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Reportaje:

Lula improvisa y seduce

El mandatario explica el nuevo papel de Brasil en un encuentro organizado por EL PAÍS

Vía Irán, de donde llegaba tras representar el nuevo papel de su país como un actor político global, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, estuvo en Madrid para participar en la cumbre UE-Latinoamérica. Este miércoles intervino en un encuentro para el que apenas le hizo falta prepararse, organizado por los diarios EL PAÍS y Valor Económico y titulado Brasil, Alianza para la nueva economía global; el tema central era su país: por eso encandiló improvisando.

A Lula, quien hasta el 1 de enero de 2011 (en octubre son las elecciones) gobernará una potencia regional que nadie discute y un actor global cuyo alcance aún está por ver, no le van los rodeos. Asume y hace asumir el peso de su nación. Por eso exhortó al viejo continente a superar el letargo en tiempos de crisis mientras dirigía una (leve) diatriba contra Alemania y otra (más áspera) contra los especuladores: "¿Por qué Alemania se ha demorado tanto en ayudar a Grecia? Los países dependían de una decisión colectiva que de colectiva no tenía nada. Se trataba de que Alemania dijese sí". Y prestó auxilio a Zapatero: "Está pagando algo de lo que no tiene la culpa".

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Precedido por el consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, y por el ex presidente Felipe González, Lula jugaba con ventaja. Cebrián le atribuyó "el idealismo de Don Quijote y el sentido común de Sancho Panza", mientras que González consideró que "debería de llamar menos la atención" que el brasileño estuviese en Oriente Próximo maquinando la paz y no la guerra. En esas, Lula comenzó recitando cifras del Brasil actual, comparándolas con las del Brasil de hace ocho años. El balance es abrumador: 14 millones de empleos más, 30 millones de pobres que han ascendido a la clase media, el doble de plazas en las universidades estatales, liderazgo iberoamericano a todos los niveles...

"Hemos tenido que acabar con la mentalidad derrotista". Por eso enumeró algunos diagnósticos que, al acceder al poder, escuchaba de la oposición, pero también de sus compañeros del Partido de los Trabajadores (PT), que fundara el propio Lula en 1980: "Que si Brasil está en quiebra. Que si Brasil tiene una deuda insoportable. No soy economista, pero cuando llegué al poder tuve que debatir sobre economía". Aquí se concedió una broma, acorde con su pasado como tornero y su sindicalismo añejo: "Y de debates sé mucho".

En el encuentro, patrocinado por telefónica, Iberdrola, Bradesco y banco do Brasil, Lula conectó con el auditorio. Le escuchaban Felipe González; los ministros españoles de Fomento, José Blanco, y de Innovación y Ciencia, Cristina Garmendia; los titulares brasileños de Planeamiento y Hacienda; el ex ministro Carlos Solchaga, y multitud de autoridades y empresarios brasileños y españoles de primera fila. Lo hizo empleando un tono característico de las democracias más avanzadas, al rebajar la tensión de los próximos comicios, esos en los que, por marcharse él, la victoria del PT parece bastante improbable. "A nadie le inquieta quién va a ganar las elecciones. Es el gran cambio en Brasil", señaló como resumen de la estabilidad institucional que ha alcanzado el país.

El gran cambio llega también por otros raíles. Ante empresarios españoles, tradicionalmente proclives a invertir en Brasilia, el mandatario advirtió sobre una nueva tendencia en la dirección que adopta el gran capital: "Hay muchas empresas e inversiones españolas en Brasil. Es la hora de que haya inversiones brasileñas en España". Lula estuvo conversando con el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, y con el consejero delegado de Telefónica, Julio Linares, cuyas empresas anunciaron durante el encuentro sus multimillonarios planes de inversión en Brasil.

Tras seducir con los avances internos, llegaba la versión del probable actor global: "Brasil es un país serio y este es un camino sin retorno".

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