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Crónica:VUELTA A ESPAÑA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La transformación de Anton

Beneficiado por el trazado, el vizcaíno sigue el método de Contador para intentar ganar

Carlos Arribas

La misma distancia que separa a la Vuelta del Tour, se puede decir, es la que separa a Igor Anton de Alberto Contador, o así. Así que, también se puede decir, la Vuelta 2010, la del 75º aniversario, ya tiene dueño, o así. Como Contador, de todas maneras, se está comportando estos días el ciclista de Galdakao, quien, beneficiado por un trazado variado y de media montaña, luce del chico de Pinto la misma tendencia a dejarse llevar libremente por un impulso de ataque irresistible en cuanto la carretera se empina, la misma necesidad de tirar de su equipo en todo momento, el mismo espíritu, la misma capacidad e instinto ganador, la ambición. Se lo demostró al propio Contador derrotándolo en el mano a mano en que se convirtió la subida al Morredero en abril, en la Vuelta a Castilla y León. Lo demostró en esta Vuelta en la contrarreloj por equipos, esprintando como un descosido a orillas del Guadalquivir, arrastrando él, menudo escalador de piernas de acero, a sus compañeros, la mayoría tiarrones más grandes, como si los llevara atados con una soga a su sillín. Atacó, y abrió hueco, y consiguió 28s de bonificaciones en total, en las dos llegadas, Málaga y Valdepeñas de Jaén, de duro repecho. Y su equipo, el Euskaltel, que lo toma en serio, que sus jefes, Madariaga, Igor Galdeano, saben que pueden ganar con él su primera grande, le acompañaron ayer poniendo en funcionamiento otro epígrafe del método Contador. Como el chico de Pinto aconsejaba en el Tour a sus amigos escaladores, Hernández, Navarro, De la Fuente, Tiralongo, que levantaran el pie en los kilómetros finales de las etapas llanas para no desperdiciar fuerzas cara al viento y contra el estrés de los látigos, así hicieron ayer en el Euskaltel con los minúsculos Txurruka e Intxausti. Mientras, decidido, acompañado por su guardaespaldas en el pelotón, Egoi Martínez, en el momento en que un cambio de viento puso nerviosos a todos, Anton, de 27 años, puso en cabeza su maillot verde, mostró que ya no teme ni al viento.

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Otras virtudes propias de Contador, referentes a la mentales sobre todo, a la dureza mental, claro, aún tiene que demostrarlas Anton, quien, dicen algunos, no tiene alma de hombre de tres semanas, capacidad de resistir el desgaste, la tensión, de no tener deseos irresistibles, como aquel Gorospe al que derritieron entre Fignon e Hinault en Serranillos en el 83, de quitarse de encima la responsabilidad de tener que ganar. Otros que también le conocen dicen, sin embargo, que Anton ha cambiado, que la caída en la que se rompió la cadera en la Vuelta de 2008, que las circunstancias familiares y personales, le han templado, endurecido, que no será nunca más el pusilánime que se derritió en las etapas llanas del Tour 2007, su peor recuerdo.

"Anton llegará a la contrarreloj con tres minutos", pronostica Eusebio Unzue, director del Caisse d'Épargne. "Y ganará la Vuelta tras un mano a mano con Nibali".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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