir educación y morían o quedaban mutilados por una bomba, una mina o un francotirador ocioso; cuando las chakhidki, las viudas negras, se suicidaban con explosivos matando a algunos rusos y lo hacían no por creencias religiosas, sino por pura desesperación, porque ya no quedaba un hombre, ni tampoco un niño. La mayoría de los chechenos no ha olvidado nada, pero es evidente que para ellos todo va "mejor". Y muchos de ellos, incluso los que sienten una gran simpatía por la independencia, que odian a los rusos y consideran a los Kadyrov unos traidores, están dispuestos a conceder cierta confianza a ese "mejor".

Un amigo checheno, a quien llamaré Vakha, me lo explicó con claridad un día en un bareto de Grozni mientras tomábamos un té y un plato de manti, una especie de ravioles chechenos: "El padre (Kadyrov) era un hombre auténtico. Cuando Chechenia se encontraba en un callejón sin salida, nos mostró la manera de salir. Antes, cada vez que nos acercábamos a un control, sentíamos que podíamos ser asesinados por nada. Dijo a la gente que todo eso había terminado, que no se podía asesinar así como así". Está claro que el hijo está orgulloso de poder capitalizar esta percepción, de congraciarse por haber llevado la paz y la seguridad a Chechenia, de haber encerrado a los federales en sus bases, de haber tomado bajo su propio control las celdas de tortura como la tristemente conocida ORB-2. Y ahora, la violencia y el terror están en sus manos, él puede hacerlo. En la actualidad, las únicas celdas de tortura que hay en Chechenia son las suyas. Solamente él puede cometer asesinatos. Sólo él. Ahora que Ramzan elige a sus víctimas, ya no se matan más inocentes en Chechenia. Sólo se mata a los chaitani, los diablos y a todos aquellos que los apoyan. En este tercer año del reinado de Ramzan, nadie muere si no se lo merece. El jefe lo ha decretado así.

[...] La extensión del terror no tiene nada de estalinismo. De los 74 casos de desapariciones, o más bien de detenciones, ocurridas entre enero y junio que ha calculado Memorial, 57 fueron liberados, aunque la mayoría torturados. Cuatro fueron ejecutados y doce "desaparecieron sin noticias", lo que significa que también fueron asesinados. Dieciséis casos en seis meses. Es una cifra que está lejos de los casos de los primeros años de guerra e incluso del periodo de Alkhanov. ¿Tiene algún sentido hacer este tipo de comparaciones? Kadyrov acusa de forma regular a Memorial de ver solamente el lado negativo de las cosas, de no querer ver el positivo, la reconstrucción y el desarrollo. Para Memorial, tanto en Chechenia como en Rusia, donde el régimen actual es maestro en el arte de callar a una gran mayoría matando de forma selectiva y controlando el acceso a una información real, la reconstrucción y el desarrollo no pueden basarse en los asesinatos, en la tortura y en el terror. Ramzan y su maestro de Moscú saben perfectamente que para mantener el miedo se necesitan solamente unos cuantos casos. En Chechenia, la gente puede odiar a Ramzan en casa y quejarse con los amigos sin correr ningún riesgo. Pero ay de aquellos que se oponen a él en público y se convierten en sus enemigos, o los que tienen la mala suerte de conocer un poco a alguno de sus enemigos.

[...] El año pasado, Natalia Estemirova, una de las principales activistas de Memorial en Grozni, se permitió criticar en la televisión rusa la política del velo de Kadyrov. Declaró que aunque ella se lo ponía por respeto cuando visitaba familias en los pueblos, no lo hacía en los lugares de trabajo, en la Prokuratura o en los ministerios, y que "el Gobierno no tiene que entrometerse en la vida privada de los ciudadanos". Unos días después, Ramzan la llamó diciéndole que le había insultado y amenazado. Le soltó que le excitaba el pelo sin cubrir y que si lo que pretendía era excitarle, entonces no era más que una puta y no una mujer. Según Memorial, a continuación le dijo: "Efectivamente, mis manos están manchadas de sangre. No me avergüenzo. He asesinado y continuaré asesinando a las malas personas. Luchamos contra los enemigos de la República". Al parecer, Natalia Estemirova era una mala persona, un enemigo de la República. El director de Memorial, Oleg Orlov, a quien conozco un poco, no es de esas personas que pierden los nervios y el sentido de la medida, así que, cuando leí lo que había escrito el día del asesinato, me di cuenta de la rabia y la amargura que le invadían: "Estoy convencido de a quién tenemos que maldecir por la muerte de Natalia Estemirova. Todos conocemos a ese hombre. Se llama Ramzan Kadyrov, presidente de la República chechena. Consideraba a Natalia su enemigo personal, le había insultado y amenazado. Lo que no sabemos es si él personalmente dio la orden o si lo hizo alguien de su entorno más próximo para complacer al jefe. Aparentemente, el presidente Medvedev está contento de tener un asesinato en uno de los territorios de la Federación Rusa". En su comunicado, Orlov dice que se siente culpable de esta muerte, pero sabe quién es el responsable. Y dice abiertamente lo que todo el mundo sabe: que Ramzan puede ser muchas cosas, pero sobre todo es un asesino.

