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Polémica en la escuela y el juzgado

Mónica Ceberio Belaza

Sólo ha habido un problema con un burka en España. Fue en septiembre del año pasado, cuando la marroquí Fátima Hssini se negó a quitárselo para declarar como testigo ante la Audiencia Nacional en el juicio que se celebraba contra nueve acusados de pertenecer a Al Qaeda. El magistrado Javier Gómez Bermúdez le explicó que para valorar su testimonio y su credibilidad era imprescindible ver su rostro. Llegaron a un acuerdo: ella aceptó descubrirse si no había público. Existían razones procesales básicas por encima de las alegaciones de la mujer.

Aparte de este caso, los conflictos que se han planteado en nuestro país tenían que ver con el pañuelo, o hiyab, prenda menos conflictiva que deja visible la cara de quien lo lleva, pero que incomoda en según que espacios públicos como las escuelas o las salas de juicio.

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Fátima Elidrisi intentó matricularse en un colegio concertado en Madrid en febrero de 2002. Tenía 13 años. El centro -de monjas- no la admitió por el hiyab. Las autoridades la enviaron entonces a una escuela pública en San Lorenzo de El Escorial. La directora también estaba en contra de aceptarla con pañuelo, pero la Comunidad de Madrid obligó a que la chica fuera escolarizada sin condiciones. Llegó asustada al colegio en su primer día de colegio, rodeada de cámaras de televisión. Acabó la educación obligatoria en 2005, con su hiyab anudado al cuello. Desde entonces, en el instituto permiten a las alumnas musulmanas acudir con el pañuelo a clase. "No son libres para quitárselo", dijo en 2007 el director a este periódico.

Ese mismo año saltó a los medios el caso de Shaima, de ocho años, que vivía en Girona. Un colegio público se negó a admitirla con hiyab, y, una vez más, el Gobierno regional tuvo que intervenir y obligar al centro a rectificar. Tanto la Comunidad de Madrid como la Generalitat catalana tuvieron claro que debía prevalecer el derecho a la educación de Fátima y Shaima por encima de otras consideraciones.

La polémica ha pasado recientemente de las aulas a los juzgados. La abogada Zoubida Barik, de origen marroquí con nacionalidad española, fue invitada a abandonar los estrados de una sala de juicios de la Audiencia Nacional por el magistrado Javier Gómez Bermúdez, quien le dijo que no podía estar allí con el pañuelo. Ella había asistido antes a procesos con su hiyab y sin problema. El caso ha llegado al Tribunal Supremo, que tendrá que decidir. El juez Gómez Bermúdez argumenta que en realidad el problema no eran las connotaciones religiosas del pañuelo sino que los letrados no pueden llevar la cabeza cubierta (salvo con birrete).

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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