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Columna
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El valor de una juez

Francesc Valls

Valor, destreza y orgullo bajo terribles presiones. Así describe Tom Wolfe a los astronautas que participaron en el programa Mercury. Los retrata en el que, probablemente, es uno de sus mejores trabajos: Elegidos para la gloria. Lo que hay que tener. Los protagonistas de ese trabajo periodístico-literario proceden del mundo de los pilotos de pruebas y su espíritu es el del bravo vaquero. Los burócratas del programa lamentan ese estilo fanfarrón de los candidatos a astronautas, a los que pretenden reducir a la condición de autómatas eficientes. El alegato de Wolfe en favor de la condición humana muestra que frente al anonimato del funcionario y a la presión del poder resiste, precisamente con lo que hay que tener, el héroe individual.

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El auto con el que la juez Míriam de Rosa Palacio dictó ayer el ingreso en prisión para los saqueadores confesos del Palau resume esa valentía tan difícil de encontrar en una sociedad anónima de amigos y conocidos. La decisión de la titular del Juzgado de Instrucción número 10 devuelve a la ciudadanía la fe en la humanidad e incluso en la justicia.

Fèlix Millet tiene en su haber la Corbata de Isabel la Católica (Gobierno de España, 1981); la Creu de Sant Jordi (Generalitat, 1999); es Conciutadà que ens honora (2008) de la Fundació Grup Set de empresarias, y a punto estuvo de recibir la Medalla de la Ciutat de Barcelona (Ayuntamiento). Ha sido agasajado por la izquierda gobernante en la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, por sus amigos de la FAES del PP, y ha gozado del calor íntimo de políticos convergentes, a los que hizo de mecenas. Ha sido un ilustre ciudadano por encima de toda sospecha, en una sociedad que ve franca camaradería donde hay tráfico de influencias. Desde anoche duerme en la cárcel Modelo de Barcelona. Le acompaña su mano derecha, Jordi Montull, el otro saqueador confeso.

El auto de la juez es un desafío en toda regla a esta sociedad que nunca duda de las grandes certezas. Hasta que de pronto todo naufraga. He aquí algunos fragmentos de las cartas enviadas por los saqueadores a sus amigos. "Querido amigo, te adjunto copia de la carta que he remitido a Carles Martí [primer teniente de alcalde] y a Ramon Massaguer [gerente de Urbanismo]. Si después de esta petición no obtenemos buenas noticias, recurriremos al alcalde", escribía Jordi Montull el 17 de julio de 2007 al constructor Manel Valderrama, que era quien debía construir el hotel del Palau.

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"Amigo Xavier [Trias], según me indica Ramon Massaguer, está previsto que el próximo viernes pase por la Comisión de Urbanismo para su aprobación inicial el Hotel del Palau, tema que ya conoces. Te agradeceré tu apoyo. Nos vemos este verano en Menorca", escribe Millet al líder municipal de CiU.

Por este cúmulo de elementos, la juez aprecia un supuesto delito de tráfico de influencias. También hay posible apropiación indebida (unos 900.000 euros). Los abogados defensores de Millet y Montull consideraron todo esto fútil, comparado con los hechos "mucho más graves" que investiga -eso sí, a su aire- Juli Solaz, titular del juzgado de instrucción número 30 de Barcelona.

La instrucción de Solaz debería figurar en los anales judiciales: ordena a los Mossos el registro del Palau y pasado el susto, unos días después, autoriza el pinchazo de los teléfonos de los saqueadores. Millet y Montull nunca podrán alegar desconocimiento...

La Audiencia de Barcelona, que ratificó el proceder intachable de Solaz, podrá tal vez considerar alocada la decisión de la juez. Pero Millet y Montull, esos hombres que gozaron del favor, la comprensión y el calor del poder, habrán pasado por lo menos unos días en la cárcel Modelo.

Se puede perder la guerra, pero ganar alguna batalla de vez en cuando deja buen sabor de boca. Eso debió de pensar Pirro cuando, tras derrotar costosamente a los romanos en la batalla de Ausculum, exclamó: "Con otra victoria como esta volveré solo a casa". Pero seguro que esa noche durmió satisfecho.

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