_
_
_
_
_
Elecciones municipales y autonómicas | Protestas ciudadanas

¿Quiénes habitan el kilómetro cero?

Sol es ya un centro de peregrinaje para unos y de residencia para otros

El kilómetro cero se ha convertido en un centro de peregrinaje para unos y en un lugar de residencia para otros. La república de Sol funciona. Quienes están allí se han organizado de tal manera que el visitante a cada rato recibe a modo de cortesía un vaso de agua o un chorretón de crema solar. Los niños y los perros llevan pegada una pegatina con su nombre y un número de teléfono por si se pierden.

Un recorrido por el campamento y sus alrededores da una idea de la heterogeneidad de las gentes que lo habitan y lo conforman. Unos están desde el principio y vivieron los desalojos del primer día, el lunes pasado, que paradójicamente supusieron un mayor asentamiento del campamento. Otros llegaron ayer para quedarse, algunos van cada día y otros pasan por allí un rato. Jóvenes, mayores y niños. Sol es todo un mundo.

Más información
La ola del 15-M alcanza al 22-M
MÓNICA CABALLO
MARIANO Y MARCELINA
EL PAYASO
RUMI
ANONYMUS
Acampadas en busca de un consenso de mínimos
Rouco: "Los problemas más serios de los jóvenes están en su alma"

Romualda Salcedo, pensionista de 75 años, llegó ayer por la mañana sola, desde su casa del paseo de Extremadura, y dispuesta a "compartir el festejo con la juventud". Esta viuda fue bautizada como "la matriarca del campamento". Sentada en una silla contaba su vida con 600 euros al mes: "Si pudieran subirnos un poquito la pensión, que son muchos los gastos: comunidad, luz... y ya no coso

[ejercía de sastre en su casa] y ahora tengo un hijo de 38 años en paro". Rumi, como prefiere que la llamen, estaba pletórica sentada en una silla debajo de las lonas, tras haber encontrado una buena dosis de afecto: "Han sido muy cariñosos conmigo, aquí hay comida para todos, me han dado macarrones".

A pocos metros, Pablo Villar, un informático madrileño de 28 años, explicaba las funciones de la Comisión de Respeto que coordina: "Estamos para mediar en los conflictos, para evitar situaciones violentas, para que esto no se convierta en un botellón y para concienciar a todo el mundo en el pacifismo". Él lleva tres días en el campamento. "Voy a currar y vuelvo a dormir, aunque sea de empalmada", cuenta. Dos tenderetes más adelante ha surgido el centro de documentación. Se ha constituido en un solo día y aspira a ser la memoria de este movimiento. Mónica Caballo, una documentalista de 37 años, es una de sus integrantes: "Ayer nos dimos cuenta de que era imprescindible organizar todo el material: fotos, vídeos, audios, documentos escritos... Es básico tener memoria, que exista la posibilidad de conseguir la información acerca de lo que está ocurriendo y ha ocurrido aquí, esto formará parte de la historia", explicaba entre ordenadores portátiles y discos duros.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Un chico camina por la carretera de dos carriles que cruza la Puerta del Sol. Lleva un megáfono en la mano: "¡¡¡Por favor, el tráfico no está cortado!!!". Los taxis intentan sortear a la gente. Este joven, que no quiere dar su nombre -"Este movimiento no es de nombres, es de personas"-, uno de los encargados de poner orden en la república de Sol, estaba preparando oposiciones a profesor de primaria cuando vio por televisión la magnitud que estaba tomando la protesta. "Yo, por edad, no había vivido nada relevante. Ni Mayo del 68 ni la Transición. Pensaba que había perdido para siempre la oportunidad de vivir un cambio en la sociedad. Y ahora lo tengo ante mí. No iba a dejar pasar esta oportunidad". Cogió sus cosas y se plantó aquí. Mientras tanto, se desgañita: "Caminad por la acera, haced el favor".

Bajo un tenderete, el actor belga Didier Maes no sale de su asombro. "Hace un rato, te lo juro, he visto a mucha gente comprar comida en El Corte Inglés de la esquina y dejarla ahí en medio de la plaza". Ha cancelado varias actuaciones de su compañía para estar aquí, vestido de clown. "Nunca pensé que algo así podría pasar en España, pero ahora que lo ven mis ojos digo que esto no podría ocurrir nunca en otro lugar. El grado de civismo y compañerismo que se ve es inaudito. Este pueblo es maravilloso", añade. A lo lejos, una mujer deja en medio del campamento una olla de fideos y varias barras de pan. La república de Sol funciona a golpe de gestos espontáneos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_