[...] Parece que el asesinato de Natalia Estemirova ha sido el detonante de una nueva espiral de terror muy peligrosa. El 8 de agosto, en una entrevista a Radio Liberty, Ramzan Kadyrov no paró de insultar a Estemirova declarando que ella "jamás tuvo honor, dignidad o conciencia", añadiendo, igual que hizo cuando Politkovskaia fue asesinada: "¿Por qué Kadyrov mataría a una mujer que nadie necesita?". La respuesta a esta pregunta retórica es simple: sin personas como ella capaces de informar a un periódico de las exacciones del régimen, la prensa extranjera e incluso la escasa prensa independiente moscovita no tendría ningún medio de recibir información fiable sobre Chechenia. Kadyrov ha iniciado también un pleito de difamación contra Orlov que se está celebrando en Moscú. Todo apunta a que va a ganar, por lo que Memorial aprovechará la ocasión para lanzar informaciones que habían guardado bajo llave con el objetivo de proteger a sus colaboradores chechenos. Éstos son los que están directamente amenazados: Akhmad Guisaiev, colaboraba con Estemirova en ciertas investigaciones. Entre ellas, la ejecución pública de Rizvan Albekov, así como en el caso de tortura, mutilación y desaparición de Atchkoi-Martan. Le vigilaron durante varios días antes de ser detenido junto a su mujer la tarde del 13 de agosto en un control de seguridad. "Tres compañeros tuyos han sido asesinados, ¿verdad?", le soltó uno de los hombres. "¿Sabes por qué?". Memorial sacó a Guisaiev de Chechenia, pero otros colaboradores no quieren marcharse a pesar de la decisión de la dirección de cerrar las oficinas del Cáucaso por unos meses. "Están en estado de alerta y quieren pelear a cara descubierta"; "están tan enfadados y se sienten tan culpables por el asesinato de Natalia que abren sus camisas y dicen: 'Venga, dispara'. Ello nos permitirá responder a nuestra manera. El mismo Orlov, jamás le había visto así", me comentó una amiga que les conoce bien.

El 10 de agosto, un poco antes del incidente con Guisaiev, dos chechenos que trabajaban en acciones humanitarias, Zerema Sadoulaeva, directora de una pequeña ONG encargada de las prótesis y la rehabilitación de los jóvenes mutilados, y su marido y colega, Alik Dzhabrailov, fueron asesinados por las fuerzas de seguridad de Kadyrov. Una mañana, dos policías identificados vinieron a buscar a Alik a su oficina en la ONG. Zerema, embarazada de cuatro o cinco meses y preocupada por su marido, a pesar de que los policías afirmaban que se trataba de un control rutinario, insistió en ir con él. Unos minutos después, uno de los policías volvió a la oficina a coger los teléfonos móviles y el coche de la pareja. Al día siguiente, en un barrio de la periferia, se encontraron los dos cadáveres en el maletero del coche. El cuerpo de Alik mostraba signos de haber sido cruelmente torturado; el de Zerema, una cuchillada poco profunda en la espalda, los dedos de sus manos crispados y pelos bajo las uñas. En cierta forma, estos asesinatos causaron mucha más conmoción entre la pequeña comunidad de defensores de los derechos humanos que trabajan en Chechenia que el de Estemirova. Se sabía perfectamente por qué había sido asesinada. Se había opuesto a Ramzan y éste finalmente se deshizo de ella, o al menos dio luz verde a uno de sus esbirros que se había sentido amenazado por sus investigaciones. Pero nada de esto ocurría en el caso de Sadoulaeva y Dzhabrailov. La propia Zerema, conocida por todos en Chechenia con el nombre de Rayana, había sido una de las organizadoras de la marcha silenciosa de mujeres que intentaron cruzar Grozni para protestar por el asesinato de Estemirova, pero jamás se había metido en temas políticos o en asuntos peligrosos. Lo único que ella y su marido hacían era ayudar a los jóvenes y niños, por lo que nadie podía entender por qué habían sido asesinados. Sin duda se trataba de una investigación operativa rutinaria, una investigación totalmente normal. La víspera de la detención, en la zona montañosa de Vedeno, un combatiente había salido del bosque y había dado dos nombres como precio por su rescate. Uno de ellos fue inmediatamente detenido, pero el otro se escondía bajo un nombre falso en una dirección que los hombres de Kadyrov desconocían. Sin embargo, Alik sí la conocía, y por ello fue detenido. Se resistió mucho antes de dar la información y, al final, le habían pegado tanto que trasladarle a un hospital o a su casa era complicado. Así que le mataron igual que se vacía una papelera. Y a su mujer, quizá porque había visto demasiado. Eso es todo.

