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Elecciones municipales y autonómicas | La Comunidad

El liderazgo de Gómez se tambalea

"Se ha votado en clave de generales, qué desastre", decían cariacontecidos los cargos socialistas que pululaban por la sede del partido en Madrid. La catástrofe del 22-M deja a Tomás Gómez, líder de los socialistas madrileños, en una muy difícil situación. Los resultados le colocan a más de ocho puntos del batacazo que en 2004 registró Rafael Simancas y aún por debajo del suelo histórico del partido en la Comunidad (31,07% en 1995).

El comienzo del recuento de votos para la Asamblea, sin embargo, paliaba la sensación de desastre incontestable que daban las primeras encuestas a pie de urna. El resultado "aceptable" era un 28% de los sufragios y las cifras situaban la candidatura de Gómez por encima del 30%. Pero, poco a poco, según las papeletas iban entrando en el sistema del Ministerio del Interior, las caras volvieron a agriarse. Mucho. Y no solo en la sede. También en otros puntos de poder del partido en la región.

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El PSM es un partido tradicionalmente convulso. Y en esta ocasión, los cuchillos tampoco se hicieron esperar. Varios dirigentes de la formación mostraron su escepticismo con el liderazgo de Gómez y reiteraron su idea de que "es un mal candidato y un mal líder". Quedaba abierta la veda del acoso al candidato. Aunque algunos consideraron que "se le debe dejar trabajar cuatro años en la oposición sin moverle la silla, pese a que los resultados han sido horrorosos". El líder de los socialistas madrileños, tras el proceso de primarias, laminó a casi todos sus críticos y a un alto porcentaje de aquellos que se alinearon con Trinidad Jiménez. Tiene una buena parte del partido en contra, aunque hasta ayer controlaba los órganos de la formación.

Gómez había trazado las líneas de su campaña intentando asegurar un suelo. Reforzó su discurso de izquierdas, haciendo guiños a su electorado tradicional para amarrarlo, sin lanzarse a la busca de nuevos caladeros. Contemplaba la posibilidad de obtener un resultado que le alejase menos del 5% del que sacó Rafael Simancas en 2007. La idea se basaba en que ese porcentaje era imputable a la situación general del país y al deterioro de la marca PSOE y no al propio Gómez. Las cifras dibujan un escenario sin coartada.

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