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Reportaje:La caída del régimen libio | La nueva Libia

Lo más difícil viene ahora

El Gobierno de transición tendrá que superar las fuertes divisiones entre las milicias rebeldes y aprender a convivir con sus antiguos enemigos

Francisco Peregil

Derrotar a Muamar el Gadafi fue mucho más complicado de lo que se había previsto. Pero lo más difícil viene ahora, con la muerte de la única persona que mantenía unida contra una causa común a gente tan dispar como los rebeldes de Bengasi, los bereberes de las montañas de Nafusa, los islamistas, los intelectuales del exilio, los milicianos de Misrata... Entre los seis millones de libios hay miles de personas que enseguida han aprendido a expresarse sin miedo después de 42 años de dictadura. Y prueba de esto son las decenas de manifestaciones que cada semana se celebran en Trípoli. Pero hay también miles de personas que nunca han ejercido su derecho al voto, nunca han aceptado la derrota frente a un rival en unas urnas y nunca han formado un Gobierno de coalición. Tienen armas, han aprendido a usarlas y no querrán deshacerse de ellas fácilmente.

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Los dos meses que han empleado los rebeldes en acabar con la resistencia de Sirte y Bani Walid han servido para dejar al descubierto todas las divisiones internas. La población de Misrata siente que sin ellos el país aún se encontraría bajo la bota de Gadafi. Fueron ellos quienes combatieron en su ciudad durante dos meses contra 18.000 soldados gadafistas. Cientos de personas murieron en Misrata y sus vecinos exigen una cuota generosa en el reparto de poder. "A los de Bengasi los liberó la OTAN, pero nosotros lo hicimos solos. Y ahora, somos los que más tanques tenemos", indicó a este periódico un político nacido en Misrata. Y en Trípoli, muchos ciudadanos sienten como una afrenta la presencia apabullante de milicianos de Misrata.

Una vez que el Consejo Nacional de Transición declare la liberación oficial del país, algo inminente, se deberá formar un Gobierno provisional en el plazo de 30 días. Tampoco será fácil. De hecho, hasta ahora ha sido imposible pactar un Ejecutivo de transición. Durante varias semanas circularon listas de ministrables. Hubo varias ocasiones en que parecía que el presidente, Mustafá Abdelyalil, iba a anunciar la composición de ese Gobierno. Pero nunca cuajaba. Mientras tanto, algún dirigente islamista pedía en Al Yazira la dimisión del primer ministro interino, Mahmud Yibril. Y Yibril, quien goza del apoyo de las potencias occidentales, pero entre sus compatriotas se le acusa de haber pasado demasiado tiempo en el exilio, anunció que dimitiría una vez que Libia fuese liberada por completo. Mientras seguían muriendo personas en el frente, el Consejo se enredaba en sus divisiones.

Ahora, además de superar esas desavenencias, los vencedores de la guerra tendrán que aprender a respetar a quienes, con todo el derecho del mundo, sigan expresándose a favor de Gadafi. Hasta ahora, la victoria ha ido acompañada de represalias y venganzas. El pueblo de Tahuerga, a media hora en coche de Misrata, es un ejemplo claro de eso. La mayoría de sus 30.000 habitantes eran negros descendientes de esclavos. La mayoría, también, eran partidarios de Gadafi. Muchos trabajaban en Misrata, conocían a sus vecinos. Pero en Misrata aseguran que los de Tahuerga violaron a las mujeres de Misrata. Ahora, en Tahuerga solo se ven casas quemadas y saqueadas. Sus habitantes tuvieron que huir de la noche a la mañana y no se les permite el regreso. Necesitan la firma de tres habitantes de Misrata para volver. Pero no solo no las consiguen, sino que allá adonde van solo encuentran la protección de las ONG. Amnistía Internacional denunció que desde agosto se ha encarcelado a 2.500 personas en Trípoli y Zauiya sin ninguna orden judicial.

En la cárcel de Saadún, en Misrata, varios presos gadafistas aseguraron a este diario haber sufrido torturas durante los interrogatorios previos a su ingreso en prisión. Los métodos de tortura que relataban eran los mismos que aseguraban haber padecido muchos presos bajo el régimen de Gadafi. El gran reto de los rebeldes ahora es olvidar todo lo que aprendieron de sus torturadores.

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Celebraciones en Trípoli tras el anuncio de la muerte de Muamar el Gadafi.
Celebraciones en Trípoli tras el anuncio de la muerte de Muamar el Gadafi.SABRI ELMEHEDWI (EFE)

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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