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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Invertir durante la recesión

La inversión es asunción de riesgo. El riesgo trata de acotar la incertidumbre, asigna probabilidades a distintos escenarios. Tiene su compensación en la posibilidad de ganar dinero. La magnitud de esta ganancia puede ser mayor si los riesgos aceptados también lo son. Tanto las inversiones estrictamente financieras, las concretadas en activos de esa naturaleza, como las que se abordan internamente por las empresas, están en primera instancia determinadas por el análisis del entorno económico en el que las mismas se materializan. Y los rasgos del entorno previsible para el año próximo no son precisamente muy favorables. Es decir, exigen al inversor que acepte un riesgo superior al habitual.

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Aunque las condiciones actuales de los mercados financieros son menos adversas que hace unos meses, el factor dominante sigue siendo la inestabilidad en la eurozona. Los mercados de deuda pública, tradicionalmente la referencia más vinculante para los inversores con mayor aversión al riesgo, se han convertido en generadores de perturbaciones sin precedentes. Algunos de los títulos emitidos por tesoros de economías avanzadas cotizan hoy como los expresivos del mayor riesgo de solvencia, los denominados bonos basura o bonos de alto rendimiento. La tasa de rentabilidad que los mercados secundarios asignan a esos valores ya no desempeña ese papel de tasa de contraste frente a otros activos financieros, en especial los de renta variable.

Las acciones de la mayoría de las empresas, en la totalidad de los mercados organizados, sufren igualmente el deterioro de las expectativas de crecimiento económico. Esos instrumentos cotizan previsiones de beneficios futuros como principal vía de remuneración de los accionistas. Y estos dependen en gran medida de la demanda de las empresas, de las posibilidades de crecimiento económico. En casi todo el mundo el año que se avecina registrará una tasa de expansión inferior a la de 2011, con algunas en recesión. El impacto en la contracción en la demanda de las economías de la eurozona consecuente con las políticas de ajuste presupuestario aplicadas de forma generalizada ya se está dejando sentir en todos los bloques económicos. También en las economías emergentes. Los mercados financieros de estas economías están igualmente acusando esa menor propensión inversora de las economías europeas y de la estadounidense.

La confianza de los inversores, el apetito por el riesgo, en definitiva, no está en un buen momento. En consecuencia la inversión no crecerá. Solo aquellas decisiones muy selectivas, o las especialmente intensivas en riesgo, protagonizadas por inversores especializados en la gestión de entornos más cargados de incertidumbre, podrán concretarse. No hace falta decir que la inversión empresarial en la economía española encontrará un factor de inhibición adicional en el persistente racionamiento del crédito. A pesar de la excepcional liquidez suministrada por el BCE, las entidades bancarias siguen presas de sus temores acerca de la normalización de la actividad en los mercados mayoristas y, en última instancia, en unas previsiones de crecimiento económico cada día más débiles. Lejos de reducir su intensidad, las autoridades deberán seguir facilitando la restauración de la confianza, fundamento último de la inversión.

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