[...] El principal tema de conversación de los habitantes de Grozni es la corrupción, y no el miedo o la represión. Una tarde estuve tomando té en la habitación de mi hotel con un antiguo dirigente independentista, sin duda uno de los hombres más inteligentes que han trabajado al lado de Doudaiev y Kaskhadov. Estuvimos hablando sobre todo del fracaso de una Itchkeria independiente. No quería hablar mucho de la situación actual, pero en un momento dado constató algo terrible: "Nos hemos convertido, ni más ni menos, en simples súbditos de la Federación Rusa". La corrupción es una lacra en Rusia entera, "¿por qué no le iba a afectar también a Chechenia?". Algunos dicen que, en efecto, aquí es todavía peor que allá. En Rusia ha disminuido el otkat, el soborno para obtener contratos, y en general está en torno al 20%. Según mis informadores, en Chechenia podría aumentar hasta el 60%. "La corrupción siempre ha existido, pero nunca a estos niveles", afirma Moussa, defensor de los derechos humanos. Esta situación puede ser un infierno para la gente corriente. "Todo está podrido, podrido, podrido", masculla Issa, un amigo checheno.

[...] Hoy día, en Grozni, hay que pagar 1.100 dólares para hacerse conductor de marchrourka, los taxis colectivos que Ramzan controla totalmente. Para conseguir un puesto de enfermero, de 1.300 a 2.000 dólares. Y 3.000 para ser bombero. Estas cantidades equivalen a tres o cuatro meses de sueldo. Si se tiene la suerte de conservar el puesto de trabajo, tanto mejor; pero tal como me explica Issa, "los ministerios reciben con regularidad órdenes de arriba para contratar a quince personas, por lo que hay que echar a otras quince que ya habían pagado su puesto. Y así, los nuevos también pagan". "Además, hay unos tipos de Tsentoroi que tienen que tener trabajo". Puesto que el reino de Ramzan es en gran medida un país de clanes, me explica una amiga chechena a quien llamaré Aïchate, con decir "soy de Khossi-Yourt [nombre histórico de Tsentoroi], i vsio, se consigue todo". Vakha, a quien ya he citado antes, es más preciso: "Aquí, Ramzan es el khoziaïn, el jefe; si formas parte de su komand, si eres uno de los suyos, entonces todo irá bien. Pero éstos son todos unos beno. Si no eres beno, tienes que estar dispuesto a matar a tu padre y a tu madre para que él te acoja". Los beno son sin duda el mayor teïp o clan de Chechenia.

