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Cameron y Clegg pactan privatizar el servicio de Correos

Conservadores y liberales británicos fusionan sus programas de Gobierno

Antonio Jiménez Barca

La privatización parcial del servicio nacional de Correos (Royal Mail) destaca entre los puntos de consenso alcanzados entre conservadores y liberal-demócratas británicos a la hora de poner por escrito la plataforma que sustentará el nuevo Gobierno de coalición. Ocho días después de asumir el cargo de primer ministro, David Cameron volvía a escenificar un frente "unido" junto a su socio y número dos del Gabinete, Nick Clegg, para presentar un documento de 34 páginas a modo de "fusión" de los programas electorales de ambos partidos.

El texto dibuja el terreno común en el que ambos se disponen a trabajar, aparcando por el momento las profundas divisiones que les separan en cuestiones como la Unión Europea o la regulación del sector bancario.

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Una impronta liberalizadora, aunque teniendo en cuenta el correctivo social que exigen los liberal-demócratas, se impone en ese ideario que toma como prioridad común la reducción del déficit presupuestario apoyándose en el recorte del gasto en detrimento de una mayor presión impositiva.

Como contrapartida, los tories han accedido a renunciar a la supresión del impuesto sobre las herencias, a congelar el aumento de las tasas municipales en Inglaterra tan solo por el plazo de un año (el objetivo inicial de Cameron era de al menos un bienio) y a asumir la propuesta liberal-demócrata de no dejar exentas de impuestos las primeras 10.000 libras (11.600 euros) de ingresos.

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El acuerdo contempla la inyección de capital privado en el Royal Mail, aunque mantienen la propiedad y gestión estatal del servicio, de nuevo a instancias de Clegg. La plataforma prevé la creación de una serie de comisiones que "revisarán" los puntos de desacuerdo en asuntos tan sensibles como la banca -los liberal-demócratas quieren separar la regularización de las instituciones comerciales y la de las de inversión-, la legislación antiterrorista, o sobre la ambición conservadora de retirar a Reino Unido de la Convención Europea de Derechos Humanos. En este último punto, Clegg se niega en rotundo a abandonar la legislación europea.

Permitirá engrasar el funcionamiento de la nueva legislatura el acuerdo conjunto de contemplar la libertad de voto para los diputados liberal-demócratas en cuestiones como la energía nuclear. Dado el encontronazo que implica la cuestión europea, el documento difundido ayer se limita a subrayar que el nuevo Gobierno británico "no transferirá más poderes a Bruselas" sin previo referéndum, aunque se compromete a desempeñar "un papel de liderazgo" en el seno de la UE.

Cameron, por otra parte, fue recibido ayer por el presidente francés, Nicolás Sarkozy, en su primer viaje internacional como primer ministro británico. "Es algo simbólico que nosotros apreciamos mucho", dijo un sonriente Sarkozy, que recordó que conoce a Cameron desde hace cinco años y que ha procurado verle a menudo en sus viajes a Gran Bretaña. Cameron también aseguró que los dos habían comenzado "con buen pie" e insistió en la buena sintonía que mantiene con el líder francés en temas como Afganistán, Irán o el cambio climático. Ante las turbulencias económicas que atraviesa el euro y a la pregunta de si acertaron al quedarse fuera de la moneda europea, Cameron señaló que seguirán fuera pero que confía en que el euro salga pronto de la crisis "porque eso beneficia a Gran Bretaña".

Nicolás Sarkozy saluda a David Cameron en el palacio del Elíseo.
Nicolás Sarkozy saluda a David Cameron en el palacio del Elíseo.REUTERS

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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