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63º Festival de Cannes

"Me gustaría que Obama fuera dictador"

Woody Allen explora la videncia, los deseos y las vanidades en su nueva comedia

Elsa Fernández-Santos

Hay algo mucho mejor que las películas de Woody Allen y es el propio Woody Allen. Da igual la pregunta o el asunto, el cineasta neoyorquino siempre tiene una respuesta ingeniosa al alcance de la mano. Allen, de 74 años, se disculpa por el resfriado (es conocida su hipocondría, esa neurosis con la que comulgan tantos grandes hombres) que le ha contagiado su hija: "Me advirtieron que no me acercara mucho a ella, que me lo pegaría, pero ya saben, no me pude resistir". La frágil salud deja en el aire no sólo una velada coquetería -no está en plena forma, se entiende- sino también una febril irrealidad, así cuando en un encuentro con periodistas españoles le preguntan por cómo anda su simpatía hacia el presidente de su país, Barack Obama, responde con uno de sus lúcidos disparates: "Estoy encantado con Obama. Y sólo deseo que los republicanos dejen de hacerle la vida imposible. En realidad me gustaría que Obama fuera dictador de Estados Unidos por unos años".

"¿Yo en 3D? No, no... Me temo que me favorece más una única dimensión"
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Pero a Allen la política no le interesa tanto como los problemas "filosóficos", los únicos que le mueven a la hora de escribir y rodar. Su última película, You will meet a tall dark stranger, se estrenó ayer fuera de concurso en Cannes. Comedia sobre parejas, deseos, vanidades y futurología, el título hace referencia no sólo a ese futuro que predice la vidente que visita uno de los personajes sino también a la muerte "que nos visitará a todos". "Hay cineastas, como Oliver Stone o Spike Lee, a los que admiro, que filman movidos por la actualidad. Yo soy un ciudadano que vota pero mis preocupaciones como artista son otras. Soy un tipo que cada día sufre por vivir, pero si me apuntan con una pistola suplicaré que por favor me dejen seguir viviendo. ¿Entiende alguien eso? Es ahí donde necesitamos la respuesta del arte. El título hace referencia a esa promesa de un hombre alto y guapo, ilusión romántica que permite seguir viviendo. Pero para mí, también es un símbolo de la mortalidad".

Una vez más, no se cansa de hablar de las relaciones entre hombres y mujeres: "El mundo es eso. Hombres y mujeres con unos problemas que no cambian nunca. Quizá esta película resulte una comedia agridulce, incluso demasiado triste, aunque la realidad es así: todo el mundo está perdido, muy perdido, y los únicos que no lo están son dos locos, que son los únicos capaces de ser felices. La gente está desesperada buscando una respuesta, un significado, algo en qué creer. Por todo esto, en Estados Unidos hay una verdadera locura new age. Es absurdo, han convertido la aromaterapia en una religión".

Woody Allen asegura que sigue siendo un atento espectador de cine, aunque no le interesan Hollywood ni su "galopante infantilización". "Veo bien las nuevas tecnologías. Es estupendo poder ver en casa una película en condiciones, aunque creo que es precisamente eso lo que ha favorecido el resurgimiento del teatro. Al final, necesitamos el contacto con otras personas, la experiencia comunitaria. ¿Yo en 3D? No, no... Me temo que me favorece más una única dimensión".

El director Woody Allen, ayer en la conferencia de prensa en Cannes.
El director Woody Allen, ayer en la conferencia de prensa en Cannes.AP
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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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