[...] La nueva islamización de Chechenia avanza de forma muy desigual. El alcohol es un ejemplo de ello. Muchos lo beben y se encuentra con facilidad a pesar de los intentos de prohibirlo. [...] Pero son sobre todo las mujeres las víctimas del "retorno a la tradición" de Ramzan, de sus siloviki y de sus imanes. "La dictadura está basada también en la humillación de las mujeres", declaraba Natalia Estemirova en abril ante la cámara de Mylène Saulois. El velo es obligatorio en todos los edificios públicos y en la universidad. [...] Ramzan y su entorno predican (y practican) la poligamia, argumentando que tras la guerra hay menos hombres y las mujeres tienen la obligación de portarse bien. "Es mejor para una mujer ser la segunda o tercera esposa que ser asesinada (por su mala conducta, claro está)", declaraba Kadyrov en abril en una entrevista que concedió a Rossiiskaia Gazeta. Unos amigos nos muestran en Grozni los pisos de las numerosas esposas de Ramzan, fácilmente localizables por los guardias de seguridad y las barreras que bloquean la calle. No parece que las que atraen su interés puedan elegir. Sólo una, la ganadora de un concurso de belleza que supo resistirse con elegancia advirtiéndole que no se casaría con él hasta que su madre y su primera mujer se lo pidieran. En efecto, la conducta de las mujeres es un asunto que parece obsesionar a Kadyrov.

[...] Una periodista de Novaia Gazeta me contó que en 2005 o 2006, cuando aún era viceprimer ministro, Ramzan acudió a un restaurante moscovita de Praga acompañado de Soulim Iamadaiev y de varios oficiales rusos. Un tipo tuvo la brillante idea de invitar a dos prostitutas chechenas para que bailaran delante de los clientes. Al día siguiente, las dos chicas fueron encontradas muertas, y la policía de Moscú acaba de detener por los asesinatos a un checheno llamado Aslan Diliev, que trabajaba para Iamadaiev antes de haberlo hecho para Ramzan (Issa Iamadaiev le había acusado públicamente de asesinar a su hermano mayor Rouslan y a sus dos hijas). Para Kadyrov, el derecho a pegar y matar mujeres y niñas se ha convertido en un argumento para animar a los exiliados chechenos en Occidente a regresar a su país.

[...] Desde que el KTO, el estricto régimen ruso de operación antiterrorista en Chechenia, fue declarado nulo en abril de 2009, los rebeldes islamistas chechenos están de nuevo en activo y desde principios del verano no hay una semana en que no se produzca un atentado y que los federales y las fuerzas de seguridad de Ramzan no sufran pérdidas. El escenario es notablemente peor en las repúblicas vecinas, en Daghestán y en Inguchia, pero en Chechenia da la impresión de que, por primera vez después de algunos años, la situación se escapa del control de las autoridades. El director de Memorial, Oleg Orlov, me comentó antes del asesinato de Natalia Estemirova que creía que el aumento de las desapariciones durante este año estaba directamente relacionado con la incapacidad de Kadyrov de obtener una victoria total o incluso de encauzar a los jóvenes hacia la resistencia. Los sucesos acontecidos después no han hecho más que confirmar su opinión.

Es evidente que, a pesar de todos los esfuerzos que Ramzan y su régimen han desplegado, a pesar de los cargos policiales que han distribuido entre los antiguos comandantes rebeldes y a la promoción de un islam casi integrista, los jóvenes continúan yendo al bosque. Mairbek Vatchagaiev cree que es lógico: "Los jóvenes ven que los wird soufis están totalmente a las órdenes del poder. No son idiotas. Por tanto, se ponen en los brazos de los wahhabis". Les asquea enormemente la arbitrariedad, la corrupción, el régimen de clanes. Así me lo explicaba Oleg Orlov en Moscú: "En la sociedad chechena tradicional -no la idealizo, ni mucho menos- siempre ha habido más equilibrio. Ahora sólo hay una fuerza contra la que nadie, ni los viejos, ni los clanes o el teip, puede hacer nada... ¿Quién puede oponerse cuando un hombre de Kadyrov se lleva a una hija para convertirla en su segunda o tercera esposa?... Está claro que una parte de la sociedad no puede aceptarlo y una forma de protestar -no existe casi ninguna otra- es irse con los biieviki". Es un fenómeno imposible de cuantificar e incluso difícil de cortar. Según la escasa información disponible, existe la impresión de que está relativamente localizado sobre todo en los pueblos de los alrededores de Vedeno, centro histórico de la rebelión chechena.

Tanto en Moscú como en Grozni, muchas fuentes me han confirmado que en abril de 2008 Kadyrov sobrevivió en su pueblo natal, Tsentoroi, a un intento de asesinato organizado por unos jóvenes. El asunto ha permanecido en secreto y los detalles no son precisos -se dice que los conspiradores habrían aprovechado la celebración de una boda para acercarse a su objetivo-, pero todas las fuentes confirman que uno de los principales responsables era el hijo de un miembro de la nomenklatura de Ramzan, uno de sus jefes administrativos de distrito llamado Baimouradov. Zolotaia molodiozh, juventud dorada, así les llama una periodista de Novaia Gazeta. Circulan nuevos rumores sobre otro intento de asesinato durante este verano en Grozni.

[...] Desde la retirada del KTO, el número de pérdidas militares federales -más de treinta hombres desde el principio del verano- confirma la idea de una rebelión que continúa activa. Aparte de Vedeno, se encuentran en una zona localizada y no parecen realmente activos salvo en la zona de la frontera inguche, cerca de las localidades de Bamout y Stari-Atchkhoi, y por supuesto en Inguchia, donde el nivel de violencia es infinitamente superior al de Chechenia. Así, debido a un efecto de vasos comunicantes, los éxitos rusos contra la resistencia nacionalista chechena no han hecho más que desplazar el problema. Y aunque los combatientes islamistas de Chechenia son una fuerza menor, no sucede lo mismo con sus hermanos en armas del Daghestán o de Inguchia, donde se están llevando a cabo ataque diarios contra los miembros de las fuerzas de seguridad, los oficiales del Gobierno e incluso, como en el caso de los inguches, contra los vendedores de alcohol. Los combatientes chechenos ya no son primus intra pares, y desde la muerte de Bassaiev, en el verano de 2006, muchos jóvenes líderes y ambiciosos, como el inguche Magas o el kobardo Anzor Astemirov, están cuestionando su supremacía en el seno de la resistencia caucasiana. A principios del mes de junio, los islamistas del Daghestán asesinaron al ministro del Interior de ese país, un conocido torturador, junto a varios de sus colaboradores, lo que provocó la reacción furiosa de Medvedev. Al mismo tiempo, en Inguchia, un ex ministro del Interior, un juez de la Corte Suprema, una conocida figura religiosa y un ex primer ministro adjunto corrieron la misma suerte. El 22 de junio, un kamikaze que conducía un vehículo cargado de explosivos intentó asesinar al nuevo presidente inguche Younous-Bek, que sobrevivió al atentado quedando gravemente herido. El 17 de agosto, un nuevo atentado con una furgoneta trampa colocada en el cuartel general de la policía de Nazran, presuntamente realizado por Sayeed Bouriatsky, el nuevo ideólogo de los wahhabis, mataba a 20 personas, entre ellas numerosos niños. Toda esta espiral de violencia conlleva una represión brutal, con sus consabidas torturas, desapariciones y asesinatos, lo que, a su vez, provoca el reclutamiento de islamistas. Pero esto no es todo. Tras el intento de asesinato de Evkourov, Ramzan Kadyrov recibió órdenes directas de Medvedev de enviar a sus hombres a luchar contra los rebeldes en Inguchia. [...] No parecía que a principios del otoño se hubiera detenido el ciclo de violencia. Para el poder ruso, la decisión de enviar a Kadyrov a resolver el problema de Inguchia es una constatación de su propio fracaso, una prueba de la incapacidad del Kremlin para extender la "versión Bariatinski" a otras regiones del Cáucaso y una vuelta a la "estrategia Ermolov" y a un callejón sin salida.

[...] Una de las últimas noches que pasé en Chechenia soñé con Ramzan. Me encontraba tumbado en un enorme prado verde con una ligera pendiente, rodeado de árboles, quizá era un parque, y miraba al cielo. Detrás de mí, sobre mi cabeza, había una grúa azul y roja muy alta como las que hay en los puertos para los contenedores. Ramzan estaba en lo alto, en el extremo de unas vigas horizontales, desde donde tiraba al vacío, y de dos en dos, hombres atados entre sí, unos vestidos de uniforme y otros de civil. Los veía caer al suelo, arremolinarse unos encima de otros y después desaparecían de mi campo de visión, pero se estrellaban alrededor de mí causando un ruido sordo que yo escuchaba horrorizado, muerto de miedo. Mientras les veía caer pensaba que aún estaban vivos pero estarían muertos en cuanto tocaran el suelo. Había muchos hombres y Ramzan reía desde lo alto mientras les veía estrellarse. Después, cuando se encontró solo, saltó también, riendo a carcajadas al mismo tiempo que abría un paracaídas que le dejaría con suavidad en el suelo. Traducción de Virginia Solans

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